Y eso sin contar los regalos. Ahora que ya era de dominio público que Feli era su hijo, Pedro parecía decidido a comprarle todos los video juegos y aparatos electrónicos del mercado.
—Feli no necesita una PlayStation, una X Box y la última versión de Nintendo —le dijo Paula un día que estaban a solas.
—No, pero las quiere.
—Con una de las tres le basta.
Él la miró con el ceño fruncido.
—Pero hay juegos que sólo se pueden jugar en una de ellas.
—¿Y qué? No necesita conocer todos los juegos del mercado.
—Pero ya te he dicho que no es cuestión de necesidad.
Paula suspiró e intentó enfocar el tema desde otro ángulo.
—No siempre es buena idea comprarle algo a un niño sólo porque él lo quiere. Después empiezan a pensar que tienen derecho a todo y crecen sin la idea de esforzarse por conseguir algo y sin saber esperar.
—¿Pero quién quiere esperar? Yo no. De ser posible, quiero lo que quiero y lo quiero ya.Intentó agarrarla y ella se apartó.
—Y a veces no consigues lo que quieres.
Pedro le lanzó una mirada sombría.
—¿Estás hablando de tí y de mí?
—No, hablo de nuestro hijo. De las cosas que tenemos el deber de enseñarle... como que los objetos no lo son todo.
—Puede que tengas razón.
Paula levantó los ojos al cielo.
—Gracias.
Pero él mostraba ya su sonrisa más seductora.
—Dame un margen, ¿De acuerdo? Déjame ser muy consumista una temporada.
Paula lo miró y se sintió incapaz de negarle nada.
—Está bien. Pero empieza a recortar un poco. ¿De acuerdo?
Pedro levantó una mano como si fuera a hacer un juramento formal.
—Lo prometo. Ahora vuelve aquí y déjame desnudarte.
Al día siguiente llegó una bicicleta de tres mil dólares a la casa mientras él estaba en el bufete. Paula vió el precio en el albarán que le tendió el repartidor. La bici tenía más marchas que un todo terreno.
—Voy a montarla, mamá. Quiero probarla ahora mismo.
—No salgas a la carretera —le advirtió ella. La autopista estatal pasaba muy cerca, al final del camino curvo que llevaba hasta el rancho. Feli lo prometió.
—Sólo el camino del rancho y los que dan la vuelta a los establos y la piscina.
Se puso el casco metálico verde y morado que iba con la bici y pasó dos horas dando vueltas a los establos y la piscina.Paula se dijo que una bici, por cara que fuera, era mejor que otra consola más. Y por lo menos, Pedro había tenido la sensatez de comprar también un casco.
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