lunes, 26 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 50

Pedro entró en el despacho al lunes siguiente con energías renovadas. Una funcionaria de la oficina del condado había dejado un mensaje durante el fin de semana para decide que habían localizado el expediente de la hija de Paula. Tenía intención de pasar a verla más tarde y obtener la información que necesitaba. Acababa de empezar a trabajar cuando Esteban entró en el despacho.

—¿Se puede saber que diablos estás haciendo? ¿Como es posible que llevaras a Paula Chaves a ver a Mariano Winters? ¿Es que te has vuelto loco?

Pedro se levantó para enfrentarse a su jefe.

—Veo que las noticias vuelan.

—Me han llamado de San Francisco. Mariano estará en Denver mañana y he empezado a rellenar los documentos necesarios. ¿Por que fuiste a interrogarlo? ¿Y por que te llevaste a esa mujer?

—Porque quería que se vieran. Y aquí no habría tenido muchas posibilidades.

—Su familia contratara a los mejores abogados de la ciudad, ya lo sabes. No permitirán que nadie se le acerque antes del juicio.

—Exactamente. Pero ella ha pasado ocho años en la cárcel por culpa suya. ¿No crees que tenía derecho a hablar con él?

—No dejes que las emociones se interpongan en tu trabajo, Alfonso. Podrías poner en peligro todo el caso.

—Vamos, Esteban… sabes que eso es una tontería. No he puesto nada en peligro. Tú no formabas parte del equipo que la envió a prisión, pero yo sí. Y va a pasar mucho tiempo antes de que lo olvide.

—Hacer de caballero andante no cambiara el pasado. Mantente lejos de este caso, Pedro. Tú y Denning tuvieron su oportunidad hace ocho años y no lo hicieron muy bien. Voy a acusar a Winters de asesinato y no permitiré que se salve por algún legalismo.

—Conozco mi trabajo —espetó.

—¿En serio? Pues lo de este fin de semana no lo demuestra. A partir de ahora estás de baja temporal —afirmó.

—¿Por llevar a Paula a ver a Winters a otro Estado? Venga ya, Esteban. En ese momento ni siquiera se habían presentado cargos contra él.

—No, por arriesgar la reputación de la fiscalía de Denver.

—¿Y cuanto tiempo durara esa baja temporal? —pregunto con ironía.

—Ya te avisaré cuando puedas volver.

Esteban lo miró y salió del despacho.

Pedro oyó que se detenía un momento para hablar con Rosana y que le ordenaba que desviara las llamadas a Ramiro o a Cecilia y que transfiriera los informes oportunos. Incluso tuvo el mal gusto de recordarle que había firmado un acuerdo de confidencialidad con el contrato, por si tenía la tentación de ser demasiado leal con Pedro.

Rosana apareció poco después.

—¿Jefe?

—Me temo que tengo que marcharme.

—¿Puede ordenarte eso?

—Si, pero olvidara todo el asunto cuando surja alguna noticia más interesante y entonces podré volver —respondió—. Ya lo verás. Me echará de menos.

—No lo dudo en absoluto. A fin de cuentas tú haces casi todo el trabajo de la fiscalía —observó Rosana—. ¿Quieres que desvíe las llamadas de la oficina del condado a tu casa?

Pedro asintió.

—Eres una joya, Rosana…

—Lo sé —dijo ella, sonriendo.

—Pase lo que pase, quiero que sepas que trabajar contigo ha sido un placer.

—Eh, no digas eso. Suena como si fuera una despedida y no lo es. Llévate a Franco a la cabaña y descansa un poco. Hace tiempo que necesitas unas vacaciones.

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