miércoles, 7 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 52

Y  eso  sin  contar  los  regalos.  Ahora  que  ya  era  de  dominio  público  que  Feli era  su  hijo, Pedro parecía  decidido  a  comprarle  todos  los  video juegos  y  aparatos  electrónicos del mercado.

—Feli no  necesita  una  PlayStation,  una  X  Box  y  la  última  versión  de  Nintendo —le dijo Paula un día que estaban a solas.

—No, pero las quiere.

—Con una de las tres le basta.

Él la miró con el ceño fruncido.

—Pero hay juegos que sólo se pueden jugar en una de ellas.

—¿Y qué? No necesita conocer todos los juegos del mercado.

—Pero ya te he dicho que no es cuestión de necesidad.

Paula  suspiró e intentó enfocar el tema desde otro ángulo.

—No siempre es buena idea comprarle algo a un niño sólo porque él lo quiere. Después  empiezan  a pensar  que  tienen  derecho  a  todo  y  crecen  sin  la  idea  de  esforzarse por conseguir algo y sin saber esperar.

—¿Pero  quién  quiere  esperar?  Yo  no.  De  ser  posible,  quiero  lo  que  quiero  y  lo  quiero ya.Intentó agarrarla y ella se apartó.

—Y a veces no consigues lo que quieres.

Pedro le lanzó una mirada sombría.

—¿Estás hablando de tí y de mí?

—No,  hablo  de  nuestro  hijo.  De  las  cosas  que  tenemos  el  deber  de  enseñarle... como que los objetos no lo son todo.

—Puede que tengas razón.

 Paula levantó los ojos al cielo.

—Gracias.

Pero él mostraba ya su sonrisa más seductora.

—Dame un margen, ¿De acuerdo? Déjame ser muy consumista una temporada.

Paula lo miró y se sintió incapaz de negarle nada.

—Está bien. Pero empieza a recortar un poco. ¿De acuerdo?

Pedro levantó una mano como si fuera a hacer un juramento formal.

—Lo prometo. Ahora vuelve aquí y déjame desnudarte.

Al  día  siguiente  llegó  una  bicicleta  de  tres  mil  dólares  a  la  casa  mientras  él  estaba en el bufete. Paula vió el precio en el albarán que le tendió el repartidor. La bici tenía más marchas que un todo terreno.

—Voy a montarla, mamá. Quiero probarla ahora mismo.

—No  salgas  a  la  carretera  —le  advirtió  ella.  La  autopista  estatal  pasaba  muy  cerca, al final del camino curvo que llevaba hasta el rancho. Feli lo prometió.

—Sólo el camino del rancho y los que dan la vuelta a los establos y la piscina.

Se  puso  el  casco  metálico  verde  y  morado  que  iba  con  la  bici  y  pasó  dos  horas  dando vueltas a los establos y la piscina.Paula se dijo que una bici, por cara que fuera, era mejor que otra consola más. Y por lo menos, Pedro había tenido la sensatez de comprar también un casco.

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