domingo, 4 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 43

Pedro la abrazó y Paula se sintió perdida. Los altos muros de dolor y rabia que los  separaban  se rompieron  momentáneamente,  aplastados  por  la  fuerza  de  su  necesidad mutua.Él la besó. Y fue un beso de castigo... Al principio.Pero  cuando  ella  abrió  la  boca  con  un  suspiro  de  rendición,  el  beso  cambió  en  un instante, se hizo húmedo, suave y erótico.El levantó la cabeza con un gemido y volvió a darle un beso tan largo, profundo y  lento  que  ella  creyó  que  se  iba  a  morir  de placer.  Las  manos  de  él,  tan  cálidas  y  fuertes,  le  acariciaron  la  espalda,  subiendo  y  bajando por  la  camisa  hasta  que  encontró el cierre del sujetador y lo soltó. Pasó un dedo despacio por la espina dorsal y fue dejando llamaradas a su paso.Y  después  volvió  a  besarla  en  la  boca.  Miró  su rostro  sonrojado  y  sus  labios  hinchados y deslizó las manos debajo del sujetador desabrochado. Ella lo miró a los ojos y se estremeció de placer cuando él le cubrió los pechos con sus manos grandes. Los  pezones  de  ella  se  endurecieron;  Pedro  aplastó  las  manos  y  los  frotó  con  las palmas hasta que ella gimió en voz alta.Le sonrió.

—Sí —dijo—.  Sí  —su  sonrisa  cambió,  se  hizo  más  oscura—.  Quiero  verte... tengo que verte.Tiro del dobladillo de la camisa y la subió hacia arriba. Ella levantó los brazos y la prenda desapareció.

Pedro rozó un momento los tirantes de raso de sus hombros y después bajó el sujetador por los brazos y lo dejó a un lado.

—Pau—susurró;  bajó  la  cabeza—.  Pau...  —cerró  los  labios  en  torno  al  pezón,  que mordisqueó con cuidado y acarició con la lengua.Y ella se apoyó en él, se agarró a sus hombros y deseó que esa magia, ese placer, pudiera  acercarlos  de  un  modo  que  importara.  Que  aquel  placer caliente  que  encontraban uno en el otro ayudara a Pedro a volver a confiar en ella. Pero no sería así y ella lo sabía... en su cabeza. Su corazón y su cuerpo eran otra historia. Mientras  él  le  succionaba un  pezón,  acariciaba  el  otro  con  la  mano;  después  pasó la boca al segundo y ella deslizó los dedos en su pelo castaño dorado, echó atrás la cabeza y gimió en voz alta.Y entonces la mano de él bajó hasta el cierre del pantalón corto rosa que llevaba Paula y ella adivinó lo que buscaba y le ayudó a abrir la cremallera y bajar la prenda por las caderas. El pantalón cayó alrededor de sus tobillos y Paula levantó primero un pie y después el otro y lo apartó.

Pedro  tiró  de  su  tanga  y  lo bajó  despacio.  Se  enganchó  de  tal  modo  en  los  zapatos que no pudo soltarlo y lo dejó allí. Estaba ocupado con la boca en el pecho de ella  y  la  mano  en  los  rizos entre  sus  piernas.  La  acarició  un  momento  y  después  deslizó un dedo en los pliegues húmedos de su sexo. Paula se levantó hacia él, subiendo las caderas, perdida ya a todo lo que no fuera la sensación  de  la  boca  de  él  en  sus  pechos  y  la  caricia  caliente  en  el  punto  más  sensible de ella.Estaba  muy  mojada  y  le  temblaban  las  piernas.  Se  sentía  subir,  notaba  que  el  placer  se extendía  y  el  orgasmo  se  acercaba  cada  vez  más,  y  no  sabía  si  podría  mantenerse en pie.Y de pronto ya no tuvo que hacerlo porque él la levantaba contra su pecho. La besó en la boca y la llevó a la cama.

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