lunes, 22 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 28

Su relación con él progresó con rapidez. Aunque ella temía que la diferencia de edades fuera un obstáculo, no fue así. Después de todo, ella cumplió diecisiete años unos meses después y se hizo más madura. Aquello le permitió hacer frente a su abuela y a su padre. Se daba cuenta de que su madre siempre había sido su aliada más fuerte. Intentó no pensar en ello y recordó cómo Pedro solía llevarla a pasear en su Mini. Y, cuando estaban juntos, él sólo tenía que tocarla para alterarla por completo. Y aquello fue un problema. Su experiencia sexual siempre había quedado restringida a los besos torpes entre adolescentes... hasta que lo conoció. Con él, lo que había empezado como un roce natural de sus bocas, pronto se convirtió en caricias apasionadas. Sabía que había tratado de controlar la situación. Una vez, se separó de ella y salió del coche para dejarla sola. Y la verdad era que se sentía tan culpable como él por desear más de lo que le daba. Cada vez que estaban juntos, la tentación crecía más y más.

 Una noche de octubre, Pedro la llevó a comer a Salisbury. Era como una comida de despedida, pues al día siguiente él volvería a la universidad. Aunque él tenía la intención de ir al pueblo cada vez que tuviera un fin de semana libre, había estado todos los días con Paula durante los últimos tres meses. Así que la separación sería bastante difícil y a ella no le agradaba la posibilidad de pasar todas sus noches vacías. Aparcaron, como siempre, junto al río, cerca de la presa. Sandy trabajaba como perro pastor, pero a veces los acompañaba de paseo. Pensó en él y le agradeció haber contribuido a acercarla a Pedro. Era tarde, pero aún no había oscurecido del todo. La luna iluminaba el coche. Así que él  pudo ver la tristeza de ella y le dió un beso.

 —Alégrate. Estaré de vuelta en cinco días.

—¡Cinco días! —suspiro Paula, mirándolo. Le acarició la mandíbula—. Eso me parece una eternidad.

—Lo sé —le besó la palma—. Pero créeme que pasarán. Y a finales del año que viene, ya tendré mi título.

 —Mira —Paula le acarició el labio inferior—. Y entonces supongo que te irás a vivir a Londres. Eso dijiste que querías, ¿Verdad?

—Dije que nos iríamos a vivir a Londres —corrigió y le mordisqueó el pulgar—. ¿Por qué estás tan negativa? ¿Qué te ha estado diciendo tu padre?

 —¿Qué dice siempre? —agachó la cabeza—. Ya sabes que no aprueba nuestra relación. Me atrevo a decir que él y mi abuela consideran que tu regreso a la universidad significa el fin. Ya me dijeron que tú tal vez conozcas chicas con quienes tengas más cosas en común que conmigo.

—¡Dios mío! —la obligó a mirarlo—. No crees eso, ¿Verdad?

—No. Sí. No sé —se encogió de hombros.

Estaba confundida, triste y Pedro cerró los ojos por un momento.

—No me hagas esto, Pau—gimió y apoyó la frente contra la suya—. Ya sabes lo que siento por tí. Nunca te lo he ocultado. No estoy diciendo que no he salido con chicas en Londres, pues claro que lo he hecho. Pero ninguna fue importante para mí. Y desde que estamos juntos, no ha habido otra mujer en mi vida y lo sabes muy bien.

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