viernes, 19 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 18

Como era una mañana de finales de agosto, Abbot's Norton estaba muy tranquilo. En días de mercado, no se podía circular por las calles, pero aquella vez les fue fácil estacionar la camioneta verde de Pedro.

—Bueno —comentó Paula, al bajar del vehículo—, ¿A qué hora nos vemos para volver?

—¿Nos vemos? —la tomó del brazo—. ¿Qué quieres decir? —entrecerró los ojos—. Vas a venir conmigo.

—No creo que sea buena idea —miró enfadada cómo la tomaba del brazo y no pudo evitar estremecerse.

Su piel era tan blanca en comparación con la mano bronceada de Pedro. De pronto, la asaltó una imagen de él y ella desnudos... Tragó saliva.

 —Bueno, pues yo sí —la soltó—. Pensé que podrías acompañarme al banco y que luego comeríamos juntos...

—No.

—¿Por qué no?

—Porque... —suspiró—. Porque, como dice mi madre, la gente habla. ¿Qué pensarán si nos ven comer juntos?

—No me importa —replicó Pedro con rabia y Paula se alejó.

—Bueno, pues a mí sí —la asombraba su vehemencia—. No... entiendo. Ayer dijiste que no podíamos ser amigos...

—¡Amigos! —fue como una maldición para él—. ¿Quién ha dicho nada de ser amigos? Lo que siento por tí nada tiene que ver con la amistad.

—Pedro...

Este la acorraló haciéndola apoyarse con la pared. Puso una mano a cada lado de su cabeza.

 —Hablo en serio —no parecía contento—. No puedo estar lejos de tí, ¿No te parece gracioso? Cuando me desperté esta mañana, lo único que quería era ir a la granja a verte.

—Pedro... —volvió la cabeza para no verle los ojos y descubrir algo en ellos.

Además, era muy consciente de lo peligroso de su situación. Sólo tenía que alzarse unos centímetros para que sus bocas se tocaran. Y el deseo de hacerlo la estaba desgarrando. Por la calle, la gente iba a lo suyo. Nadie los miró. Y nadie reconoció a Pedro, porque estaba totalmente concentrado en ella. Y todos sabían que Pedro Alfonso estaba casado con Candela...

 —¿Qué pasa? —su cálido aliento rozó su mejilla—. No finjas que no te emociona saber que te deseo. ¿Qué se siente al saber que alguien te desea tanto, que está dispuesto a volver a hacer el ridículo?

Paula ya no podía aguantar más. Antes que él pudiera reaccionar, se agachó y pasó por debajo de su brazo. Empezó a andar con rapidez por Broad Street. Cuando se dió cuenta de que él la seguía, se metió en una tienda de ropa para mujeres. Tomó unos pantalones al azar y se metió en un probador. Los pantalones no le quedaban bien, le estaban demasiado grandes. Se sintió tonta por habérselos probado, pero tenía que hacerlo, pues sabía que había un vigilante en la tienda que controlaba que nadie robara mercancía. Dejó los pantalones en su lugar y salió a la calle, aliviada. Le gustó el silencio y el sol de la calle. Pensó que tendría que ir a la terminal de autobuses o pedir un taxi para volver a Lower Mychett. Y sobre todo, antes de que Pedro volviera y les dijera a todos que ella se había perdido.

—¿Has encontrado algo interesante?

La voz profunda y activa era inconfundible para ella. Paula se volvió y miró a Pedro.

—No —suspiró la chica.

No le quedó más opción que acompañarlo.

—Está bien, ya has aclarado tu postura —comentó Pedro—. No querías venir conmigo en primer lugar y no te interesa mi invitación a comer. ¿Qué quieres hacer? ¿Ir a pasear sola?

Paula apretó los labios. Pedro estaba cansado y de nuevo sintió compasión por él. Quería decirle que nada le hubiera gustado más que comer con él, pero la sensatez la hizo asentir con la cabeza.

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