domingo, 21 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 23

Paula tenía catorce años cuando conoció a Pedro. Siempre había sabido de su existencia. Con frecuencia lo veía en el pueblo, montando a caballo junto a su madre, o sentado en un Bentley negro con su padre. Todos conocían a los Alfonso y sabían que su abuelo murió en la batalla de Dunquerque, que el padre se había casado con lady Ana Zolezzi, dama de sociedad de su época, y que la había llevado a vivir a Rycroft después de la guerra. Todos hablaban de ellos. Todas las chicas del pueblo hablaban de Pedro. Desde que él tuvo edad suficiente, todas las chicas se emocionaban cada vez que las miraba y especulaban quién sería su novia. Pero Pedro no parecía notar nada de eso. Parecía indiferente al interés que suscitaba.

Era un chico serio y estudioso. Hasta que no creció, no se volvió menos serio. La madre de Jesica Masón solía decir que se debía a que sus padres eran mucho mayores que él y que Pedro era hijo único. Decía que los Alfonso estuvieron casados doce años antes de que él naciera. Lady Ana tuvo tantas dificultades con el embarazo y con el parto, que los médicos le aconsejaron que no tuviera más hijos. Así, Pedro había crecido sin hermanos y Paula no lo envidió pues vivía solo en una mansión y nunca tenía amigos con quienes jugar. Pedro fue a la escuela del pueblo hasta cumplir los trece años y luego lo enviaron a Winchester. Sólo volvía durante las vacaciones. A Paula tampoco le parecía nada agradable vivir lejos de su hogar; pensaba que echaría mucho de menos a su familia si la enviaran a un internado. Aunque después del nacimiento de Delfina, la abuela fue quien se hizo cargo de la casa, la madre siempre había estado cerca de ella.

Gloria Chaves nunca tuvo tiempo para su nieta mayor. Paula pasaba el tiempo ayudando en casa o cuidando a sus hermanos. No iba a fiestas, ni participaba de la vida social del pueblo. Sólo en raras ocasiones podía divertirse un poco. Y entonces, una tarde de verano, cuando ella tenía catorce años, rescató al perro de Pedro del río. Todo sucedió de manera inesperada. Por una vez, Paula tuvo un poco de tiempo libre y decidió pasear junto a la ribera del río. Era una tarde aburrida y parecía que iba a llover. Los niños estaban en casa para no mojarse, pero a ella no le importó. Gozaba de su libertad. Fue entonces cuando vió al perro. Era sólo un cachorrito y había caído al agua por perseguir un ratón. Era evidente que no podía salir pues tenía las patas enredadas en el lodo y se iba a ahogar. Sin dudarlo, se subió un poco los vaqueros, se quitó los deportivos y se metió al arroyo. En unos segundos, el agua le mojó los muslos. El perrito se dió cuenta de que iba a ayudarlo, porque no protestó cuando ella le desenredó las patas. Por el contrario, se acurrucó contra ella, con el corazón acelerado. Lo acunó y empezó a salir del río, cuando alguien exclamó:

—Oye. ¿Adonde vas con ese perro? No es tuyo.

Paula se indignó y se enfrentó a su acusador. Se ruborizó al ver Pedro Alfonso al otro lado del arroyo. Se parecía a cualquier chico del pueblo. Salvo que era más alto, más moreno y que su actitud lo separaba de los demás.

—No te lo estoy robando, si eso crees —protestó y el perro le lamió la mandíbula—. Si es tu perro, deberías cuidarlo. Estaba atrapado en el lodo.

—No me digas —no estaba convencido y ella se enfadó.

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