lunes, 5 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 46

Encontró a Paula en el pasillo de arriba, apoyada contra el marco de la puerta de su cuarto, con los brazos cruzados sobre el pecho y un pie cruzado sobre el otro. Pedro  sintió deseos de abrazarla con fuerza, pero algo lo contuvo.

—¿Se ha ahogado? —murmuró.

Paula sonrió.

—Hace  unos  minutos  he  llamado  a  la  puerta  de  su  baño.  Todavía  respira,  créeme.

—¿Y qué hace?

—Tomar un baño.

—Pero le gusta ducharse...

—De  vez  en  cuando  le  apetece  un  baño.  A  veces  se  queda  una  hora  dentro,  jugando y cantando —inclinó la cabeza a un lado—. Escucha...

Pedro se esforzó por oír. La voz de su hijo desentonaba un poco. Reconoció la canción.

—¿El  submarino  amarillo?  —Paula asintió—.  Es  más  vieja  que  yo  —escuchó—. Parece que se la sabe entera.

—Se  la  enseñó  Manuel —ella  lo  miró  a  los  ojos,  como  desafiándolo  a  decir  algo  contra su maravilloso esposo muerto.

Pedro  ahogó  la  amargura  que  le  producía  que  ella  hubiera  dejado  a  otro  hombre  enseñarle canciones  a  su  hijo  y  se  acercó  un  paso  a  ella.  Y  otro.  Paula no  se  apartó. Pedro captó su aroma, cálido, fresco y dulce, que le llevaba recuerdos de una noche lejana, de una chica deseosa, una chica a la que él había llamado con el nombre de su hermana. De un vestido rosa y una corona de reina del baile y el ramo de rosas rojas que le habían dado al ponerle la corona. Recuerdos...

—Pedro... —dijo ella con suavidad.

Él levantó una mano, apoyó el dedo índice en el pulso de ella y notó que éste se precipitaba. Paula  se estremeció  y  suspiró,  incapaz  de  ocultar  su  deseo.  Pedro  le  acarició  el  cuello y deslizó el dedo bajo la tela de algodón del top. Rozó los tirantes del sujetador y  pensó  que  le  gustaría  quitárselo enseguida,  en  cuanto  la  tuviera  a  solas  en  su  cuarto.A solas los dos...

Pedro posó la mano en el cuello de ella, con el pulgar y el índice a cada lado, y sintió de nuevo su pulso acelerado.Bajó  la  cabeza  hacia  la  boca  de  ella,  pero  no  la  besó.  Todavía  no.  El  aliento cálido de ella le rozó la mejilla. Su pecho se elevaba y caía con un ritmo agitado. De deseo. La catarata sedosa de su pelo le caía sobre los hombros. Tomó un mechón y se lo acercó a la boca para frotarlo contra sus labios. Paula soltó un gritito y se apoyó contra él ofreciéndole su boca.Él  la  tomó,  le apartó  el  pelo  de  la  cara  y  la  besó.  La  lengua  de  ella  salió  al  encuentro  de  la  suya  y  él  la apretó  más  contra  sí,  y  una  parte  racional  de  su  mente  pensó  que  tenía  que  dejar  los  frenos puestos,  no  podía  permitirse  empezar  a  arrancarle la ropa. Feli podía encontrarlos así y... Y se olvidó de Feli. Frotó las caderas contra ella, con el miembro tan duro que resultaba doloroso, tan duro que sólo pensaba en arrancarle las bragas y hundirse en su calor sedoso.

Sorprendentemente,  a  pesar  de  la  niebla  densa  que  lo  envolvía,  permaneció  consciente del lugar donde estaban y en cierto momento se dio cuenta de que Feli había dejado de cantar. Ella también debió notarlo, ya que se separaron a la vez, él con un gemido, ella con un gritito. Pedro retrocedió. Le ardía todo el cuerpo.Sus  ojos  se  encontraron.  Y  después  la  mirada  de  ella  pasó por  encima  del  hombro de él hacia la puerta del cuarto de Feli.

—Sigue ahí —susurró.

Pedro respiró  hondo  y  contó  hasta  diez.  Hizo  uso  de  toda  su  fuerza  de  voluntad  y  consiguió  que  su  erección  remitiera  lo  suficiente  para  que  dejara  de  presionar el pantalón. Oyó ruido de pies descalzos.

—¿Por fin estás listo, Feli? —preguntó Paula.

—Sí. He venido a darles las buenas noches.

—Que duermas bien —dijo ella.

Pedro sonrió y levantó una mano a modo de saludo.

—Hasta mañana, campeón.

Feli frunció el ceño y los miró por turno.

—Están raros. ¿Qué pasa? —sonrió lentamente—. Bueno, ya lo pillo. Es esa cosa de los novios, ¿Verdad?

Paula hizo una mueca.

—Sin comentarios, amiguito. Vete a la cama.

Feli se volvió, todavía sonriendo, y los dejó solos.

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