lunes, 1 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 37

—Estaba corriendo y se tropezó con un juguete. Se golpeó la cabeza contra la mesa. La que Julián le estaba haciendo —añadió.

—Oh, no —Paula sintió un nudo en el estómago.


—Lo que sí es seguro es que va a necesitar puntos —aseguró Pedro.

—¿Cómo están Laura y Julián?

—Están haciendo un esfuerzo de valentía para que Franco no pierda la calma. Pero en sus ojos se lee el miedo, como cualquier padre con un hijo en urgencias.

Había algo en los ojos de Pedro que Paula no había visto nunca antes. Tras salir con él durante un tiempo, había llegado a conocerle bastante bien, pero aquella expresión era nueva.

—Ahora es distinto para tí, ¿Verdad?

—¿Te importaría ser más concreta?

Paula inclinó la cabeza hacia un lado y lo observó con atención.

—Ahora entiendes lo que las madres y los padres sienten cuando sus hijos sufren —observó.

—¿Doctor Alfonso?

Ambos miraron a una joven en bata que estaba al lado de una de las puertas dobles que los separaba de la zona de trauma.

—¿Qué pasa, Noelia?

—El niño de los Blackford ha vuelto de radiología.

—Gracias. Diles a sus padres que enseguida voy —se giró hacia Paula—. Voy a llamar ahora mismo para ver si pueden darme los resultados antes de treinta minutos. ¿Quieres ver a Laura?

—Sí.

Para evitar la zona llena de gente, Pedro la guió a través de un laberinto de pasillos que daba a la parte de atrás de la sala de trauma. Atravesó zonas de cortinas que protegían la intimidad de los pacientes y luego indicó la tercera habitación a la derecha.

—Quédate con ellos. Yo volveré en cuanto pueda.

—De acuerdo.

Paula  observó sus anchos hombros hasta que lo vio doblar la esquina y desaparecer. Sintió la pérdida de su calor y de la seguridad que le proporcionaba. Había pasado tiempo allí, trabajando con pacientes a los que Pedro había salvado la vida con anterioridad. Pero aquella noche sentía como si estuviera atravesando un país desconocido porque un niño pequeño que le importaba mucho estaba herido. Gracias a Dios que él estaba allí. Entró en la habitación en la que la joven madre estaba sentada en la cama abrazando a Franco. Su camiseta sin mangas tenía manchas rojizas que sin duda eran la sangre seca de su bebé. Julián estaba a su lado con expresión furiosa, lo que significaba que se sentía preocupado e impotente. Entonces Laura la vió y una lágrima le resbaló por la mejilla.

—Pau…

Paula corrió hacia ellos y le dio a la adolescente un abrazo rápido.

—Hola, niña. ¿Cómo está?

—No es su mejor día —aseguró Laura.

Paula se sentó al lado de la joven madre y acarició con dulzura la regordeta pierna del bebé. Una gasa le cubría la herida de la frente, y estaba inusualmente tranquilo.

—Pedro está comprobando ahora los resultados de las pruebas. Enseguida tendremos noticias.

—Necesitará puntos —dijo Laura, que parecía horrorizada ante la idea.

—Ojalá no tuviera que pasar por esto —dijo Paula—, pero no se me ocurre nadie mejor para cuidar de él que Pedro. Franco está en muy buenas manos.

A Pedro le encantaba su trabajo y se le daba muy bien. Ésa era una de las cosas que le habían atraído de él desde el principio y también la razón por la que le había aconsejado a Laura que le llevara a él a su pequeño.

Pedro entró en la habitación y todos lo miraron expectantes.

—Las pruebas han ido bien —dijo sin perder tiempo—. Es bueno que Franco tenga la cabeza tan dura.

—Gracias a Dios —Laura alzó la mano hacia Julián, que se la estrechó al instante.

—Todas las noticias son positivas, pero para estar completamente seguros, me gustaría dejar ingresado a Franco una noche en observación.

Laura miró a Julián con preocupación.

—¿No podemos observarlo en casa? Tú puedes decirnos lo que hay que hacer.

Pedro se pasó la mano por el cuello.

—Lo dices porque no tienen seguro, ¿Verdad?

—Sí —Julián acarició el cabello de su hijo—. No te confundas, doctor. Quiero que tenga todo lo que necesita, pero no se cómo voy a pagar.

—No es tanto como piensas —aseguró Pedro.

—A mí todo me cuesta más de lo que piensas tú —Julián se cruzó de brazos.

—No recomiendo que te lo lleves a casa todavía.

Franco se incorporó y señaló a Pedro.

—Eh, chiquito, ¿Te sientes mejor? —Laura lo miró—. Mira, se ha sentado.

Pedro dejó escapar un largo suspiro.

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