lunes, 12 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 9

Paula no  podía negar que todo lo que estaba pasando con Pedro, le  gustaba, le encantaba, él era el mejor hombre que había conocido desde que Carlos se fue… Bueno, no que hubo otros, porque jamás dejó que  otro hombre se le acerque.
-¿Entonces llegaste de viaje hace poco? – le preguntó Pepe, ya estaban por llegar a su casa, y Paula ni siquiera había visto el camino.
Hablar y estar con Pedro la hacía enloquecer, olvidar de todo y más de las cosas malas que le había pasado hace años… Quizás él era su medicina, la persona que le quitaría cualquier dolor y cualquier tristeza.
-Así es… - dijo ella sonriendo. – Me quedé allá por más de cinco años, trabajé y estudié, la verdad pude ahorrar bastante, porque en Milán trabajaba en dos turno y en los fines trabajaba en una cafetería. Mis padres siempre mandaron dinero para mí y también pagaban mi facultad, decían que podían pasar hambre, pero quería que fuera alguien en la vida.
-Wow, tienen dinero por lo que veo.
Paula respiró hondo y maneó la cabeza.
-La verdad no Pepe, todo lo que papá tiene son de sus socios, de la empresa, menos de él. – ella sin ver tomo la mano de Pepe y la apretó fuertísimo. – Ellos no saben lo bien que es estar con la conciencia limpia, ser feliz… Mis papás solo piensan en las cosas que uno tiene.
-Sé como son esas personas. – dijo él guiándola hasta una casita que tenía en la esquina. – Pero tu eres muy especial, digamos que totalmente distinta.
Ella le sonrió, la verdad así era, no le importaba nada que tenían los demás, el dinero no era tan importante como decían, no podía negar que si trae felicidad, porque si tuviera todo lo que necesitaba, podía pagar alguien para encontrar lo que de verdad soñaba y hacerla feliz por toda la vida, pero sabía que no era así, sus papás jamás le dieron mucho dinero porque sabían exactamente lo que ella podría hacer y Paula  había trabajado todo ese tiempo, ahorrando dinero y pagando detectives, pero siempre era inútiles.
-Bueno, esa es mi humilde casita. – dijo él señalando a la puerta. – No es nada de lo que estás acostumbrada, pero es mío y siento orgullo de haberla hecho con mi propio dinero. – oh, las palabras de Pedro eran totalmente encantadoras.
Cuando entraron, Pau pudo ver lo tan linda que era, podía ser simple y chiquita, pero era como las casitas de los sueños, arregladita, limpia y olía a Pedro, eso si era lo más especial y para su encanto había plantas y flores por todos los cuatro rincones de la casa.
-No sabía que te gustaban las flores. – dijo ella acercándose a unas que estaban al lado del sofá chiquita. – A mi me encanta, en Milán tenía de todos los tipos, la verdad no quedaban así tan lindas porque no tenía tiempo de conversar con ellas. – lo miró y sonrió. – Casi no quedaba en casa haciéndoles compañía.
-Que lindo, pero seguro estaban llenas de amor. – dijo él y Pau asintió.
Ella seguía mirando todo, una parte de la casa aun no estaba lista, parecía que estaban todavía construyendo dos habitaciones más y unas cuantas cosas que no entendía, al lado del living estaba la cocina, los muebles no eran nuevos para nada, parecía que había comprado de segunda mano, pero estaban todos tan limpios que parecían encantadores.
-Se ve linda tu casa. – elogió ella acercándose a Pepe.– Así como tú.
-Y como tú.
Ella lo abrazó por la cintura y lo besó, un beso intenso y a la vez tan inocente, le extrañaba tanto tener a alguien a quien besar, abrazar, decir que lo quería, cuando dejo sus labios ella respiro profundamente, sus ojos brillaban y su corazón latía rápidamente, sabía que si siguiera podría terminar en algo que no debía, no por ahora, pues todo aun era muy pronto.

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