lunes, 19 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 28

Pedro había sido uno de los responsables de que terminara en prisión. No quería sentir nada por él. De repente, solo quería marcharse.

Se levantó de la silla y dijo:

—Tengo que irme.

—¿Por que?

—Porque debo hacerlo —respondió—. Gracias por todo.

—Pero si todavía no hemos ido a la pizzería… —protestó el niño.

—Lo sé, pero no puedo quedarme y…

Antes de que Paula pudiera terminar la frase, alguien llamó a la puerta. Pedro se alejó y abrió.

—Fran se ha dejado su osito en casa —dijo una mujer, que entro en la casa sin esperar invitación—. Y ya sabes que le gusta tenerlo cuando se marcha a la cama.

Paula supo que era Noelia, la ex esposa de Pedro. Alta, esbelta, rubia, impresionante en todos los sentidos. Vestía con elegancia y llevaba una chaqueta de ante que debía de haberle costado una fortuna. Hasta su nombre era bonito.

—¿Quién eres tú? —pregunto la recién llegada.

—Paula Chaves—respondió.

Noelia se giró y miró a su ex marido.

—Pedro, no sé como se te ocurre tener a mi hijo con esta mujer. Se trata de que pases tiempo con él, no de que lo utilices para entretener a tus amigas. Si te dedicas a hacer estas cosas los fines de semana, me lo llevaré a casa.

—No, mamá, yo no quiero marcharme… quiero quedarme y cenar pizza —dijo Franco—. Papá ha dicho que me llevaría más tarde a cenar…

—Vamos, Noelia, sabes que tengo derecho a estar con Fran. Y lo que yo haga los fines de semana es asunto mío. Te lo devolveré mañana, tal y como habíamos planeado —dijo con tranquilidad.

—No si tienes intención de confraternizar con esta… ex presidiaria. No quiero que Fran frecuente a ese tipo de personas. Solo es un niño pequeño.

—¡No, mamá! ¡Quiero quedarme! —exclamó el niño.

Franco salió corriendo del salón, muy alterado.

—Déjate de tonterías, Noelia. Ya has conseguido enfadar al chico. Paula es inocente, ¿Recuerdas? Y yo puedo presentar a Fran a quien me parezca más oportuno.

—Que sea inocente no borra el hecho de que ha pasado ocho años en la cárcel, rodeada de gente poco recomendable. Quien sabe que cosas habrá aprendido en ese lugar. Ni que clase de venganza esta tramando contra tí. Fran sería un arma perfecta para hacerte daño —declaró Noelia—. En cuanto a tí,  querida, si te vuelves a acercar a menos de un kilómetro de mi hijo, te denunciaré.

—¿Denunciarme? No he hecho nada malo —dijo Paula.

No podía creer lo que estaba oyendo. Aquella mujer estaba llena de veneno.

—Encontraré una excusa para devolverte a la cárcel, no lo dudes. No voy a permitir que uses a mi hijo para vengarte de mi marido. Siento que la fiscalía se equivocara contigo, pero Fran no tiene la culpa.

—Basta ya, Noelia…

—No tengo ninguna intención de vengarme de nadie —afirmó Paula—. Y jamás haría daño a un niño. De hecho, estaba a punto de marcharme cuando has llegado.

Paula se habría marchado en aquel mismo momento, pero no podía hacerlo porque Pedro y Noelia se interponían en su camino.

—Pues vete. Yo no te detendré.

—Ya es suficiente, Noelia —dijo Pedro, enfadado—. Paula es mi invitada y debes tratarla con el respeto que merece.

—Oh, vamos, despierta… esta jugando contigo. ¿Como has podido permitir que se acerque a Fran? Y en tu propia casa. No conoces a esta mujer. No sabes lo que es capaz de hacer.

Paula ya había escuchado suficiente.

—No te preocupes por mí. Recogeré mi chaqueta y me marcharé.

Paula se dirigió al armario donde Pedro la había guardado.

—No —dijo él—. Quédate.

—¿Cómo? —preguntó Noelia, claramente sorprendida—. No permitiré que mi hijo siga aquí, expuesto a…. expuesto a cualquier maldad que se le pase por la cabeza.

—Maldita sea, Noelia,  Paula es inocente. Métetelo en la cabeza.

—Me da igual, Pedro. Tengo la custodia de Fran y me lo llevo a casa ahora mismo.

Cinco minutos después, Noelia y un Franco que no dejaba de llorar se marcharon del piso. Paula seguía de pie en el mismo sitio, tan sorprendida por la escena que ni siquiera podía moverse. Miró a Pedro y se preguntó si habría creído a su ex mujer. Si verdaderamente creería que pretendía vengarse de él.

—Siento lo sucedido —acertó a decir—. No debí venir a tu casa.

—Por supuesto que debías. Y la culpa no ha sido tuya, sino de Noelia. Se ha excedido —dijo él—. Si la conocieras como yo, sabrías que tiene tendencia al dramatismo.

—Bueno, sea como sea, me marcho.

Paula quería poner tierra por medio. Pedro seguía lógicamente enfadado, y no le apetecía la posibilidad de que dirigiera su ira contra ella.

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