domingo, 18 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 24

-Estoy cansada Miguel. – él la miro confuso. – Estoy cansada de tantas peleas y de verla sufrir, estoy cansada de ti, de tu enorme egoísmo, de tu cinismo, de tu cara, estoy cansada de vivir a tu lado, de saber que eres mi esposo, de verte siendo tan duro con nuestra hija como si no lo fuera, como si la odiara con todas tus fuerzas ¿Qué quieres más de Paula? Dime Miguel, dime, por favor.
Él se levantó y se acercó a ella, pasando el brazo por su hombro, como si nada hubiera pasado, pero él conocía bien a Alejandra, y no podía engañarla.
-Yo no entiendo porque ahora la defiendes. – hizo una pausa para mirarla. – Paula fue una adolescente terrible, quiso que todo fuera así, y ahora lo lamenta, no sabe lo que me dolió saber que estaba embarazada aquella época, y me duele hasta hoy. – tocó su corazón.
-No es para tanto, no hagas drama, yo te conozco más que a nadie y sé que no te afecto sentimentalmente lo de Paula. – se alejó de él, pero sin dejar de mirarlo. – Por Dios Miguel, la llevaste a otra ciudad cuando enteraste de su embarazo y yo lo acepté, porque pensaba que sería mejor para ella en el interior, pero me la alejaste tanto que no pude estar con ella cuando más necesitaba… Todo eso para que nadie supiera lo que había pasado, para que los vecinos no dijeran cosas sobre tu hija, para que tu empresa no fuera afectada, para que los chismes no salieran corriendo… jajaja. – se rió solita, con cinismo. – Y yo pensando que solo querías el bien de nuestra hija. – ella cerró los ojos y dejo caerse una lagrima. – Luego acepté todo lo que hiciste, y empecé a ser un monstro como tu, la herí, le dije cosas feas, le grité, queriendo apoyarte.
-Jaja, me haces reír Alejandra, no te reconozco. – él reía de ella, pero en el fondo sabía perfectamente que ella estaba hablando enserio y le dolía, mucho.
-Pau es nuestra única hija, la heredera de todo lo que tenemos, la que debemos cuidar muy bien, apoyarla siempre y no hacerla sufrir, porque un día necesitaremos de ella, y si sigues así morirás sin su ayuda, sin su perdón…
-Poco me importa todo esto ¿Por qué no vas a consolarla? ¿Sabes que ha pasado toda la noche fuera no? Seguro acostándose con otro, otro pobrecito como Carlos. – le gritaba, tanto que se podía escuchar su voz desde arriba, pero no claramente.
-Como es la vida ¿No? – le abrazó a si misma. – Yo me enamoré de tí, y eras pobre, eras un cualquiera, tenías mil mujeres, no trabajabas, no hacia nada, y yo caía a tus pies, mis padres siempre me apoyaron y te dieron amor como si fuera su hijo, y todo lo que tienes hoy Miguel es mío, es de mí familia, porque todavía sigues siendo un miserable, un miserable. – ella respiró hondo. – No la dejaste vivir el amor que es lo más lindo, porque Carlos era pobre…
-No, no es así, yo solo quería una persona mejor para Paula ¿Y que dirían mis socios, la empresa y todos a nuestro alrededor si Paula casara con un chico como Carlos? Con un chico de familia negra.
En ese instante Paula entró en el despacho de su padre, no escucharon sus pasos, tampoco el abrir de las puertas, solamente la vieron cuando escucharon su suspiro, estaba fría, sus ojos rojos de llorar, y tenía los brazos cruzados.
-No engañes a mamá, porque sabes perfectamente que no es así. – le dijo con una voz suave. – Carlos no era negro, tampoco miserable como tú dices, Carlos trabajaba y tenía todo lo que deseaba, corría atrás y me entregué a él porque lo amaba, no por un capricho. – él se acercó a Pau y levantó la mano para darle una cachetada, pero ella agarró su brazo y lo detuvo. – Yo sé que no tengo muchas fuerzas, pero si me pegas te juro que te arrepentirás por toda tu vida, no seré yo la que te denunciaré, tampoco mamá, y si Dios, él tiene un lugar ya para tí papá.
Él bajo el brazo despacio mirándola fijamente a los ojos, sintiendo el dolor que sentía ella, Paula respiró hondo y miro a su madre para desviar los ojos de su padre.
-Te doy dos meses Miguel… - dijo Pau fríamente. – Dos meses para encontrarla, dos meses para traerla. – empezó a alzar la voz. – Sino…
-¿Sino que? – la interrumpió - ¿Me estás amenazando Paula? – empezó a reír.
-Lo tomas como quieres Miguel, pero si no me la trae en dos meses, todo el mundo sabrá lo que hiciste, todos tus amigos, todos de empresa… - él volvió a levantar el brazo para pegarla, pero Alejandra lo detuvo.
-Nadie te va a creer. – dijo él. – Eres estúpida ¿O que?
-Sí Miguel, le van a creer, es una Chaves también, y yo estoy con Paula, en lo que necesite. – él miró a su esposa con rabia, y le dió la espalda. - ¿Sabes perfectamente que puedes ir a la cárcel por eso no? Fue un secuestro lo que hiciste, un secuestro.
-Y tú mi cómplice Alejandra.
-No meta a mamá en esto. – por un minuto nadie dijo nada. – Y no te olvides que son solamente dos meses, ah, no te preocupes tampoco, porque me voy de la casa, no necesito tu dinero sucio, tampoco tus lujos.
-Eres una golfa. – sus palabras le dolieron tanto, pero no dejaría ofenderla.
-Poco me importa lo que piensas… - lo miró con rabia. – Y si soy una golfa, el problema es todo mío… Papá.
No sabia de donde había sacado todo esas fuerzas para enfrentar a su padre, ni sabia como tu mamá la amaba, a punto de defenderla y estar a su lado, eso jamás había pasado, bueno, porque ella siempre estaba lejos, ahora estaba a su lado, y daba las gracias por apoyarla.
Paula se retiró del despacho de su padre, subiendo las escaleras rápidamente para su habitación, necesitaba salir de esta casa lo más rápido posible… Su vida estaba en un solo lugar y ella sabia perfectamente donde era.

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