lunes, 1 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 36

—Te estás enamorando otra vez de él, ¿Verdad?

—No seas tonta —respondió Paula—. Soy más lista que eso. «Otra vez» implica que la primera vez sentía algo por él, pero lo dejé, ¿te acuerdas?

—Y bien que lo lamentaste —su amiga entornó los ojos con desconfianza—. Te has acostado con él, ¿Verdad?

Técnicamente lo habían hecho de pie y ninguno de los dos dormía. Paula se estremeció con el recuerdo de lo desesperadamente que lo deseaba.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Oh, por favor. Ni intentes escabullirte. Mientes fatal.

—Pedro no te daría la razón en eso. Y la verdad es que sí intimamos —Paula se revolvió en la silla—. Por favor, no me eches la bronca. Cualquier cosa que me puedas decir no es nada comparado con lo que me he dicho yo a mí misma. Fue una estupidez y no volverá a suceder.

—¿Es que ya te lo has sacado de dentro?

—Sigo trabajando en ello. El problema es que ahora que sabe de Oli y se ha comprometido a ser padre, no podré evitar verlo.

—Entonces, lo que estás diciendo es que la única manera de pasar de él es no verlo.

Paula no quería admitir que el hecho de no ver a Pedro no había servido para superarlo. En aquel instante sonó su teléfono móvil y ella lo sacó del bolso.

—¿Hola?

 —¿Pau? Soy Laura.

Supo por el tono de la joven que algo no iba bien.

—¿Qué ocurre?

—Franco se ha caído y se ha dado un golpe en la cabeza. Está sangrando. No llora… parece como si estuviera ido. Julián  quiere llevarle al hospital, pero yo no creo que…

—Vayan al Centro Médico Misericordia, Lau—dijo Pedro—. Pedro está allí. Él se ocupará de Franco.

—¿Y si no es así? —había pánico en su tono de voz.

—Lo hará, porque voy a llamarle ahora mismo. Nos veremos en urgencias — Paula colgó el teléfono y miró a su amiga—. ¿Puedes quedarte con Oli?

—Por supuesto. Me la llevaré a casa conmigo.

—Gracias. Iré a buscarla en cuanto pueda. Te debo mucho, pero ahora mismo tengo que irme.


Paula estacionó fuera de la entrada de urgencias del Centro Médico Misericordia y entró a toda prisa en la abarrotada sala. Escudriñó los rostros y no vió a Laura ni a Julián, lo que significaba que todavía no los habían llevado a la sala de observación o que no habían llegado aún. Se detuvo frente al mostrador de información para preguntar cuando Pedro atravesó la doble puerta y salió a su encuentro. Sin decir una palabra, la agarró del codo y la guió hasta un lugar tranquilo en el pasillo que había doblando la esquina. Se había sentido tan sola y asustada durante los veinte minutos que había tardado en llegar hasta allí que le gustó notar su mano en el brazo. Era cálido y seguro, una sensación que nunca había sido familiar para ella hasta que lo  conoció.

—Hola —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Han llegado ya Laura y Julián?

Pedro asintió.

—Los estaba esperando desde que recibí tu llamada.

—¿Cómo está Henry? ¿Puedo verlo? —Paula trató de leer su expresión, preguntándose si estaba preocupado o sólo cansado—. Ya sé que técnicamente no soy de la familia, pero Laura quiere que esté aquí.

—Franco no está aquí.

 —¿Dónde está?

—Le están haciendo pruebas. Escáner y tomografía —Pedro se pasó las manos por el pelo.

 A Paula le dió un vuelco al corazón.

—¿Se trata de algo más grave que un chichón en la cabeza? Lau dijo que estaba sangrando.

—Una herida en la cabeza puede sangrar mucho, lo que no significa necesariamente que se trate de un trauma severo. Pero…

—Odio esa palabra —aseguró Paula con rabia—. ¿Por qué le están hacienda pruebas?

—Para descartar que haya hemorragia en el cerebro que pueda producir una presión intracraneal. Está letárgico. Puede tratarse de una conmoción. Pero no grave —aseguró al ver que contenía el aliento—. No ha perdido la conciencia. Pero…

Paula se lo quedó mirando.

—Otra vez esa palabra.

—Digamos que no es el mismo crío lleno de energía que me agotó en la barbacoa. Sólo quiero asegurarme.

—¿Te han contado qué sucedió?

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