viernes, 2 de octubre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 77

Pedro  no habría sufrido un impacto mayor si su madre le hubiera dicho que acababa de matar a alguien. Su madre nunca actuaba dejándose llevar por el genio o por los impulsos. No era una mujer deliberadamente cruel. Jamás habría pensado que podría ser capaz de hacer sufrir intencionadamente a Paula… De hacerle daño a él.
No sabía qué pensar, qué decir. Aunque una parte de él sabía que tenía que encontrar a Paula y explicarle todo lo que había conspirado contra ellos, otra parte de sí mismo estaba destrozada al descubrir que su madre no era la santa que él siempre había pensado.
—¿Pedro? —susurró su madre—. Lo siento.
—Lo sé —respondió Pedro, consciente de que el hecho de que su madre lo sintiera no iba a servirle de nada.

—No sabes cuánto me ha costado tomar la decisión —dijo Paula con calor, preguntándose si el saber que se sentía culpable serviría de algo—. Has sido magnífico conmigo y me ha encantado trabajar aquí. Y la verdad es que estoy dispuesta a quedarme hasta que hayas encontrado a alguien para el puesto.
Bernie negó con la cabeza.
—Te preocupas demasiado. Estaré perfectamente. Tengo familiares que pueden venir a trabajar aquí durante una temporada —sonrió de oreja a oreja—. He aprendido de los mejores.
—Adoro a tu madre —musitó Paula, consciente de que echaría de menos los comentarios constantes de mamá Josefina sobre cualquier cosa. Aquella mujer tan pronto estaba hablando del tiempo como del relleno de los canelones.
—Y ella te adora a tí. Pero estoy seguro de que no echarás de menos oírle hablar de lo perfecto que es su hijo.
Paula suspiró.
—Ojalá fueras más joven.
Bernie se echó a reír.
—Y ojalá tú tuvieras unos cuantos años más —le tendió la mano—. Que tengas mucha suerte, Paula. Has decidido trabajar con tu familia y ésa siempre es una decisión sabia. Dame un par de semanas para empezar a buscar, pero nada más. Tú también necesitas comenzar el siguiente capítulo de tu vida.
—Estás siendo más amable de lo que me merezco.
Bernie se encogió de hombros.
—Siempre he sido un buen tipo.
Y era cierto. Era un hombre encantador. A pesar de la diferencia de edad, le habría gustado enamorarse de él y no de Pedro. Bernie jamás le habría engañado ni le habría roto el corazón.
Se obligó a dejar de pensar en Pedro, porque le resultaba demasiado doloroso. Le estrechó la mano a Bernie y se levantó.
—Eres un buen hombre, gracias por todo.
Bernie le soltó la mano y señaló hacia la puerta.
—Ahora, vete de aquí antes de que cambie de opinión.
Paula se despidió con un gesto y salió.
Echaría de menos el Bella Roma, pero tenía muchas ganas de trabajar en Chave's. Se alegraba además de haber tomado la decisión de aceptar el puesto antes de enterarse de la verdad sobre Pedro. Así no tenía que preocuparse de que aquella decisión hubiera sido una huida al refugio del hogar.
Miró el reloj y comprendió que tendría que salir inmediatamente si no quería llegar tarde a buscar a Luisa. Y estaba ya fuera cuando uno de los camareros la llamó:
—Tienes una llamada de teléfono. Es de un tal Pedro.
Era la primera noticia que tenía de Pedro desde hacía cuatro días. Y le fastidió que su primera reacción fuera de alegría. ¿Tan mal estaba que estaba deseando verle a pesar de saber que era una auténtica rata?
—Dile que me he ido —le pidió a Bernie.
—Ahora mismo.
Paula sacó inmediatamente el móvil y lo apagó. No tenía ganas de oír nada de lo que Pedro pudiera decirle.
Una hora y media más tarde, estaba en un probador abarrotado de vestidos, con Luisa y riendo con tantas ganas que se le saltaban las lágrimas.
—¡Para! —gritó mientras Luisa saltaba como un polluelo dentro de un vestido amarillo de tul que no podía ser más feo—. Para, por favor. Ya no tengo edad para esto. Si sigo riéndome así, voy a desmayarme.
—Pero es tan vaporoso —dijo Luisa, imitando genialmente a la dependienta que les había ayudado—. Y el amarillo es perfecto para mi pelo.
Paula parpadeó lentamente para alejar las lágrimas y se sentó en el suelo.
—Renuncio —dijo—. Este sitio es horrible. Vamos a otra tienda en la que tengan vestidos más bonitos.
—Pero a mí me hace ilusión parecer un pollo —insistió Luisa con los ojos resplandecientes de diversión.
—Sí, claro. Oh, Dios mío, ¿en qué estaba pensando esa mujer?

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