martes, 27 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 51

-No es una broma Pedro, todas las cartas me decía en como me sentía en relación a Soledad, y todo es verdad, la amo mucho, demasiado, pero es como si el lugarcito en mi corazón que solo pertenecía a mi hija perdida aun está vacío y hasta ahí no entendía porque, podía tenerla a mi lado, pero algo faltaba… - sus lagrimas empezaron a resbalar. – He hablado todo eso con mis papás, que quiero saber donde está mi verdadera hija, quiero saber Pepe.
Él la abrazó fuerte y limpió sus lagrimitas, le partía el corazón verla así, él sabia de cosas que no podría decir, pero no porque no podía y si porque no quería verla sufrir, no ahora, quería esperar que todo eso pasara, que toda esa tormenta se fuese, pero estaba siendo demasiado difícil verla así con esa grande duda que le invadía y el vacío que tenia en el corazón.
-Mi amor, si Soledad no es tu hija podemos comprobar eso con un examen de ADN ¿No? Podemos hacer un pedido en el hospital, hoy se consigue gratis y también si quieres los dos podemos juntar algo para hacerlo, para todo ir más rápido, pero estoy casi seguro de que ella es tu hija, son tan igualitas, tan bravitas. – se rió al igual que Pau, pero luego hicieron un silencio mortal, hasta que él le preguntó. - ¿Si Soledad de verdad no es tu hija? ¿Qué harás?
-Empezar de nuevo a buscar a mi chiquita y agradecer mucho a Diosito por haber puesto a Soledad en mi camino, porque es divina y me hizo sentir cosas maravillosas, sensaciones lindas. – ella le sonrió. – Nada cambiaría entre nosotras, yo siempre seguiré siendo su mamá Pepe, no la dejaría nunca, como a Jessica, jamás la dejaré sola.
-Me gusta mucho cuando hablas así de las pequeñas, no sabes como me encariñé con Soledad y la tengo como mi hija, me llama de papá y Jessica también, por eso quería saber que pasaría si todo eso que piensas fuera verdad. – él le acarició su mejilla. - ¿Qué te dijeron sus padres sobres las cartas?
-Mi mamá me convenció que si Soledad es mi hija, porque todos sus papeles lo dicen, fue dejada por la familia que había dado a mi hija y también tiene la misma edad, la registraron un día después, todo, todo indica que es ella, me lo dijo mamá y no sé que pensar porque me cuesta creer, por más que sé que ella jamás me mentiría.
-Ves bebé, no pasa nada, seguro alguien quiere jugar nada más. – se abrazaron y Pedro cerró los ojos, sentía un dolor horrible por no poder decirle lo que sabia, no era mucho, pero podía lastimarla mucho.
Bueno, es cierto cuando dicen que si uno nace para sufrir, sufrirá siempre… Podía estar feliz porque todos me decían que Soledad de verdad era mi hija y que las cartas eran puras mentiras, pero mi corazón no quería creer, ya no quería ser más engañado.

Aquella mañana, no solo recibió una carta,  también una gran sorpresa, o mejor un gran susto.
-¿Que haces aquí de nuevo? – preguntó Pedro a Rosa. – Te he dicho para que no vengas a mi casa.
Otra vez la señora allí, eran las seis de la mañana, Paula y las nenas aun seguían durmiendo y Pedro les hacia el desayuno para cuando despertara, pero vaya sorpresa de nuevo ¿Qué tanto insistía esa señora?
-Pedro, déjame hablar con ella, te juro que no pongo tu nombre de por medio, pero por favor, necesito hablar con Paula. – Pedro respiró hondo y maneó la cabeza. - ¿Por qué? ¿La quieres ver sufrir? Estar al lado de una nena que no es su hija, no le hagas eso Pedro, no sabes que es ser mamá y perder a un hijo.
-Rosa, por eso, por no querer verla sufrir que no puedo contarle, y ni siquiera sabemos si es verdad o no. – él puso la mano en el pelo. – No sabemos bien si la nena no es la hija de Pau.
-Yo si lo sé. – afirmó ella.
-Eso es lo que tú hablas ¿Y si también estás engañada? ¿No ves como la nena se parece a Pau? – ella maneó la cabeza.
-¿Cuantas nenas no se parece a ella Pepe? Es una niña normal, una niña blanca como Paula, de pelo lacio, como la mayoría, eso no dice nada que es su hija. – ella intentó entrar pero Pedro no la dejó. – Yo no estoy aquí para hacerle daño, conocí a Paula y sé que es una nena adorable y a parte de todo eso también quiero a mi verdadera nieta, quiero estar con ella y…
-Y nada Rosa…
-También tengo derecho. – afirmó ella con lagrimas en los ojos, si, ella decía la verdad. – Por favor, te lo estoy pidiendo.

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