lunes, 1 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 38

—Tal vez no sea necesario, pero prefiero decantarme por la precaución.

Julián cambió el peso de un pie al otro.

—Mira, Lau y yo agradecemos todo lo que has hecho. Y respetamos tu opinión. Pero nosotros lo observaremos.

—Entonces se lo llevan a casa contra el consejo médico.

Paula conocía la intensa expresión del rostro de Pedro, le había tocado sufrirla en varias ocasiones últimamente. También sabía que se debía a que le importaba de verdad. Ambas partes tenían razón.

—Tiene que haber algún término medio entre la precaución y el sentido común —dijo Paula—. Si se va a casa, habrá cuatro adultos que pueden hacer turnos para observarle, y tú puedes decirnos qué debemos mirar.

—Como una familia —dijo Pedro.

—Eso es lo que somos —Paula se preguntó por qué la estaba mirando fijamente, como si hubiera venido de otro planeta—. Además, tengo tu teléfono móvil si nos surge alguna pregunta.

—Yo tengo una propuesta mejor —Pedro consultó su reloj—. A ver qué te parece. Ya casi he terminado mi turno. Quédense por aquí y me iré a casa con ustedes para pasar allí la noche y así dirigir las tropas.

Laura y Julián intercambiaron una mirada y luego ella dijo:

—¿Por qué?

Pedro la miró a los ojos.

—Porque Franco es el mejor amigo de mi hija.

Aquello era una prueba de lo mucho que le importaba, y a Paula le dió un vuelco al corazón.

—No tienes por qué hacerlo —intervino Julián.

—Ése es mi compromiso —aseguró Pedro—. O lo toman o lo dejan. Pero antes de que contesten, deben saber que estaré allí de todas formas. Y se dónde vivís.

Paula tragó saliva antes de decir:

—En lo que respecta al resto del coste de la visita de Franco a urgencias, encontraré la manera de pagarlo todo. A eso me dedico. Hablaré con la Hermana Mónica. Este es un hospital solidario y tiene que cumplir con ciertas exigencias para mantener su estatus libre de impuestos.

—Mi grupo médico factura independientemente del hospital, y no cobraré mi tiempo —se ofreció Pedro.

Laura parpadeó.

 —No queremos caridad.

—Por supuesto que sí —intervino Julián.

—Juli, creí que estábamos de acuerdo en hacer esto nosotros solos —insistió Laura.

—Y lo están haciendo —le aseguró Pedro—. Pero denle a la gente la oportunidad de echaros una mano. Eso nos hace sentir mejor. Dejenme ayudarlos —asintió satisfecho—. Ahora dejen  que le ponga los puntos a este muchacho. No se preocupen. Intentaré que esté lo más cómodo posible.

Cuando salió de la habitación para buscar el material, Paula lo siguió.

—Gracias —le dijo sonriéndole—. Eres mi héroe —las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas.

No era frecuente ver a Pedro sorprendido, pero ahora lo estaba.

 —¿Aunque sea un terco criticón y a veces no sepa cuándo callarme?

 Paula se encogió de hombros.

—Los héroes no son perfectos. Tal vez por eso sean héroes. Hacen lo correcto a pesar de sus fallos.

 Pedro asintió.

—Voy a cambiarme de ropa antes de que me dé por cambiar de opinión.

Al día siguiente, Pedro se marchó de casa de Paula con ella sentada a su lado en el asiento del copiloto. La miró de reojo y se dió cuenta de que estaba muy pensativa.

—Te agradezco que vengas conmigo a buscar un regalo para el bebé de Marcos y Sabrina.

—¿Cómo iba a decirte que no después de que anoche hicieras de ángel de la guarda?

—¿Y qué ha sido del héroe? —preguntó mirándola.

—Eso también —Paula lo miró un instante, pero su broma no sirvió para acabar con su tensión—. ¿Seguro que tu madre estará bien con Oli?

—Sin duda —aseguró Pedro entrando en la autopista—. Ella está deseando pasar tiempo con Oli, y ésta era la oportunidad perfecta.

—¿No te parece irónico que vayamos a comprar un regalo para un bebé y hayamos dejado a nuestra propia hija con tu madre?

—No. Además, así será más fácil y rápido escoger el regalo. ¿No te parece increíble que los dos tengamos el día libre hoy?

—Es estupendo, después de la noche que pasaste ayer.

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