lunes, 15 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 9

—Así es —declaró con cierta sequedad—. Salvo que ahora es Jesica  Innes. Se casó con Tomás, el amigo de tu hermano.

—Jesica con Tomás Innes —Paula no lo podía creer—. Era la chica más inteligente de toda la clase. Siempre quiso ser maestra y yo pensé que iría a la universidad a estudiar una carrera.

—Bueno, uno no siempre tiene lo que quiere, ¿Verdad? —observó Pedro, tenso—. Es obvio que prefirió quedarse con Innes a ir a estudiar fuera —se encogió de hombros—. La gente hace cosas muy extrañas cuando está enamorada.


—No importa, ya sabes cómo era Tomás Innes —insistió Paula—. Y, mirando a Jesica, no creo que haya cambiado mucho.

 —¿Y eso qué? —Pedro apretó los dientes—. ¿Por qué te importa tanto?

—Porque Jesica es mi amiga —replicó Paula.

«Y ahora parece cansada y desilusionada», añadió para sus adentros. Vió cómo su amiga tomaba  con cierta irritación la mano del niño mayor. Le  parecía una mujer de cuarenta años. !

—¿No te mantuviste en contacto con ella mientras estabas en Estados Unidos? —la vió negar con la cabeza—. Entonces no eres una buena amiga — señaló—. No creo que Jesica quiera tu compasión. Es probable que se haya olvidado de tu existencia.

Paula apretó los labios.

—Eso ha sido un comentario cruel —entraban a la calle que llevaba a la granja de los Chaves—. No éramos amigas íntimas. Quiero decir, cuando cumplí diecisiete años... Se interrumpió al darse cuenta de lo que iba a decir. Pero Pero terminó la frase por ella.

—Cuando tenías diecisiete años, no teníamos mucho tiempo para alguien más que no fuéramos nosotros —se tornó sombrío—. Yo volvía a casa todos los fines de semana para que pudiéramos estar juntos.

—Lo sé —susurró con voz apenas audible.

—Tenía ganas de matarte —exhaló Pedro con fuerza—. Quise hacerlo. Creo que por eso no fui a buscarte. No confiaba en mí mismo. Y tu familia ha sufrido mucho.

—¿Mi familia? —frunció el ceño al ver su rara expresión.

—Bueno, tu madre... —era obvio que pensaba que Paula sabía de lo que hablaba—. No fue justo provocarle más...

—¿Mi madre? —cortó Paula sin entender—. ¿De qué hablas? ¿Por qué sólo mencionas a mi madre? Ah, te refieres a su angina de pecho...

—No, no me refiero a su angina —se impacientó Pedro. La miró con detenimiento—. Bueno... supongo que lo sabes... debes saberlo.

—¿Debo saber qué? —Paula empezó a sentir angustia.

—Que... que tu madre tuvo un infarto el día en que te fuiste de casa. ¿No sabes que desde entonces está confinada en una silla de ruedas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario