miércoles, 7 de septiembre de 2016

Trampa de Gemelas: Capítulo 51

—Creo  que  ha  ido  muy  bien  —dijo  Pedro esa  tarde.

Estaban  sentados  en  el  borde de la piscina en bañador y con los pies en el agua. Feli había ido ya a casa de Nahuel. Paula se dejó caer en el agua, se giró y apoyó la barbilla en las manos cruzadas en el borde.

—Sí, ha ido bien. Pero ya te lo había dicho yo. Tendrás que admitir que sé de lo que hablo.

Pedro inclinó la cabeza a un lado y la miró con aire perezoso.

—A veces.

—¿A veces? ¡Ja! —se agarró al borde con una mano y salpicó todo lo que pudo con la otra.—¡Eh!

—A veces, no. Casi siempre. Y te sale agua de la nariz.

—Te la has ganado.

—Ni se te ocurra —ella se hundió en el agua para alejarse de él.Pero  no  fue  lo  bastante  rápida.

Él  saltó  a  la  piscina,  le  puso  una  mano  en  la  cabeza y empujó. Paula lanzó un grito espeluznante, pero tuvo que interrumpirlo para tomar aire antes de hundir la cabeza.Cuando  salió  a la  superficie,  riendo  y  chapoteando,  él  se  lanzó  a  por  ella  y  la  joven volvió a gritar.

—Suéltame —dijo ella.

—De  eso  nada  —Pedro  tiró  de  la  muñeca  de  la  joven  y  echó  a  andar  hacia  la  parte más superficial. Paula  hizo pie.

—Está bien, está bien. Tú ganas. Suéltame ya.

—No —la abrazó y bajó su boca a pocos centímetros de la de ella.

—¡Bésame!

Paula lo empujó en el pecho, aunque no con mucha fuerza.

—¿Y por qué debo besarte?

—¿Porque te gusta? —sonrió él.

Ella dejó de fingir que se debatía y simuló pensar en ello.

—Bueno, eso es posible, sí.

—¿Porque tu corazón late con más fuerza y te cuesta respirar?

—¿Y tú cómo sabes eso?

Pedro le  tomó  la  mano  derecha  y  colocó  la  palma  abierta  encima  de  su  corazón.

—Muy fácil. ¿Sientes eso? —y ella lo sintió—. Bésame.

La joven le echó los brazos al cuello y se entregó a la gloria del beso... hasta que la mano de él se acercó al cierre del sujetador del bikini... Entonces lo apartó.

—No pienso quedarme en topless en la piscina de tu rancho.

—¿Y en mi dormitorio?

Paula apoyó el dedo índice en la barbilla e hizo una mueca.

—Déjame pensar en eso.

Pedro lanzó  un  juramento.  La  agarró  por  la  mano  y  tiró  de  ella  fuera  de  la  piscina.

—¿Adonde me llevas? —preguntó ella, fingiendo inocencia.

—Adivínalo.

Paula no tenía que adivinar mucho. Se dejó arrastrar riendo y Fargo, que estaba tumbado debajo de una sombrilla, se levantó y corrió tras ellos.

Los  días  del  verano  pasaban  con  lentitud.  Días  felices,  en  opinión  de  Paula,  seguidos de noches llenas de sexo en la cama de Pedro. Feli cumplió su promesa de llamar papá a Pedro y se metió en su vida como hijo  de  Pedro  sin  necesitar  un  periodo  de  transición  y  sin  el  menor asomo  de  timidez o incomodidad. Pedro declaró que eso le parecía asombroso, pero a Paula no le sorprendió nada. Su hijo tenía una vena muy pragmática. El padre que había conocido y querido había muerto y no le preocupaba descubrir que tenía otro, un padre que estaba loco por él, un   padre divertido   que   a   veces   casi   podía   ganarlo   en   el   juego   de   Agresión   Alienígena.  Un padre  que  estaba  pendiente  de  todas  sus  palabras  y  le  había  dicho que Fargo ahora era también suyo.

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