sábado, 3 de octubre de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 4: Capítulo 85

La comida benéfica para apoyar la investigación sobre el cáncer de mama se celebraba en un hotel del centro de la ciudad. Paula continuaba haciendo tiempo en el cuarto de baño, pero sabía que en cualquier momento tendría que abandonar aquel pequeño cubículo y hacer su entrada en el salón. Y lo haría, por supuesto, en cuanto estuviera segura de que no iba a vomitar.
El estómago continuaba dándole vueltas y queriendo escapar de su lugar. Sentía una fuerte tensión en el pecho y le temblaban las piernas. Estaba más que nerviosa. Histérica, casi. Incluso con aquel ojo morado, habría preferido enfrentarse a otra pelea que tener que hablar en público.
—Estoy bien —se dijo a sí misma, intentando tranquilizarse—. Lo superaré. Son sólo seis minutos. Cinco si hablo deprisa. Seguro que puedo hablar durante cinco minutos.
En realidad no consiguió convencerse a sí misma, pero si era capaz de comenzar a hablar, a lo mejor empezaba a sentirse mejor. El discurso le gustaba. Era sincero y conmovedor. La persona encargada de escribirlo había incluido algún comentario simpático sobre su ojo morado. Principalmente porque ni todo el maquillaje del mundo habría servido para ocultarlo.
Apretó los puños, tomó aire y oyó entonces que entraban varias mujeres en el cuarto de baño.
Paula se estaba diciendo a sí misma que había llegado el momento de salir, que no tenía sentido continuar allí, cuando comenzó a oír otra conversación.
—Dios mío, no me puedo creer que Carmen tenga que pasar por una cosa así —oyó decir a una de las mujeres—. Todavía no he podido decidir si es estúpida o es una santa.
—Parece cansada —le contestó otra mujer—. Una hija de Miguel. Es increíble, ¿verdad? Y ahora va a presentarse en público con ella. Desde luego, si yo estuviera en su lugar, no lo haría.
—Su marido quiere optar a la presidencia del país. Una mujer tiene que estar dispuesta a muchas cosas para acceder a ese tipo de vida. Como ella. La gente no para de comentar su situación. Supongo que eso tiene que estar matándola.
Lo decía como si le entusiasmara pensar que Carmen estaba sufriendo.
—¿Crees que antes de casarse le dijo a Miguel que no podía tener hijos? —preguntó la otra mujer.
—No lo sé —contestó la primera—. En cualquier caso, seguro que para él fue de lo más decepcionante. Y esos hijos que ha adoptado… Todos tienen algún defecto. Es horrible. Por supuesto, es algo que no se puede decir en público. Todo el mundo tiene que fingir que es maravilloso.
Entonces fue cuando explotó el genio de Paula. Salió del cuarto de baño y se enfrentó a aquellas tres mujeres tan perfectamente vestidas.
—No hace falta fingir —les dijo—. Carmen es una mujer extraordinaria. Algo que ninguna de ustedes puede decir de sí misma, estoy segura.
Las tres se la quedaron mirando estupefactas. Paula se acercó tranquilamente al lavabo, se lavó las manos, se las secó y salió del cuarto de baño. Todavía estaba temblando cuando entró en el salón.
Malditas fueran esas mujeres y sus estúpidos comentados. Paula no sabía quiénes eran, pero esperaba que Carmen no considerara a ninguna de ellas amiga. Eran como serpientes venenosas.
Miró a su alrededor buscando a Carmen, pero no tardaron en acorralarla dos periodistas.
—Sólo será un minuto, por favor —dijo la mujer. Paula intentó apartarse.
—Éste es un acto privado. A menos que hayan comprado entrada, tendrán que marcharse.
Ambos le enseñaron su entrada. Paula ahogó un gemido.
—¿Fue usted la que provocó o la que preparó el ataque de ayer para favorecer la campaña electoral de su padre? —preguntó el hombre.
—¿Es cierto que Pedro Alfonso y usted han dejado de salir juntos porque su padre salía perjudicado en las encuestas? ¿Han renunciado al amor por culpa de la campaña?
Paula apartó a los periodistas y avanzó hacia el interior del salón. Encontró a Carmen  hablando con el coordinador del acto.
—Ya sólo quedan entradas de pie —le dijo Carmen mientras se retiraban a una esquina más tranquila—. Gracias a ti, lo hemos vendido todo.
—Querrás decir gracias a que todo el mundo está deseando ser testigo de algo digno de contar a los amigos —repuso Paula con amargura.
Carmen cambió de expresión.
—¿Qué ha pasado?
Por supuesto, Paula no iba a contarle la conversación que había oído en el cuarto de baño.
—Algunos periodistas han comprado entradas y han intentado abordarme. Sinceramente, no sé cómo soportas todo esto, estar siempre bajo la luz de los focos. Lo odio. No se me da nada bien y no tengo ganas de vivir así.
—Tiene sus compensaciones —respondió Carmen.
Paula estuvo a punto de preguntar cuáles eran. Desde luego, no podía estar refiriéndose al dinero y al poder. Carmen procedía de una familia muy rica. Además, era una persona discreta y reservada, era imposible que le gustara vivir continuamente expuesta al ojo público.
Después, Paula se acordó de cómo miraba Carmen a Miguel y tuvo la respuesta. La compensación de Carmen era que podía continuar al lado del hombre al que amaba y que era capaz de hacerle feliz. Para ella todo giraba alrededor de Miguel.
Al pensar en su padre, recordó lo que había pasado la noche anterior en el hospital. Allí se había dado cuenta de que los sueños de su padre podrían tener un impacto real en la historia del país y que ella los había puesto en peligro. Por el mero hecho de aparecer, había arriesgado toda la campaña de su padre.

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