miércoles, 28 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 59

—Si, es la mejor obra de teatro que he visto en mi vida.

—Seguro que es la primera vez que la veías —dijo el hombre—. Yo ya la he visto tres veces y me la sé de memoria.

—¿Cuál es tu niño? —preguntó la mujer.

—He venido a ver a Franco Alfonso, uno de los indios.

—Nosotros a Julia Baker, nuestra hija. Es la que en lugar de decir sus líneas ha seguido comiendo… cualquiera diría que no come suficiente en casa.

Paula rió y charló  unos segundos más con la pareja. Después, salió al estacionamiento y esperó a Pedro y a Franco. Se pusieron en marcha enseguida. Cuando llegaron a la cabaña prepararon sopa para entrar en calor y unos bocadillos. Franco estuvo muy comunicativo todo el tiempo, pero al final se marchó a dormir. Los dos adultos se quedaron a solas y se pusieron las chaquetas para salir al porche y disfrutar del resto de la velada.

—Lo ha hecho muy bien —dijo ella con orgullo.

—Bueno, no ganará ningún Oscar, pero no ha estado mal.

—La vida consiste en algo más que ganar premios, Pedro. Se ha divertido, ha aprendido algo nuevo y ha estado con sus amigos. Pero me sorprende que Noelia no apareciera.

—A mi también. Es una buena madre… seguramente estará enfadada conmigo. No esperaría que presentara una contra demanda.

—Tal vez se sienta amenazada.

—No tiene motivos para ello. Siempre será su madre. Nadie puede sustituirla.

Paula tragó saliva. Era verdad.

—Pedro… ¿Podrías llevarme a ver a mi hija?

Pedro se sintió como si acabaran de darle un martillazo en la cabeza. No esperaba que Paula  se lo pidiera, pero en el fondo no era de extrañar; a fin de cuentas era hija suya y era lógico que quisiera asegurarse personalmente de que estaba bien.

—Pensaba que te contentarías con saber que es feliz…

—Yo también lo pensaba. Pero tú la has visto, has oído su risa y siento tanta envidia que necesito verla… Solo una vez. Te prometo que no interferiré en su vida. Además, no es mucho pedir —dijo.

—Pau, ya he roto una docena de leyes y regulaciones estatales al conseguir la dirección de sus padres. No puedo darte esa información. Iría contra todas las normas de la adopción de niños —le recordó.

—Lo sé, pero no la he visto desde que nació y no puedo dejar de pensar en ella. Ya no puedo ser su madre. Pero verla, aunque solo sea unos segundos… significaría muchísimo para mí.

Pedro se sintió atrapado. Por una parte comprendía a Paula y compartía su angustia; pero por otra, era ayudante del fiscal y no podía permitir que rompiera una ley que precisamente estaba pensada para proteger a los pequeños.

—Si quieres, te prometo que me marcharé de Denver después de verla — continuó ella.

—¿Como? ¿Marcharte? ¿Por que?

—Porque no tengo nada aquí. Eva es mi única amiga. Cuando mi compañera de celda salga de la cárcel, me gustaría viajar con ella al sur. No sé, ir a algún lugar más cálido y empezar una vida nueva.

—Yo soy amigo tuyo…

—Lo sé. Y te lo agradezco.

—¿Que me lo agradeces? —preguntó, incrédulo.

—Si. No tengo muchos amigos, ¿Sabes?

Pedro no quería que se marchara. Así que propuso que entraran en la casa con intención de charlar con ella y sacarle esa idea de la cabeza. Sin embargo, ella se negó.

—No, entra tú. Yo me quedaré un rato fuera. No me esperes.

—Puedes sentarte junto a la ventana si quieres…

—No tengo nada en contra de tu casa. Es preciosa, pero las ventanas son demasiado pequeñas. Y no puedo ver el exterior cuando es de noche. En cambio, aquí puedo contemplar las estrellas y me siento libre.

—Podría encender la luz del porche…

—No, estaré bien. Aquí se respira una tranquilidad increíble… es un lugar maravilloso. Si fuera mío, no saldría nunca de aquí.

Pedro pensó en la posibilidad de mudarse a la cabaña. Sabía que a Franco le encantaría, y si conseguía la custodia compartida, prefería criar a su hijo en el campo en lugar de hacerlo en un piso de la ciudad. Además, sería perfecto para Paula. Porque ya no podía imaginar su vida sin ella.



—¿Y si no estoy de acuerdo?

Ella se encogió de hombros.

—Entonces no la veré. No te preocupes, no tengo intención de sacar el tema cada vez que nos veamos —le aseguró.

—No se… No estoy seguro de que sea lo apropiado.

—Piensa en lo que te he pedido, Pedro. Solo quiero verla.

Pedro sabía que no era una respuesta satisfactoria, pero era la única que podía darle por el momento. Estaba confundido. No solo por el asunto de su hija, sino por sus sentimientos hacía Paula. Creía haberse enamorado de ella, pero también se había enamorado de Noelia y su relación había fracasado. Ni siquiera sabía si querría vivir con él. Y no sabía que hacer para convencerla. A no ser que le propusiera el matrimonio.

—Empiezo a tener frio. Sera mejor que me vaya a la cama —dijo ella entonces—Buenas noches, Pedro.


Él se quedo en el porche, pensando. Ni había tenido ocasión de pedirle que se casaran ni, por lo visto, iban a hacer el amor. La vida podía ser muy complicada.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Que difícil posición esta Pedro, pero es obvio que quiera ver a su hija!

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