viernes, 23 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 40

-¿Me aguantarás todos los días del mal humor? – él asintió. – ¿Y también las noches donde no querré hacer el amor? – otra vez asintió. - ¿Salir a la noche en busca de algo que se me antoja cuando esté embarazada?
-Jaja eso y mucho más mi amor. – le rodeo la cintura con sus brazos y la beso intensamente.
Las niñas estaban entrando en la habitación y vieron la ensena maravillosa de amor, en parte les encantaron ver los dos tan enamorados, pero en otra era puro asco ¿Cómo podían besarse así?
-Mejor dejamos el otro hermanito para después mamá. – dijo Jessica interrumpiéndola. – Ya basta con Soledad, no quiero más hermanos. – Pau y Pepe la miraron riéndose.
-Oye, tu si que ya basta nena, yo que no quería hermanos… - alzó la voz Soledad. – Para mí no eres mi hermana, ni siquiera tienes mi color.
Los ojos de Jessica llenaron de lágrimas, obvio ella también había buscado eso, pero Sole no necesitaba decirlo así y más frente a Paula, era feo oírlo y sabía perfectamente que llevaría un regaño muy grande por parte de su madre, en tan solo ver su cara podía sentirlo.
-Pídele disculpas Soledad. – ordenó Pau. – No se habla así con nadie eh, todos somos iguales, sin diferencias y Jessica es tu hermana igual, y siempre lo serás.
-Jessica está mal tu también que digas esas cosas nena, los hermanos son lo más divino en el mundo. – dijo Pepe con calma. – Me gustaría mucho tenerlos.
-No quiero más peleas… - decía Pau acercándose a ellas. – Puedo ser un pan de Dios, tierna y cariñosa, pero también puedo ser malita si siguen así y también puedo ponerles de castigo, no solo cariño les tengo que dar y si también enseñarles las cosas buenas y malas de la vida y esa es una. – la voz de Paula había cambiado por autoridad, Pedro se sorprendió viéndola hablando así, jamás imaginaria que ella fuera tan autoritaria cuando se trataba de peleas entre niños. – Nadas de peleas ¿Ok? – las nenas sintieron. – Bueno, ahora quiero que se abrasen y piden perdón una a la otra y juren que no habrá más discriminación.
Las niñas se abrazaron de mala gana, la verdad también a ellas le sorprendió la reacción de Pau, pero en parte ella tenía razón, debería tener autoridad frente a sus hijas, a parte, ella era la mas grande ahí y también la mamá, podía dolerle, pero era así que educaría a sus hijas y no de otra forma… Porque así le agradecerán más tarde.
Los cuatro salieron caminando del departamento y fueron a casa de Pedro, el sol aun estaba bien caliente, faltaba mucho para llegar la noche, estaba siendo un día tan largo para Paula, ni siquiera ella entendía que se pasaba, su espalda dolía, su cabeza dolía, sus piernas no aguantaban más y cuanto más comía sentía más hambre, y las nenas por más que peleaban estaban juntas y jugando.
-Los nenes son increíbles ¿No? – le decía Pedro, mientras se acercaban a su casa. – Recién se peleaban y mira las dos, corriendo y riendo de las manos. – ella lo miro con una sonrisa no muy convencida. – Me sorprendiste Pau, jamás pensé que serías tan autoritaria con las nenas, hiciste bien ¿Sabes?
-Si, no quiero que se pelee, sabía que pasaría eso… Y creo que a veces necesitamos ser duros con ellos para que puedan ver la realidad.
-Si, tienes razón. – le detuvieron y se dieron un suave beso. - ¿Qué decidiste amor? ¿Quedarás con el departamento o aceptas vivir conmigo? – los dos suspiraron y luego rieron. - ¿Entonces?
-Lo acepto, te amo mucho y quiero estar contigo toda la vida, empezando por ahora. – otra vez se besaron, mientras las nenas los esperaban antes de pasar la calle. – Espero después no te arrepientas.
-Jaja, no te preocupes.
Llegaron en la casa de Pepe, las primeras a entrar fueron Sole y Jessy, ni siquiera conocían la casa, pero era como si hubiesen vivido todas sus vidas allá, antes mismo que pudiera entrar ya empezaron a hacer travesuras.
-Nada de travesuras eh. – grito Pau desde la puerta, agarrando el brazo de Pedro.
-¿Que tienes mi amor? Se te ve algo pálida. – dijo él al verla respirando hondo.
Si la verdad no se sentía muy bien, su estomago parecía estar en una montaña rusa, hasta su respiración estaba demasiado agitada por lo normal, quizás estaba cansada, había sido muchas cosas para ella, la sorpresa de su hija, la casa, el pedido que hizo a Pedro, ni siquiera había podido descansar.
-Ay mi vida, necesito sentar un poquito. – dijo ella apoyándose en él, que la llevo en el sofá donde estaban las nenas.
-¿Que tiene mamá? – preguntó Sole al verla sentándose y respirando hondo.
-Chi ¿Qué tiene mi Candy?
-Estoy bien mis niñas, no se preocupen.
Si tan bien que sus ojos oscurecieron inmediatamente, solo escuchando las voces de sus bebitas preguntando que le pasaba y la voz de Pepe para que la esperara, nada más pudo ver.
-Pepe. – gritó Jessy. – Mamá se desmayó.
Pedro vino corriendo de nuevo con el alcohol en las manos, algo le estaba pasando y era mejor que viera un doctor.

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