miércoles, 14 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 15

Minutos después llego a la calle Cheyenne y se quedó asombrado al ver la enorme cantidad de periodistas que se habían reunido delante del edificio. Buscó a Paula con la mirada, pero era evidente que aun no había salido. Así que aceleró un poco y se alejó. No quería que lo reconocieran. Sabía que más tarde o más temprano tendría que responder a sus preguntas. Sin embargo, prefería que fuera después de la conferencia de prensa de Esteban y cuando ya se hubieran cansado del asunto.

Giro hacía el edificio Capitol, y no había recorrido ni una sola manzana cuando la vió allí, en la calle, caminando con paso rápido. Todavía llevaba el pelo demasiado corto, y llevaba una chaquetilla de algodón, una camiseta amarilla y unos vaqueros que le quedaban grandes. Pedro bajó la ventanilla del lado del copiloto, detuvo el coche en mitad de la calle y gritó:

—¡Paula! ¡Paula!

Paula oyó que la llamaban y miró a su alrededor con miedo a que la hubiera encontrado algún periodista. Pero era Pedro. Estaba dentro de un coche, inclinado hacía la ventanilla del lado contrario.Pensó que no tenía motivo alguno para hablar con él y siguió andando. Ahora podía hacer lo que quisiera. No respondía ante nadie.

—Paula, espera…

Apretó el paso y vio que el coche seguía adelante, daba la vuelta y se detenía en la esquina. No quería nada de él. Pedro era uno de los hombres que la habían llevado a prisión. Pero también la había sacado. Deseó que hubiera una forma de robarle ocho años de su vida, de llevarlo a una celda y dejarlo allí para que sufriera la experiencia, de robarle lo que más quisiera y destruirlo. Alejarlo de sus niños, si los tenía. O de su esposa, si estaba casado. Tomó aliento y siguió andando, más despacio. Él salió del coche y se dirigió a su encuentro.

—No tengo nada que decirte —dijo ella.

Él extendió un brazo como si quisiera detenerla.

—Yo solo…

El instinto de ocho años de prisión se apodero de Paula, que apretó los puños.

—¡No me toques!

Pedro dió un paso atrás y alzó las palmas.

—No te tocaré. No te tocare. Solo quiero hablar un momento contigo.

—Pero yo no tengo nada que decir.

—Pensé que antes podríamos ir de compras y buscarte ropa nueva y lo que necesites. Si quieres, puedo llevarte al centro comercial de la calle Dieciséis.

No necesitaba que nadie la llevara de compras. Pero en ese momento pasó una unidad móvil de la televisión local, que se dirigía a los tribunales, y Paula se asustó tanto que se giró para ponerse de espaldas a la calle. Tenía que marcharse de allí como fuera. Alejarse de los periodistas y de sus cámaras.

—¿Paula?

—Si nos vamos ahora mismo, acepto.

—¿Ahora mismo? ¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando a su alrededor.

—Acaba de pasar una furgoneta del Canal 4. No quiero que me encuentren los periodistas. No quiero hablar con ellos.

Paula subió cautelosamente al coche y se acomodó, tensa, mientras Pedro arrancaba. Solo estaban a unas cuantas manzanas del centro comercial, así que llegaron enseguida.

—Gracias.

Ella abrió la portezuela y se marchó antes de que él pudiera abrir la boca. Pedro salió y la miro por encima del techo del vehículo. No podía imaginar que la frialdad de Paula se debía a algo que no tenía nada que ver con su experiencia en la cárcel: el pequeño espacio del coche le había resultado tan desconcertantemente íntimo que necesitaba salir y estar sola.

—Entonces, ¿Cenamos? —pregunto él.

Ahora, la idea de cenar con Pedro era toda una tentación. Pero sacudió la cabeza lentamente.

—Las pruebas que teníamos hace ocho años nos convencieron de que eras culpable —confeso él—. Pero al encontrar cabos sueltos, reabrí la investigación. Solo intento reparar el daño, en la medida de lo posible.

El tono de Pedro le pareció sincero. Y decidió contestar del mismo modo.

—No puedes repararlo. No me puedes devolver los años perdidos, ni a mi hijo. No me puedes devolver la confianza perdida en la justicia, en la verdad, en la honradez. No puedes borrar los horrores de vivir en la cárcel. No puedes hacer nada.

—Puedo intentarlo —dijo con firmeza.

—¿Por qué? —preguntó.

No entendía que Pedro insistiera. Quería que la dejara en paz.


1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Como va a costar que Paula confíe en él... Fue mucho el daño

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