miércoles, 10 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 62

—Oli no está hoy en casa de Pedro—explicó—. Los Alfonso están dando una fiesta para celebrar que legalmente es una de ellos. El papeleo ya está firmado, así que, a ojos del mundo, Pedro es su padre.

Paula y no necesitaba ningún papel para que aquello fuera cierto. Oli se parecía cada día más a Pedro.

—Entonces, ¿Por qué no estás allí con Oli en lugar de estar aquí deprimiéndome? —preguntó Rocío—. ¿No te han invitado?

—No. Pedro me pidió que fuera, pero yo pensé que sería mejor no ir teniendo en cuenta que fue culpa mía que las cosas fueran como fueron en un principio.

—Entonces no intentó con muchas ganas hacerte sentir bienvenida.

—En realidad me dijo que no iba a aceptar un no por respuesta, así que le dije que no me sentía bien.

—¿Le mentiste?

—Le hice desistir —dijo sin desmentirlo ni confirmarlo. Paula se deslizó hacia la esquina del sofá y se sentó sobre uno de sus pies desnudos—. Para él yo sólo estaba cumpliendo las bajas expectativas que tiene respecto a mí.

—¿Me estás diciendo que todavía desconfía de tí después de que te molestaras en hacer todo el papeleo legal para conseguirle sus derechos como padre?

—No puede evitarlo, Rochi. Y comprendo por qué.

—Yo no. Tú eres la persona más confiable que conozco —Rocío le dió un sorbo a su copa de vino—. No has vuelto a acostarte con él.

—¿Cómo lo sabes? —exclamó Paula—. ¿Tengo un tatuaje en la frente o qué?

—Tienes los ojos tristes —se limitó a decir Rocío.

—Odio que me conozcas tan bien.

—Odio que estés enamorada de él.

—Yo también —Paula se sentó con las piernas cruzadas estilo loto y miró a su amiga—. Sabrina Torrres, la esposa de su compañero médico, dice que todos estamos rotos en cierto modo, pero que lo que no nos mata nos hace más fuertes.

—Ese es el espíritu —asintió Rocío.

—El caso es que me siento como… ojalá pudiera echarle la culpa a Pedro, pero… —para su horror, se le cerró la garganta por la emoción y se le llenaron los ojos de lágrimas—. Debería sentirme feliz de que Oli tenga una familia. Yo sólo la tengo a ella.

—Tienes a Pedro—Rocío dejó la copa en la mesa y se inclinó hacia delante.

—No, no lo tengo.

—Siento disentir. Él estuvo allí cuando pasaste por todo ese proceso del bulto en el pecho — Rocío se dió un golpecito en el labio con un dedo—. Y luego está aquella vez en la que pasó a verte tras un duro día de trabajo. Eso demuestra algo.

—¿Ah, sí? —Paula aspiró el aire por la nariz—. Vino a ver a Oli.

—Fue a ver a su familia. A Oli, pero también a ti. Sobre todo a tí. Tú eres de los suyos. Tanto si lo sabe como si no, le importas.

—Que alguien te importe es muy diferente a estar enamorado —señaló Paula.

Antes le parecía que el dolor del parto suponía un reto, pero aquel dolor del alma era mucho peor. El pasado de Pedro había roto algo en su interior que no podía arreglarse. Su propio pasado  no le permitía arriesgarse a un rechazo, y ahora él necesitaba un detector de mentiras para verificar su sinceridad. Cuando dos gruesas lágrimas le resbalaron por las mejillas, Rocío soltó una palabrota indigna de una dama y la abrazó.

—Voy a decirle un par de cositas a Pedro Alfonso.

—Eso no serviría de nada.

 —A mí sí —protestó Rocío—. Necesita llevarse su parte.

—Él no lo ha hecho a propósito.

—No me importa. Debería compensarme de alguna forma por ser yo la que te tengo que consolar cuando lloras por él.

Paula se rió entre lágrimas y se consideró a sí misma afortunada aunque tuviera el corazón roto. ¿Qué había hecho para merecer una amistad tan inquebrantable? También tenía a su hija. Si hiciera una lista con los pros y los contras de su vida, pesaría más el lado positivo. Tal vez alguno de aquellos días el dolor no sería tan profundo cuando Oli estuviera con su padre y ella se quedara mirando hacia fuera con la nariz pegada al cristal, mirando lo que siempre había deseado tener y había dejado escapar.

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