lunes, 12 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 8

Victoria le asintió y se retiró del living, tenía que ver que hacían los niños. Pedro y Paula quedaron solitos, habían sentado cerquita de ella, sintiendo su olor maravilloso, Paula no resistió a apoyar su cabeza en el hombro de Pepe, suspirando. Era como si hubiera estado toda una vida con él, como si lo conociera de los pies a la cabeza, como si entendiera toda su vida… Quizás lo había conocido en otra vida o apenas empezaba a sentir por él algo más que amistad.
-¿Estás cansada? – preguntó él acariciándole el pelo.
-Chi, algo cansadita. – contestó ella cerrando los ojos y escuchando la lluvia caerse.
-¿Te puedo hacer una pregunta? – en eso ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos asintiendo. – Entenderé si no querrás contestar, pero desde que la ví, me quedé curioso, porque jamás pasó por mi cabeza que una chica como tú pudiera tener un tatuaje, eres tan delicada que nunca me lo pensé y cuando… - hacia rodeos mientras Paula reía, la pregunta nunca llegaba.
-Bueno… - otra vez acostó su cabeza en el hombro de Pepe. – Ese tatuaje me lo hice hace mucho tiempo, hace parte de un pasado feo. – respiró hondo.
-¿Eras rebelde? – preguntó él.
-Algo. – los dos rieron.
-¿Puedo saber que es?
Paula levantó la manga de la camisa y le mostró, Pedro no solo lo miró, como también lo acarició despacio, haciendo que Pau sintiera una cosquilla en la panza, sus manos eran como éxtasis, la dejaba completamente drogada.
-Es un hada… - susurró él. – Sin color… ¿Quién es Rocío?
Paula abrió los ojos y tapó el tatuaje rápidamente, por eso jamás le gusto mostrarla, porque sabía que todos le preguntarían lo mismo, de quien era el nombre que tenía junto al hadita en su brazo. Miró a Pedro fijamente y él pudo ver en sus ojos la tristeza que la invadía, solamente la abrazó, sin preguntar nada más, quería entenderla, quizás así podría ayudarla, pero igual, sabia que todo era muy pronto y no podía hacer nada ahora, solamente estar a su lado y apoyarla en todo sin saber lo que de verdad quería ella.
-Bueno, ya… cuando quieres y tengas ganas estaré aquí para escucharte ¿Sí? – ella asintió. – Ahora quiero ver esa sonrisa que me encanta ¿Va? – ella le sonrió. – Eso, así quedas más linda Pau.
-Gracias, tu también eres lindo. – le dijo con voz de bebé, llevando sus labios hasta su mejilla y dándole un suave besito.
-La noche ya está llegando. – comentó él abrazando fuerte a Paula. – Mejor llamas a tus padres, porque seguro quedaran preocupados ¿no?
-No creo, a ellos poco les importa que hago o no.
-Mmmm, así que pase la lluvia te llevo a tu casa ¿Si? – le dijo. – Podemos pegar un bus aquí, porque si vamos caminando capaz la lluvia nos sorprende en el medio del camino ¿No crees?
-No Pepe, no quiero ir a mi casa, voy a un hotel por esta noche. – dijo ella poniéndose de pie. – La verdad he peleado con mis padres hoy, y quiero estar en paz, sin verlos por lo menos por esta noche. – él le sonrió.
-No creo que sea necesario que te vayas a un hotel. – le dijo. – Seguro puedes quedarte aquí, si no quieres ver a tus padres. La señora esa se ve muy gente buena y seguro te dejará pasar una noche aquí ¿no? – Pau solamente lo miraba. – Y si no, pues, puedes quedarte en mi casa, no es lujosa ni nada parecido, pero te juro que serás muy bien recibida. – ella le regaló una sonrisa lindísima y sus ojos brillaron con la propuesta. – No tienes porque gastar eh. – completó.
-Gracias Pepe. – ahora fue él que se levantó y se quedó tan cerca de ella que le faltaba el aire. – Yo sé que Victoria es una buena persona y que si le pido, me dejará quedarme aquí, y también sé que en tu casa me sentiría súper bien, pero no quiero molestar a nadie, mejor me voy a un hotel, a parte…
-No, no, jamás me molestaría tenerte en mi casa, jamás, te lo juro. – le dijo casi susurrando, Pau tragó saliva, por lo tan cerca que se encontraba Pepe. – Te juro que no soy ningún psicópata, ni criminoso, jamás haré algo que te lastime o que te sientas mal.
Pau sonrió y llevo sus manos hasta las mejillas de Pepe, para luego besarlo suavemente, un beso solo de labios, pero que los dejaron deseando aun más.
De tan gentil que era él, Paula  no podría negar, se veía en los ojos de Pedro que era el hombre más especial y caballeroso del mundo, estaba segura que él no le lastimaría nunca, no haría nada para que sufriera, en parte, jamás había tenido azar con los hombres, pues la única vez que se había enamorado, Carlos había sido más que gentil con ella y quizás podría pasar ahora lo mismo…
-¿Entonces, vamos? – ella asintió y lo abrazó fuerte.

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