miércoles, 3 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 40

—No era mi intención ponerte triste.

—Ya lo sé —Paula se encogió de hombros—. No puedo evitarlo. Tú no eres el único que se lo ha perdido. Traer a Oli al mundo fue increíble, pero hubiera sido una experiencia mucho más rica si la hubiera compartido contigo.

—De acuerdo. Esto es lo que vamos a hacer —Pedro dejó los maletines y la camiseta y le alzó la barbilla con los nudillos—. Los dos hemos cometido errores, pero ahora mismo debemos dejar atrás el pasado y empezar de nuevo. Vamos a comprar algo juntos para nuestra hija.

—Creo que es una gran idea —Paula se secó una lágrima y sonrió.

Estaba muy hermosa en aquel momento. Pedro sintió una opresión en el pecho y se le aceleró el pulso. Hacer las paces con ella no estaba exento de problemas. Ejercer juntos de padres implicaba pasar tiempo con ella además de con su hija. Oli era una alegría. La magnitud de su deseo por Paula, no. Que Dios lo ayudara.

Paula entendía por qué Pedro le había pedido ayuda para comprar un regalo para un bebé, pero la invitación para entregarlo con él iba más allá de su habilidad para razonar. Lo único que se le ocurría era que quería presumir de Olivia y todavía no se atrevía a manejarse solo con ella. Sin embargo, la seguridad que mostraba sujetando al recién nacido Lautaro Torres podía demostrar que estaba equivocada, y lo cierto era que quería estarlo. Una parte importante de ella quería creer que le había pedido que lo acompañara porque le gustaba pasar tiempo con ella.  La pareja acababa de comprar aquella casa nueva de dos plantas con vistas al campo de golf. El papel de regalo cubría el suelo mientras Sabrina abría con entusiasmo los paquetes que había llevado Pedro. La rubia de ojos marrones alzó el maletín médico.

—Mira qué monada, Marcos.

Su marido se rió.

—Sí, nada como presionar un poco al chico para que siga los pasos de su padre.

—No es una mala vida —Pedro miró los techos altos y la gran chimenea de piedra—. Te va muy bien.

—No me malinterpretes —protestó Marcos—. Me encanta lo que hago.

—¿Qué tal estuvo el parto? —preguntó Paula alzando una ceja—. Debió de ser duro para tí…

—Lo fue. Pedro lo sabe —dijo con expresión lastimera—. Estuve comprobando constantemente mi busca a la espera de la llamada.

—Pobrecito —ironizó Pedro—. Eso debe de ser tan difícil como esperar a romper aguas o a que den comienzo las contracciones.

—Ayúdame un poco, amigo. Cambia de tema —suplicó Marcos agarrando el maletín médico.

—Le he comprado otro a Oli—dijo Pedro al instante. Estaba de pie con el recién nacido en brazos, acunándolo—. Pueden ir juntos a terapia.

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