lunes, 19 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 29

Pedro no aguantó las casas de besarla, de hacerla suya de nuevo, él sabía que ella quería aun más que él, por sus palabras, por sus gestos, sus acciones. Pepe tenía el rostro de Paula entre sus manos, y sus labios rozando en los de ella ¿Cómo podía ser tan tierna y a la vez tan sensual, tan sexy? Bueno, no podría volver a hacer el amor con ella en aquel sofá otra vez, se levantó despacio del sofá cargándola como una niña y la llevo a su habitación, sin dejar de besarla.
-Huy. – él la depositó en la cama suavemente. – Estoy viviendo un sueño contigo.
-No, no es sueño chiquita.
Mientras la besaba desabrochaba los botones de su camisa para estar libre luego de las ropas, ella acariciaba su cuello suavemente, sus manos tan delicadas lo volvía loco, completamente loco.
-Me volveré adicta a esto. – dijo ella cuando por fin la dejo respirar.
-Pues a mi me encantaría, claro si siempre fuera conmigo.
-Contigo siempre mi vida…
-Si, siempre… - le empezó a besarle el cuello. – Quiero que seas mía de por vida, quiero que hagamos una familia enorme y que seas mi esposa. – las palabras de Pepe la hacia inmensamente feliz, en parte fue muy bueno volver a su país, jamás había pensando que podría encontrar a su príncipe azul.
Paula abrazó la cintura de Pepe con sus piernas y se sentaron en la cama, entrelazados, se miraban y empezaban despacio a sacar la ropa, aventándola bien lejos de la cama, prenda a prenda, ella ya no se sentía avergonzada, sabía que a Pepe le gustaba su cuerpo y ella amaba el suyo. En minutos quedaron completamente desnudos, se acariciaban con las puntas de los dedos, viendo cada marcas en el cuerpo, cicatrices de cuando eran niños y traviesos, lunares que poco se veían, los músculos formado por el tiempo y por el trabajo, reparando en los tamaños de las pequeñas cosas, de los pechos de Pau, de las pompas de Pepe, de los pezones, del ombligo… Todo, todo les parecía perfecto, como si sin aquellos detalles no serian los mismos.
Pedro la recostó delicadamente en la cama, besando cada centímetro de su piel, desde los labios hasta los pies, su cuello divino que olía a fresas, rico para comerlo a besos… Sus pechos redondos y firmes no eran tan pequeño como se mostraba en la pequeña y apretada remera que usaba Pau, sus pezones chiquitos de color roseado, ella era realmente hermosa, su panza plana y firme, podía estar besándola toda la noche, y su ombligo el más sexy que había visto en todo el mundo… Se detuvo antes de llegar en su parte más íntima y la miró, ella se encontraba con los ojos cerrados y sus manos apretando las sabanas, sus gemidos le encantaban a Pedro.
-Aw mi chiquita hermosa. – susurró él.
Ya se amaban y eso era lo bastante, Pedro estaba dispuesto a todo para hacerla feliz, no solo en la cama… También haría todo para encontrar a su hija, eso estaba seguro, movería mar y tierra pero la encontraría.
Todo lo que estaba pasando en aquel momento era más que mágico, más que lindo, los gemidos, las posiciones que hacían, hacer el amor con Pepe no era hacerlo simplemente, ella se sentía completa a su lado, segura y ni explicar las sensaciones que sentía en aquel momento. Mientras sus cuerpos ya unidos bailaban arriba de la cama, llegando al cielo con sus cuerpos placenteros. Sus cuerpos sudados, la respiración agitada y los finos gritos de Paula hicieron que Pepe  llegara al clímax luego después de la tercera vez de Pau.
Ella jamás imaginaria que pudiera sentir eso, la otra noche el orgasmo había sido espectacular, pero ahora era mil veces mejor, y con el rozar de la pelvis pudo llegar más de tres veces al clímax.
Por fin cuando ya sus respiraciones volvían al normal, cuando sus cuerpos pedían por descanso él salió de ella despacio, haciéndola estremecer, si él volviera a tentarla, aceptaría de nuevo.-Te amo chiquita. – le dijo dándole un besito en los labios.
-Y yo a tí mi príncipe encantado.
Cerró los ojos y lo abrazo fuerte, quizás en aquel momento estaba empezando a nacer uno de sus mayores sueños… tener su propia familia.

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