miércoles, 17 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 15

Paula bajó la cabeza.

—¿Por qué iba a importarte? —replicó.

La ponía muy nerviosa y no sabía qué hacer al respecto.

—No sé, pero me importa —se sentó a su lado—. Por eso he venido. Me pareció conveniente venir a ver si necesitabas ayuda.

—No, gracias —se puso de pie, tomó la cafetera y fue al fregadero a lavarla. Vació el contenido, pero lo hizo sin cuidado y el café caliente le quemó las manos—. ¡Vaya! —exclamó y Pedro se puso de pie para ver qué había pasado—. No es nada —tartamudeó, tensa por su cercanía—. Ve a sentarte. Voy a preparar más café. Estoy segura de que eso esperaría mi madre que hiciera.

—Ese café no tenía nada de malo —comentó. Vió que Paula tenía las manos detrás de la espalda y él las tomó—. Ya veo —apretó los labios al ver las marcas rojas sobre la piel de la chica. Le puso las manos bajo el chorro de agua fría y el alivio fue instantáneo—. Bueno, ¿Vas a decirme qué está pasando?

—No está pasando nada —protestó. Los dedos de Pedro le provocaban un cosquilleo por todo el brazo—. De verdad, todos han sido muy… amables.

—¿Amables?

—Sí, amables —miró el agua que le caía en la mano—. Claro, ha habido momentos muy tensos...

—Apuesto a que sí —examinó las marcas, ya más desvanecidas, y cerró el grifo. Pero no la soltó y ésta rezó para que nadie entrara—. ¿Recuerdas cómo te quejabas de que yo conducía demasiado rápido?

—Aja —sonrió, tensa, y al fin apartó la mano.

Fue a la mesa a recoger las tazas sucias y Pedro la siguió.

—¿Te importa echarte a un lado? —preguntó cuando se volvió y lo vió detrás de ella—. Quiero lavar esto.

Pedro  vaciló y, por un momento,  pensó que volvería a tocarla. Y no sabía cómo reaccionaría si lo hacía. Pero él se apartó.

—¿Qué vas a hacer hoy?

—¿Hoy? —puso las tazas en el fregadero—. No... no lo sé —estaba nerviosa—. Supongo que ayudaré en algo. Debe haber algo que pueda hacer. No soy una inútil.

 —¿He dicho que lo fueras? —se apoyó contra el fregadero y su cercanía la acaloró. Después de lo que habían hablado el día anterior no esperaba volver a verlo. Por lo menos, no a solas. Tal vez lo habría visto en el funeral, pero estaría con su esposa.

—¿Dónde... está Candela? —preguntó nerviosa.

—No sé —Pedro no mostró ningún remordimiento—. ¿Quién te ha estado diciendo que eres una inútil?

—Oh, Pedro —no pudo soportar más la tensión. Se alejó de él. Le dió la espalda y se llevó las manos la nuca—. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que ya no teníamos nada que decirnos.

 —¿Acaso dije yo eso?

—Deja de hacer preguntas cuya respuesta ya conoces —exclamó con frustración—. Quiero... que te vayas, Pedro. No creo que sea bueno que volvamos a vernos.

—¿Por qué no? —susurró con voz ronca y sensual.

Aquello le recordó  lo que Pedro le decía cuando le hacía el amor. Su voz era entonces tan aterciopelada, una caricia para los sentidos, mientras que sus manos… «Está mal», se angustió. Debía dejar de pensar en él.

—Porque estás casado —se tensó. Se dió cuenta de lo reveladora que era su blusa de seda y cruzó las manos sobre el pecho—. Creo... que será mejor que te vayas.

 —¿Y si no quiero? —replicar acercándose.

—Pedro... —advirtió la chica y alzó la mano.

—Pepe... ¡Qué sorpresa!

Paula nunca se había alegrado tanto de oír la voz de su madre. Alejandra entró en la cocina en su silla de ruedas. Delfina casi no la ayudaba. Pedro tuvo que volverse hacia ellas. Su rostro sombrío se tornó cálido y ella  se preguntó si era sincero y si también había aprendido a disimular.

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