lunes, 12 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 6

Jamás pensó que pudiera ser él de nuevo… Encontrarlo le hizo sonreír, la hizo feliz, como si todos los recuerdos que tenían en aquel momento borrasen. Creo que él estaba quedando de poquito en su corazón y en su mente.
Cuando los ojos de Paula y Pedro se encontraron, la única reacción que tuvo fue agacharse hasta ella y verle bien lo que le pasaba, sus ojos que siempre habían brillado como diamantes estaban en aquel momento apagados, sin brillo y completamente tristes.
Él no supo que decir, ni sabía como reaccionar, entonces dejó que su corazón hiciera todo, sus manos acariciaron el rostro de Pau, helado y mojado por la lluvia que ahora había amenizado, sus dedos calientes provocaron en ella cierta confusión, él acercó sus labios en su mejilla para darle un beso, pero no aguanto y bajó su boca un poco más hasta tocar sus labios en el suyo, besándola tiernamente.
Paula por un momento quedó asustada por la acción de Pepe, pero poco a poco le empezó a gustar y a disfrutar, llevo sus manos hasta el cuello de él y se levantaron aun con los labios unidos. Quizás ese era el mejor remedio para los dolores de Pau, amar y dejar ser amada. Cuando se dió cuenta de lo que de verdad estaba pasando, ella dejo de besarlo y lo miro a los ojos regalándole una sonrisa.
-Estás completamente fría y mojada. – le dijo Pepe acariciándole el pelo. – Pero linda.
Ella no dijo nada, simplemente tomó la iniciativa de besarlo de nuevo, ahora algo más intenso, entrelazando sus dedos en el pelo de Pepe y él jalándola por la cintura. Era como si lo conociera de hace mucho tiempo y él a ella, cuando por fin le faltó el aliento, dejó sus labios ricos y lo abrazó con fuerza, con tanta fuerza como si tuviera miedo de perderlo.
-¿Porque tan triste? – preguntó él aun con ella abrazada. – No te imaginas como me dolió verte así.
-No sé que pasó, pero amanecí un poco bajoneada. – dijo con voz de bebé. – Abrázame, por favor, abrázame muy fuerte.
Cuando se abrazaron de nuevo la lluvia empezó a caerse de nuevo, uniéndose aun más, pero en eso Pepe tocó el timbre del orfanato, porque Paula temblaba de frió y necesitaba un lugar calentito.
Tardó un poco, hasta que las puertas abrieron, y Victoria les recibió con una sonrisa muy linda en la cara, agradecida, porque mismo con la lluvia ella había ido, eso haría muy feliz a sus chiquitas.
-Oh, Dios mío, estás toda mojada Pau. – dijo Victoria ayudándola a sentar en el sofá de la gran sala del orfanato, mientras Pepe las seguían. – Te traigo algo caliente para tomar ¿Si? – Pau asintió. – No, mejor primero pongas algo calentito sino te pondrás enferma. – y se retiro para buscar algo caliente a Pau.
-¿Como te sientes? – preguntó Pepe, agachándose para mirarla bien.
-Mejor. – ella le sonrió. – Me ayudaste de nuevo, muchas gracias.
-No, no te ayudé… tu me ayudaste. – le dijo con cariño y a la misma vez poniendo un mechón de su pelo tras la oreja. – Eres una muñequita, tan frágil, tan linda, tan dulce, la verdad que siento una gran ternura cuando te veo y por eso quiero protegerte.
Paula no sabía que decir, se sonrojó con las palabras de Pedro pero no dejó de mirarlo, y para colmo ella se sentía muy protegida a su lado, muy bien y a gusto, eso porque apenas lo conocía, pero para el amor no había tiempo, tampoco edad…
-Espero que esta ropa te sirva, ya sé que te quedará grande, pero mejor que la que estás. – entró Victoria con ropas en la mano y una manta calentita.
-Gracias Victoria. – se levantó para ir al baño poner la ropa. – Muchas gracias, la verdad no sé que haría si no fuera por ustedes dos. – su mirada pasó por Pepe que también se levantó y luego por Victoria, en eso quitó su camisa que tenía arriba de la remera dejándolo caerse en el suelo.
Pepe lo recorrió y le devolvió, ahora mirando a su cuerpo encantador, la silueta de Paula que por la ropa mojada dejaba más a desear, la forma de su cintura, de sus caderas, de sus senos, eran como las de una princesa… Sus ojos se detuvieron en una marca que tenía en el brazo, bueno, una marca hecha por tinturas.
-¿Es un tatuaje? – preguntó él al darle la camisa.
-Sí. – dijo ella desviando sus ojos por el pasillo y se fue para poner una ropa limpia y calentita.

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