sábado, 3 de octubre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 84

—Creo que esto es lo mejor para todos, aunque no sé si papá será capaz de comprenderlo.
Carmen asintió.
—Estoy segura de que con el tiempo lo comprenderá. ¿Cuándo piensas decírselo?
—A finales de semana.
Pero incluso mientras lo decía, se sentía culpable, como si estuviera haciendo algo malo. Todo lo que le habían enseñado, todo lo que le debía a Miguel y a Carmen le obligaba a quedarse. A tragar con todo. Pero no podía. Carmen también le había enseñado a tener su propia personalidad.
—Lo siento —le dijo—. Supongo que es un disgusto más después de todo lo que tuviste que pasar ayer.
Carmen arrugó la nariz.
—No, las que de verdad lo pasaron mal fueron Paula y Luisa. Y no sabes cuánto me alegro de que ninguna sufriera ningún daño. Si esos chicos les hubieran hecho algo…
Su voz reflejaba fuerza, enfado y fiereza. A Pedro le gustaba que se mostrara tan protectora con Paula y con Luisa.
—Tendrían que haber respondido ante toda la familia.
Carmen apagó la cafetera y se inclinó contra el mostrador.
—¿Qué pasará con esos chicos?
—Saldrán condenados, yo me encargaré personalmente de ello. ¿Cómo está Luisa?
Carmen se relajó.
—Creo que en realidad esto ha sido un espaldarazo para ella. Tiene muy claro que esos chicos estaban haciendo algo que no debían. Paula la protegió, le hizo sentirse especial, y el haber sido capaz de ayudar a Paula la ha ayudado a verse como una persona fuerte y capaz.
—Me alegro mucho.
—Ya sé que es tu hermana favorita.
Pedro  se movió incómodo en su asiento.
—Quiero a todos mis hermanos por igual.
—Oh, por favor, es evidente que tienes debilidad por Luisa. Siempre la has tenido.
—Quizá.
—Y me alegro. Paula también la quiere mucho. ¿Sabes? Creo que Paula es una chica muy especial. Me gusta.
Había algo particular en su forma de decirlo; era como si estuviera tanteando el terreno.
—Soy consciente de que su aparición no ha sido fácil para tí —le dijo Pedro—. Y no por nada de lo que ella ha hecho, sino por ser quien es.
—Sí, lo comprendo.
—¿Y ahora ya estás bien?
Carmen clavó la palabra en la cafetera.
—«Bien» es una palabra un tanto engañosa. ¿Qué significa realmente? ¿Que me gusta lo que ha pasado? ¿Que no me importa que la gente especule o hable de nosotros? Por supuesto que no. Pero tampoco puedo culpar a Paula de lo ocurrido. Y si quieres saber si preferiría que no hubiera aparecido, la respuesta también sería negativa.
—La quiero.
Pedro no pretendía decir aquellas palabras. Apenas acababa de darse cuenta el mismo de cuáles eran sus sentimientos. Pero la noche anterior, al salir del hospital, había sido consciente de hasta qué punto habría cambiado su vida si Paula hubiera sido gravemente herida. Él no estaba buscando el amor, pero aun así, lo había encontrado.
—Ya me lo imaginaba —dijo su madre con una sonrisa.
—¿Y por qué?
—Porque cuando hablas de ella aparece algo especial en tus ojos. Una luz, no sé. Es algo muy sutil, pero yo me di cuenta casi desde el principio.
Seguramente le habría parecido odioso en un primer momento, después lo había aceptado y, con el tiempo, Pedro estaba seguro de que llegaría incluso a gustarle. Por ser Carmen quien era.
—Esta vez es algo serio —le dijo.
—Eso también me lo imaginaba.
—Quiero casarme con ella.
Pedro  esperó su reacción. Por un momento temió que se desmayara o se pusiera a llorar. Pensó que a lo mejor se enfadaba, o que quizá le suplicara que cambiara de opinión.
En cambio, Carmen sirvió dos tazas de café y le tendió una a su hijo.
—Quiero que esta vez queden las cosas claras: quiero tener nietos. Montones de nietos.
Y sonrió.
Debería habérselo imaginado, pensó Pedro mientras la abrazaba. Fuera cual fuera la situación, Carmen siempre había sabido ponerle las cosas fáciles.
—Maldita sea, eres genial —le dijo.
—Lo sé. Soy una fuente constante de sorpresas. Supongo que eso forma parte de mi encanto.
Carmen cerró los ojos y supo que darle a Paula la bienvenida a la familia en tanto que esposa de Pedro era entonces mucho más fácil de lo que lo habría sido el día anterior. Paula había demostrado su valor y Carmen era consciente de que era la clase de mujer que quería para su hijo.
Se negaba a pensar en los posibles rumores, en el potencial escándalo. Ya se enfrentaría a ello cuando llegara el momento.
—¿Cuándo vas a proponerle matrimonio?
—Pensaba hacerlo mañana por la noche. Quiero organizar una cena romántica. Esta mañana iré a buscarla al hospital. Seguramente continuará dolorida por lo que le hicieron esos canallas, así que quiero dejar que descanse algunas horas.
Carmen suspiró.
—Me gusta cómo te he educado. Te has convertido en un buen hombre, Pedro. Paula ha tenido una gran suerte al encontrarte.
—Eso es exactamente lo que pienso decirle a ella.
—Espero tener detalles. Mañana la veré a la hora del almuerzo, tenemos que ir a esa comida benéfica. Será difícil mantener la boca cerrada, pero lo intentaré.
Pedro miró a su madre a los ojos. —Gracias. Por todo.
Lo único que Carmen había hecho era quererle, de la misma forma que quería a todos sus hijos. Había cometido errores, pero siempre había continuado intentando hacer las cosas bien.
El matrimonio de Pedro con Paula uniría a las dos familias, las fortalecería.
—No creas que con esto te va a bastar para olvidar el tema de los nietos —le advirtió entre risas—. Lo digo en serio: estoy cansada de esperar.
Pedro respondió también riendo.
—No te preocupes. Yo me encargaré de tus nietos.

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