viernes, 19 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 17

—¿No le has contado nada de Candela a Pau, Pepe? —alzó las cejas con sarcasmo—. Candela administra el lugar.

—¿El padre de Candela murió? —Paula miró a Pedro.

Ella recordaba que Carlos Berrenger era más joven que su padre..

—Sí —Pedro fue cortante, pero Delfina no dejó el tema.

—Se mató cazando —prosiguió —. El médico forense dijo que fue un accidente, pero se decía que estaba muy endeudado.

—Creo que ya basta, Delfi —Alejandra estaba agitada.

—Bueno, lo siento, pero esos fueron los rumores que corrieron entonces —su hija menor sólo arqueó las cejas—. Todos pensaban que él debió vender, ¿Verdad Pepe?

—Tal vez —respondió inexpresivo.

—Delfi, eso no es un asunto tuyo —exclamó Alejandra, ruborizada—. No sé qué debe pensar Pepe mientras oye cómo discutes su vida privada de esa manera —exhaló con fuerza—. ¿Y bien, Pau? ¿No vas a traer los platos y las tazas para tomar café? No te quedes ahí como una tonta.

Paula  recuperó la compostura con esfuerzo. Su madre todavía podía ser muy autoritaria. Sin embargo, las revelaciones de Delfina sobre los Berrenger habían suscitado su curiosidad. Carlos Berrenger fue un hombre activo, fuerte, un excelente jinete. Le resultaba difícil creer que hubiera muerto en esas circunstancias. Delfina había insinuado que tal vez el padre de Candela se suicidó para que su hija pudiera cobrar el seguro de vida y saldar las deudas.

—Lo siento, Pepe—se disculpó la madre.

—No pasa nada —se encogió de hombros—. No es un secreto, Ale. Y Pau se enteraría de los rumores, tarde o temprano.

—De todos modos... —insistió Alejandra—. Delfi no ha debido decir nada de eso —la miró con reprobación—. Si esto te provoca el embarazo, me sorprende que Martín te permita quedarte en la base naval.

—Oh, mamá —hizo una mueca—. Ya no soy una niña. Y ya has oído a Pepe... Pau se iba a enterar tarde o temprano de lo que les pasó a los Berrenger.

—Pepe sólo ha querido ser amable —replicó la madre—. Pau, trae el café.

 Paula miró a Pedro y sintió lástima por él. Pensaba que no necesitaba su simpatía, pero no podía ignorar su afecto por él. Cuando él la miró, ella no bajó la vista. Tuvo que ir a la mesa. No quería que Delfina se diera cuenta de lo que sucedía entre ambos. Intentó pensar que no sucedía nada, que sólo se habían mirado sin antagonismo y eso era todo. Y decidió que tal vez eso debía tratar de fomentar para que entre ellos hubiera una amistad sin atracción sexual.

—¿Vas a venir a la ciudad? —preguntó Pedro, mientras Paula  ponía la leche y el azúcar en la mesa.

—Claro que sí —intervino la madre y llenó las tazas de café—. Ella no tiene nada que hacer aquí, Pepe. Todos estamos haciendo tiempo hasta mañana. Después de que la abuela sea enterrada, podremos seguir adelante con nuestras vidas en vez de pensar en el pasado.

—Mamá... —Paula se tensó.

—Toma tu café, querida —ordenó la señora Chaves, imperturbable—. Aquí tienes, Pepe. ¿Quieres una galleta? Pau no te las ha ofrecido. He notado que ella casi no come nada. Pedro aceptó el café, pero no las galletas caseras.

—Así está bien —miró a Paula como si esperara la respuesta. Y ésta suspiró, dándose cuenta de que sería más fácil ceder ante su madre.

—Está bien, te acompañaré. Y tal vez Delfi también quiera venir.

Pedro se ensombreció ante la sugerencia, pero de nuevo la madre de Paula tuvo la última palabra.

—No creo que sea una buena idea, querida —intervino antes de que Delfina hubiera podido aceptar la invitación—. No creo que a Pepe  le hiciera gracia que lo vieran en Abbot's Norton con una mujer embarazada. Ya sabes cómo habla la gente, ¿Verdad? —miró a Delfina y la desarmó con una sonrisa—. Sobre todo después de lo que dijiste de los Berrenger.

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