lunes, 22 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 30

—¿Por qué? —tragó saliva—. ¿Porque me has deseado?

—No seas tonta —se reclinó en el asiento. Al verla dolida, negó con la cabeza—. No, no eres tonta. Yo sí lo soy.

—¿Por qué? —Paula trató de mirarlo a los ojos. Pedro vaciló antes de tomarle la mano y de ponerla sobre el bulto que tenía bajo el vientre—. ¡Ah!

—Sí, ah —asintió él y cerró los ojos al ser embargado por la deliciosa sensación de la suave caricia de los dedos de Paula sobre él—. Ya sabes qué es lo que me provocas.

Paula se humedeció los labios. Sólo en raras ocasiones, cuando bailaban juntos o cuando él se despedía, sentía lo que le provocaba, pero  siempre había conservado el control. Aquello era diferente.

—¿Te... duele? —inquirió y se ruborizó al darse cuenta de lo ingenuo de la pregunta.

Pedro sólo hizo una mueca para burlarse de sí mismo.

—Más o menos —aceptó al apartarle la mano—. Será mejor que nos vayamos.

—No, espera —se mordió el labio—. ¿Qué... qué vas a hacer?

—¿Hacer? Pues llevarte a casa, claro está. ¿Qué si no?

 —No... quiero decir... respecto a eso —señaló la parte baja de su abdomen.

— ¿Qué dices? —Pedro se quedó inmóvil y Paula suspiró.

—Este... ¿Después de que... estamos juntos, tú... vas con... alguien más? —inquirió con un hilo de voz—. Me... gustaría saberlo.

—¿De veras? —Pedro parecía enfadado y ella temió haber cometido un error.

—Yo... bueno, los hombres suelen hacerlo, ¿No? Si... digo no obtienen satisfacción en un lugar, van a buscarla... a otra parte.

—¿Quién te ha dicho eso? —estaba muy disgustado—. Ah, no me lo digas. Puedo adivinarlo. Tu abuela, ¿Verdad? —la miró de modo acusador—. Eso es lo que tratabas de decirme antes. Ella te ha contado mentiras sobre que un hombre siempre quiere tener sexo.

—¿No es cierto? —se estremeció.

 —Tal vez —apretó el volante con fuerza.

—¿Quieres decir que has ido con otra chica después de...? —abrió mucho los ojos.

—No, maldita sea, no —protestó con amargura—. Pau, soy un hombre, no un animal. No estoy negando que te deseo. Lo sabes muy bien. Y si te dijera que siempre es fácil, te mentiría. Pero tampoco te estoy engañando. Te quiero demasiado para eso.

—Entonces... entonces... ¿Por qué no...?

—¿Qué? —apretó los labios—. ¿Lo hacemos en el asiento trasero? ¿Es eso lo que quieres?

 —No lo digas así —se estremeció—. Es tan... tan...

 —¿Crudo? —se tornó sombrío—. Bueno, pues debe serlo, ¿Verdad? Eso es lo que tu abuela espera que yo haga. Y no le voy a dar ese gusto.

—Pero... no podemos seguir así, ¿Verdad?

—Tenemos que seguir así —puso el motor en marcha.

—Y... ¿Cuándo... vamos a...?

—Supongo que cuando estemos casados —la sorprendió con la respuesta—. ¿Te importaría que habláramos de otra cosa? Hay un límite para todo.

Pero no habían esperado a estar casados, recordó Paula con tristeza. Después de que Pedro volviera a la universidad, dejó de ir al instituto y encontró trabajo. Aquello había provocado tensiones en la familia, pero sólo así pensaba que podía ser independiente. Sin embargo, hubo una gran discusión cuando se enteraron de que  había aceptado un empleo en Winchester para poder tomar el tren de la tarde e ir a Londres. Era la niñera de un grupo de pequeños. Terminaba a las cinco de la tarde y estaba con Pedro a las siete menos cuarto.

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