viernes, 23 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 41

A veces ni siempre lo que pensamos es cierto, y las decepciones siempre nos sorprenden, como en aquel día, donde estaba pensando en contar a Pepe lo que de verdad le estaba pasando…
-¿Pepe? – llamó el doctor al salir del cuarto.
Paula había desmayado y ni con el alcohol había despertado y eso desesperó a  Pedro, tanto que llamó a un medico que era muy amigo suyo. Todos estaban preocupados por ella, tanto Pepe  como las nenas, esperaban ansiosos una noticia de Pau.
-¿Como está Luciano? – preguntó Pepe preocupado.
-No te preocupes, Paula esta bien, le di una medicina y está mejor ahora. – le dijo sonriendo. – Me dijo ella que no es la primera vez que siente eso, lo mejor es que la lleve a un hospital para hacerle estudios de la sangre, acá no pude hacer mucho.
-Sí, si la llevaré ahorita mismo. – dijo Pedro al doctor. – No sabía que había sentido eso antes, la verdad no me contó.
-Sí, pero no se preocupen, no es tan urgente que hagan los exámenes. – el doctor respiró hondo y miró bien a Pedro.– Ella está muy estresada, necesita descansar y también comer mucho, porque me parece que esta flaca y esos mareos seguro son causas de la anemia.
-La cuidaré. – le sonrió. - ¿Cuánto te debo Luciano?
Él doctor puso su mano en el hombro de Pedro, lo conocía desde hace mucho y jamás seria capaz de cobrarle algo, sabia que su amigo no tenia condiciones para pagar una de sus consultas, por eso estaba más que contento por poderle ayudar.
-Sabes que no es nada, cuando necesites puedes llamarme, vengo a cualquier hora.
-Muchas gracias Luciano.
Pedro le acompaño hasta la puerta y volvió rápido para ver a Paula que estaba en su cuarto, pero cuando llego en la puerta se encontró una con escena maravillosa, las nenas estaban acostadas cada uno de un lado de Pau le daban miles de besos y cariños, la verdad que era encantadoras las pequeñas.
-¿Puedo entrar? – preguntó Pedro.
-Claro mi amor. – Pau le contestó con una sonrisa hermosa y le señaló la orilla de la cama para que se sentara.
Y así hizo, se sentó a sus pies, y los acarició por arriba del edredón que cubría sus piernas ¿Cómo podría amarla tanto? Estaba seguro que aquella mujer era la que siempre había soñado, la que amaba y amaría siempre y si pasara algo, lucharía con todas sus fuerzas para tenerla a su lado, y no la dejaría sufrir más, todo lo que estaba a sus manos haría con gusto mientras que se quedara feliz.
-Perdón por asustarle, la verdad no fue mi culpa. – dijo ella mirándolos a todos. – No me sentía bien desde el departamento y cuando llegué acá no vi nada más.
-No mi vida, no te preocupes, dijo el doctor que esta un poquito flaca, que no andas durmiendo bien, tampoco alimentándote bien eh. – le hizo cara fea y ella le sonrió.
-No es cierto, estoy comiendo como loca, a cada rato, a cada momento, hasta me estoy sintiendo más gorda. – dijo ella.
-Si es verdad. – completó Jessica. – Mami come demasiado jajaja.
-Si, pero lo que no debes comer, palomitas, caramelos, chocolates, gaseosas, esas cosas no te hace bien mi amor, quiero que alimentes bien, que comas bien, y con toda las sorpresas que tuviste en los últimos días te ha dejado más vulnerable, más débil, más ansiosa, y esas cosas suelen pasar. – él seguía hablando como si fuera su madre, con un tono de autoridad y de regaño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario