viernes, 26 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 33

Pasaron la noche en una discoteca que habían instalado en el salón de actos de la pensión. Pedro tuvo que quedarse sentado a ver cómo ella bailaba con todos sus amigos. No quería ir a la discoteca, pero Nan le había dicho que era muy aburrido para Paula quedarse a ver la televisión todos los días. Ella tuvo que aceptar, aunque  le gustaba ver la televisión con Pedro pues así estaban juntos y solos. Sin embargo, como él decidió ir, ella se puso unos vaqueros nuevos, un suéter de cuello redondo color crema y la cadena de oro que Pedro le había regalado el día en que cumplió diecisiete años. Sabía que estaba bonita y no quería quedar mal con los amigos de él. Fue la chica más popular de la reunión y todos la sacaron a bailar.

Pedro no se quedó solo. Varias chicas charlaron con él. Pero cuando los dos salieron de la discoteca, estaban reservados y distantes uno con otro. Como de costumbre,  la acompañó a su habitación, pero se negó a pasar, cuando Paula lo invitó.

—Estoy seguro de que estás demasiado cansada —comentó fríamente.

—¿No querrás decir que tú lo estás? —se disgustó Paula y sacudió la cabeza.

Se le cayó la goma del pelo.

—¿Qué quieres decir con eso? —Pedro se agachó para recogerla y al ver que le costaba tanto trabajo, ella se tranquilizó.

 —Nada —susurró con vergüenza.

Obedeciendo a un impulso, lo acarició.

—Vaya, Pau —Pedro se irguió, ruborizado, pero sus ojos se ensombrecieron al ver el, brillo sensual de los de ella—. ¿Qué tratas de hacerme?

—Yo sé lo que tú me haces —lo tomó de la mano y lo metió en el cuarto. Y cerró con llave—. Ven, tontuelo. ¿De veras crees que me ha gustado bailar con todos tus amigos esta noche?

—Parecía que sí —murmuró y le dió un beso sensual.

—¿Y tú? —protestó la chica—. A juzgar por la cantidad de chicas que tenías alrededor, no estabas sufriendo mucho.

—¿Estás celosa?

—Aja —le echó los brazos al cuello—. ¿Tú no lo estarías?

—Bueno, no es necesario —le aseguró y le metió la mano bajo el suéter— . Déjame quitarme esto —se humedeció los labios con la lengua.

—No, no creo que sea una buena idea.

—Yo diría que sí.

—Pues yo no —se mostró duro y se alejó—. ¿Tienes algo para beber?

Aunque todavía tenía la escayola en el tobillo, ya podía andar sin las muletas. En una semana o dos, ya estaría recuperado. Justo a tiempo para pasar la Navidad, había comentado antes con alivio, pero Paula ya no quería regresar al pueblo. Estaba acostumbrada a pasar los fines de semana en Londres. Tan sólo se encogió de hombros y dijo que no tenía refrescos.

—Tendrás que pedirle a una de tus esclavas que vaya a por uno a las máquinas de abajo —declaró—. Me voy a la cama. Tenías razón, estoy cansada.

—Pau... —suspiró Pedro.

—¿Qué? —se volvió y se puso las manos en las caderas, tensa.

—No eres la única con sentimientos, ¿Sabes? —suspiró. La acercó a él—. Y deja de fingir que no sabes lo que siento por tí. Dios sabe que te he dicho suficientes veces. ¿Qué tengo que hacer para probar cuánto te quiero? ¿Ponerme un cartel en el pecho, o qué?

—Podrás... hacerme el amor —Paula ya no resistió más y le acarició las solapas de la chaqueta.

Pedro gimió y la abrazó con fuerza.

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