viernes, 5 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 45

Pedro sintió cómo Paula se estremecía por estar desnuda con el aire acondicionado y la cubrió con la sábana mientras la abrazaba con más fuerza.

—Ya sabes lo que dicen sobre mezclar los calores corporales —dijo Pedro rozándole la frente con los labios.

Ella le colocó el brazo en el vientre y apretó los senos contra él.

—Mm —fue su única respuesta.

Aquel único sonido era la palabra más sensual que había oído en su vida, y hubo partes de su cuerpo que respondieron. Volvía a desearla, igual o más que cuando entró allí aquella noche. Necesitaba ver a Oli, pero en lo más profundo de su ser era a Paula a quien deseaba. El instinto le decía que sólo ella podría apartar de sí, aunque fuera un instante, la culpabilidad y el dolor por haber perdido un paciente. Sabía que ya era más que hora de irse, y que seguramente lo que acababa de hacer con Paula no estaba bien. En aquel instante, con ella en brazos, no podía pensar en eso. Ya habría oportunidades de sobra para regañarse a sí mismo, pero por el momento podía esperar. Paula le depositó un beso dulce en el hombro.

—¿Cómo te sientes?

Pedro giró la cabeza para mirarla. La luz de la mesilla de noche iluminaba su rostro y la expresión de simpatía de sus ojos oscuros. No le estaba preguntando si el sexo había estado bien, pero él no quería hablar de otra cosa.

—No sería normal sentirse mal después de esto —dijo forzando una sonrisa.

—Me refería a si sigues pensando en lo que ocurrió en urgencias.

 Él se encogió de hombros.

 —Uno nunca se acostumbra a que una vida tan reciente se pierda.

Paula guardó silencio durante unos instantes antes de fruncir el ceño y hablar.

—He estado pensando en lo que me dijiste antes de… ya sabes.

—Dije muchas cosas. ¿A qué te refieres?

—A cuando dijiste que odiabas perder.

—Es la verdad —asintió Pedro—. Obviamente, perder un paciente es algo que ningún médico acepta, y menos si se trata de un niño. Pero soy competitivo en muchos sentidos. Cuando practicaba deporte, quería ganar. En el colegio trataba de sacar las mejores notas de la clase.

—¿Y en el matrimonio? —preguntó ella de repente.

—¿A qué te refieres?

—¿Cómo mides tú el éxito en el matrimonio? —Paula lo miró a los ojos—. Tu padre me contó que estuviste casado. Cuando le pregunté, me dijo que tendría que preguntarte a tí. Y eso hago.

Pedro retiró la sábana y se puso de pie para vestirse y ponerse la bata. Cuando Paula se reunió con él en el salón, se había puesto una bata corta amarilla que le cubría la desnudez pero no borró los recuerdos de su cuerpo, que estaban grabados a fuego en su memoria. Paula pasó por delante de él y se quedó parada delante de la puerta.

—Está claro que he tocado un nervio.

—No es una época de la que me guste hablar.

—Tal vez si lo hicieras, no te haría tanto daño. Puede que te sintieras mejor.

Mirándola fijamente,  se puso en jarras. Tal vez ella tuviera razón. No en lo de sentirse mejor, sino en lo de hablar. Había llegado el momento de contárselo, de hacerle saber que no era sólo un imbécil que juzgaba a los demás y que tenía una buena razón para su comportamiento. Dejó escapar un largo suspiro.

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