martes, 27 de octubre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 52

-Yo no quiero ser el malo de la historia, pero Paula piensa que estás muerta, no esta bueno que aparezcas así tan rápido en su vida, todo tiene que ser despacio. – dijo él calmamente, hablaba bajito para que no escuchara nadie. – Estás muerta para ella.
-Pero no estoy muerta Pedro, soy la abuela de su hija y tengo todo derecho de buscarla también ¿Y tú quien eres? – lo ultimo dijo más alto de lo que imaginaba.
-Shh ¿No puedes hablar más bajo? – dijo furioso.
-¿Que diría Paula  si supiera que trabajas para su padre? No le gustaría nada. – se lo dijo y salió del lugar y ya lejos se volteó. – No pienses que las cosas quedaran así. – gritó.
¿Qué podría hacer él? La amaba demasiado para lastimarla, quizás había ido lejos demasiado sin decirle la verdad, pero jamás pensó que podría enamorarse de la hija de Miguel, la chica a quien seguía desde el primer momento que llegó a la ciudad y que también sabía más cosas de lo que imaginaba… Él la amaba y por ese amor no podía contarle nada, no por ahora.
-¿Porque las cosas tienen que ser así? – preguntó él cerrando la puerta, pero cuando se volteó deparó con la imagen pálida de Paula. – ¡Que susto mi amor! – él le sonrió y ella le correspondió. – Pensé que querías dormir un poquito más.
-Si, pero no tengo sueño. – su voz era rara, pero seguía con la sonrisa. – No me sentía muy bien.
-¿Que tienes mi amor? ¿Te pasa algo?
-Si… - bajó la mirada y se sentó en el sofá delicadamente. - ¿Pedro?
-Si mi vida.
-¿Me amas? – la voz de Pau estaba tan rara, como si estuviera sintiendo un dolor horrible, y bueno, lo estaba.
-Más que mi propia vida, y siempre te amaré, siempre, pase lo que pase mi vida. – él la abrazo y ella se puso a llorar, como una niña chiquita, aferrando a su cuerpo musculoso. – No llores que me duele mucho verte así, mucho mi vida.
-Entonces ¿Por qué me haces eso? – su pregunta fue como una espada atravesando el pecho de Pedro, si, ella había escuchado todo. - ¿Por qué? Si te amo tanto y soy capaz de darte mi vida. – ellos seguían abrazados. – Dime todo lo que tienes que decir, por favor, por favor.
-Pau, no quería hacerte daño, enserio no quería. – él también empezó a llorar, le daba pavor pensar que podía perderla por algo que él provocaste. – Yo siempre he trabajado duro, pero un día llego tu padre y me contrato para vigilar la hija rebelde, pero jamás supe que eras tan linda, dulce y que sufrías tanto. – ella lo dejo de abrazar y lo miro a los ojos. – Poco a poco me fui enamorando de ti, queriéndote más y más y solo quería ayudarte, y seguí trabajando para tu padre para saber cosas de tu hija. – ella se levantó y respiró hondo, no quería gritar, tampoco pelear con él, a parte, Soledad podía despertar. – No lo hice por mal, te lo juro, solo quería verte feliz princesa, y encontrar tu verdadera hija.
-¿Y con todo eso que lograste? – preguntó ella volteándose para no verle la cara. - ¿Qué lograste? ¿Engañarme todo ese tiempo? Contento a mi padre cada paso que daba yo, cada palabra que decía, cada cosa que hacia ¿No?
-No Pau, yo cuando te conocí bien y ví que te amaba, ya no decía a tu padre la verdad, la única verdad que le decía era que sufrías mucho por no tener a tu hija, nada más. Yo no podía engañarte así mi amor, porque te amo, y todo lo hice para verte feliz al lado de tu hija.
-Bien ¿Y Rosa? ¿Qué tienes a ver con Rosa? – le preguntó enojada. – Yo pensé que había muerto junto a Carlos en aquel accidente ¿Por qué no me dijiste antes? ¿Por qué Pedro?

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