lunes, 1 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 35

Poco después de las cinco, Paula se detuvo en el estacionamiento de la guardería. Estacionó en un espacio vacío cerca de la entrada. Salió del coche, lo cerró y entró en el edificio.  Llamó a la puerta del despacho de Rocío, que estaba semi abierta, y su amiga alzó la vista de la pantalla del ordenador.

Rocío tenía una bonita sonrisa, pero sus ojos grises siempre mantenían una cierta tristeza. Eso se debía a su trabajo como asistente social en el departamento del condado. Trabajaba con niños que necesitaban ayuda de verdad y que podían romperte el corazón con sus historias. Por eso había decidido también trabajar en el sector privado. Era una pelirroja de cabello corto y belleza natural. Los hombres la deseaban y las mujeres la envidiaban. Paula admiraba su lealtad y su sentido de la amistad.

—Hola —dijo alzando una mano en gesto de saludo.

Rocío se puso de pie y rodeó el escritorio para darle un abrazo.

—Hola, ¿Has venido a recoger a Olivia?

—Sí, porque Pedro está trabajando y no podía venir.

—Hacía mucho que no venías a verme.

—Lo sé. Normalmente tengo mucha prisa cuando vengo. Todo ha sido una locura desde…

Su amiga apoyó una cadera en la esquina del escritorio y terminó la frase por ella.



—Desde que le dijiste a Pedro que tenía una hija. ¿Qué tal va todo?

—Bueno, ya sabes —Paula se encogió de hombros.

—Si lo supiera, no te lo habría preguntado. ¿Por qué no quieres hablar de ello?

—Son muchas cosas y no tengo tanto tiempo.

—De acuerdo —asintió Rocío—. ¿Por qué no empiezas por Pedro? ¿Cómo está? Guapo. Carismático. Sexy.

—Está bien.

—¿Qué le parece su hija?

Paula sonrió al instante al recordar la imagen de Pedro jugando con Oli en la piscina. Era juguetón, protector y maravilloso.

—Creo que está totalmente enamorado de su hija.

—No me sorprende —dijo Rocío.

 —A mí sí, después de todas las cosas que dijo respecto al compromiso con mayúsculas. Sinceramente, creí que diría «no, gracias», y que ahí acabaría todo.

—Pero teniendo en cuenta que ahora estás demasiado ocupada como para pasarte por aquí a saludar cuando vienes a recoger a Oli, doy por hecho que está en tu vida aunque sea de forma tangencial.

—Podría decirse que sí —reconoció Paula.

—¿Te importaría ser más explícita?

 ¿Tenía que serlo? Pero  sabía que cualquier intento de eludir la cuestión sería una pérdida de tiempo.

—Pedro ha abrazado la paternidad con entusiasmo. Está aprendiendo cosas de su hija. Estaba allí conmigo cuando fui a ver al médico que…

—Oh, Dios mío, no puedo creer que se me haya olvidado preguntarte —Rocío sacudió la cabeza—. ¿Qué ha dicho el médico?

—Me hicieron pruebas y finalmente me extirparon el tumor. Era un bulto que se creó en el conducto de la leche, completamente inofensivo.

—Gracias a Dios —dijo Rocío—. Y ahora sigue contándome de Pedro.

Paula se dejó caer en una de las sillas para las visitas.

—Está haciendo todo lo que debe. Me ha ofrecido ayuda financiera.

—Conociéndote como te conozco, apuesto a que la rechazaste.

—Sí. Al principio él no terminaba de creerse que no fuera tras el dinero o algo así.

—¿O algo así? —Rocío se cruzó de brazos—. Si es la imagen de la perfección paternal, ¿Por qué no estás más contenta?

—Para empezar, porque no confía en mí. Y no puedo culparle, después de haberle ocultado lo de Oli. Tú y yo sabemos que la gente tiene sus motivos para cuestionar su fe en los demás. A todos nos han decepcionado en alguna que otra ocasión. Pero en el caso de Pedro es peor.

—¿Cómo lo sabes?

 Paula pensó en la manera de expresarlo con palabras.

—Es una intuición. Por el modo en que lo cuestiona todo, y luego está lo que su padre dijo en el cumpleaños de Oli sobre el pasado de Pedro. Yo le estaba contando que tenía mis razones para no contar lo de mi embarazo, pero que no quería hablar de ello. Y su padre me dijo que yo no era la única con pasado. Estuvo casado.

Rocío frunció el ceño.

—¿Te dió más detalles?

 —Me dijo que eso tenía que contármelo Pedro.

—Tiene toda la razón, Pau. Y no tienes que preguntar nada. Pedro te lo dirá si quiere que lo sepas.

Paula entrelazó los dedos en el regazo.

—Algo le ocurrió entonces.

 —No sería el primero —aseguró Rocío—. No es problema tuyo. ¿Qué te importa lo que piense de tí?

—En realidad nada. Excepto que su opinión puede tener cierto impacto en las percepciones de Oli.

—Eso no es lo que te importa. Se trata de algo más personal.

 Rocío se dió un golpecito en los labios con el dedo índice.

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