miércoles, 21 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 34

Alejandra se acercó a ella haciéndola sentarse de nuevo y calmarse, tenía una dulce sonrisa en los labios.
-Mi niña, ella es divina y se parece tanto a tí. Tiene tus ojos, tu boca, tu nariz, muy parecida a ti. – dijo su madre. – Tiene el pelo negro como la noche y los ojos marrones como la miel. – Paula  se acordó de los ojos de Jessica que también eran así y también de los ojos de Carlos, de color miel, el pelo negro de él que le encantaba. – No hay duda que sea ella, la dejaron ahí aun chiquita, y seguro te estaba esperando porque nadie la adoptó.
-Mamá, sabía que era linda mamá.
-Si mi chiquita. – Alejandra acarició su pelo.
_-Porque no subes a ponerte algo más formal para irnos verla. – dijo su padre y Pau asintió.
Si tenia razón él, ella vestida una ropa de niña, pollerita corta, con una remera que le mostraba el ombligo, no tenía cara de mamá y si de una nena chiquita. Alejandra guiñó un ojo para Miguel mientras Paula subía las escaleras rápidamente, que bien que había dejado algunas ropas ahí… respiró hondo al llegar al piso de arriba, aun no podía creer que sus padres la habían encontrado, estaba en shock, por fin la conocería y la amaría mucho.
Paula sintió algo raro que la dejo chinita, antes de entrar en su habitación, abrió la puerta despacio y sintió un olor distinto, que era riquísimo pero no de su perfumen, entró en el cuarto y al voltearse para su cama le sorprendió una chiquita maravillosa, que la miraba con una sonrisa encantadora. No tenía palabras en aquel momento, no tenia ni siquiera lagrimas para llorar de felicidad, ni sabía como reaccionar, solamente dejo salir un suspiró y sintió la suave manita de la nena sobre la suya.
No tenía ningún tipo de reacción en aquel momento ¿Estaba soñando? ¿Estaba despierta? Si lo estaba, no podía ser tan real un sueño… Lo único que pude hacer fue abrir mis brazos para tenerla cerquita de mi corazón y llenarla de besos como siempre había deseado.
Cuando los brazos de Paula abrieron, la nenita se acomodó en ellos, en un abrazo fuerte que las dos necesitaban, las lágrimas de Pau eran de pura felicidad, no había otra persona en el mundo más feliz que ella, ahí tenía a su hija, la que siempre había deseado tener a su lado. Se dejaron de abrazar por un momento y justo ahí se miraron a los ojos, era realmente parecida a Paula, tenía sus trazos, pero sus ojos eran igualitos de Carlos, había algo en ellos que ella no sabía explicar, algo que jamás había visto, solo de la nena.
-Mi bebita, cuanto deseaba verte. – dijo Pau arrodillada, para estar a la altura de la nena, sus lagrimas eran dulces, de alegrías. – Como eres linda. – le acarició el pelo negro, lacio, lleno de vida.
-¿Eres mi madre? – preguntó la niña, también emocionada, ya esperaba el reencuentro desde que sus abuelos la habían ido a buscar.
-Si lo soy. – las dos sonrieron y volvieron a abrazar. – Yo jamás imaginé que fueras tan linda princesa.
-Yo tampoco lo imaginé… - su voz era dulce y calmada, la hacia acordar a alguien especial que había entrado también en su vida. – Siempre me decían que un día encontraría a mi mamá, que un día ella venía por mí y me haría feliz. – le contaba a Pau con toda paciencia, mientras lloraban, la verdad las dos habían sufrido todos los días por ese abandono. – Me decían las hermanitas, que mi mamá era linda, que era grande y seguro una señora educada, pero veo que no es así. – le sonrió.
-¿No soy como deseabas? – la mirada de Pau cambió completamente, la verdad un poco le dio, pero no era bien lo que imaginaba.
-No eres como yo pensaba. – la nena le acarició la mejilla de Pau delicadamente, y se sentaron las dos en el suelo. – Eres como una nenita, una muñequita mamá.
La sonrisa de Pau decía más que todo, las palabras de su pequeñita la hizo estremecer, siempre había deseado ser llamada mamá y ahora… No, seguro era un sueño bellísimo, no podía ser verdad, no podía creer que estaba tan feliz y con su hija, la niña más linda que había visto en su vida.
-Vida mía, eres encantadora.

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