miércoles, 31 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 51

—¿Estás bien? —preguntó Pedro.

Paula lo miró y sintió un deseo incontenible de acariciarlo.

 —Sí —jadeó—. Ha... sido una velada muy... agradable.

—¿De veras? —rió sin humor—. Me alegra que lo creas.

—¿No lo ha sido? —trató de no mostrar desconcierto—. La comida era deliciosa, la mousse de salmón...

—Basta —fue duro—. No hablo de la comida y lo sabes muy bien —la observó con expresión insondable—. De haber sabido que mi madre te diría todo eso acerca de estar embarazada cuando te fuiste, habría hecho lo imposible porque no fueras a la casa.

—Tú...—se estremeció—... tú nunca... pensaste eso, ¿Verdad?

—¿Que estabas embarazada? No.

—¿Por qué no? —insistió Paula y él suspiró.

—¿Por qué me habrías dejado si hubieras estado a punto de tener un hijo mío? —se impacientó—. Dios sabe que quería casarme contigo.

—Bueno, yo no quería sentar cabeza, ¿Te acuerdas? —vaciló.

Lo dijo provocativamente y Pedro pisó el freno.

—¿Qué insinúas? —la miró con enojo—. ¿Estabas embarazada? ¿Es eso lo que estás insinuando? ¿Que te fuiste porque yo no te habría permitido que te deshicieras de ese hijo, o algo parecido?

—¡No! —exclamó. Deseó haberse quedado callada. Pero el brandy la hacía perder la sensatez—. No estoy insinuando nada —todavía estaban en la propiedad de los Alfonso y la chica sabía que faltaba mucho para llegar al pueblo. Lo miró, aprensiva—. Sólo quería saber lo que pensaste entonces, eso es todo. Ha sido una tontería. Olvídalo. Ya no importa ahora.

—Claro que importa —pasó un brazo por el respaldo del asiento—. Si yo hubiera creído que estabas embarazada, habría movido mar y tierra para hacerte volver. Pero pensé que estabas enamorada de otro hombre, eso me pareció la única respuesta sensata a tu huida.

—Ah —trató de que él ya no hablara del tema, pero no fue así.

—¿Estabas enamorada de otro? —susurró con voz temblorosa y la tomó de la nuca con firmeza. Ella sintió el impulso de echar atrás la cabeza y dejar que la sensualidad la invadiera, pero no lo hizo. Deseaba tranquilizarlo, pero no podía decirle la verdad—. ¿Pau? —susurró en su oído. Su aliento olía un poco a vino.

Paula notó que él había bebido menos durante la cena, así que no sufría los efectos del alcohol. Supo que debía hacer algo para detenerlo y comentó lo primero que se le ocurrió.

—Candela fue a verme ayer a la granja —dijo y sintió que se ponía tenso.

—¿Ah, sí? —preguntó cansado—. No sabía que la hubieras visto desde que volviste.

—No he estado en contacto con ella —sintió traicionar la confianza de Candela—. Yo... supongo que quiso darme el pésame, como no fue al funeral...

Pedro maldijo y la soltó de inmediato.

—No me digas eso —se pasó la mano por el pelo, frustrado—. No me mientas —casi gritó—. Candela no fue a verte porque le importara la muerte de tu abuela. Apenas la conocía y, aunque la hubiera conocido bien, no le habría importado su muerte. Candela es así, no se mezcla con lo que considera que son frivolidades. Todo lo que le importa son sus caballos y hará cualquier cosa por quedarse con ellos.

Paula tragó saliva. Por un momento temió que Pedro adivinara los motivos de Candela para ir a verla. Pero no sabía apartarlo del tema.

—¿Vas a decirme por qué fue a verte de verdad? —la miró intensamente—. ¿O quieres que yo te lo diga?

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