lunes, 26 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 51

—Esta en el colegio, ¿Es que lo habías olvidado? No puedo sacarlo de allí y llevármelo solo porque mi jefe me esta complicando la vida. Además, no sería buen compañía. Últimamente, las cosas no me salen muy bien.

—Pero estás haciendo lo correcto —afirmo—. No lo dudes.

Pedro pensó que disfrutaría más su baja temporal si podía estar con Paula. Tal vez siguiera el consejo de Rose y se marchara a la montaña a pasar unos días. Solo tenía que comprar comida, llenar el frigorífico y los armarios y asegurarse de que había gas suficiente.

Si Paula no hubiera empezado a trabajar en el vivero, le habría propuesto que se marcharan juntos. El fin de semana había sido maravilloso. No habían dejado de hacer el amor una y otra vez a lo largo del domingo y estaba loco por verla de nuevo. Pero no sabía como se sentiría. Tal vez se hubiera arrepentido.Pensó en el pasado y volvió a sentirse culpable por lo sucedido. Adrián y él habían estado tan ciegos que se habían saltado las normas y habían condenado a una mujer inocente. Sin embargo, ahora tenía algo importante para Paula. Había localizado el expediente de su hija. Y con un poco de suerte, le perdonaría sus pecados.

Se dirigió a la oficina del condado y caminó hasta el mostrador de la sección de archivos. Elena Baylor alzó la mirada.

—¿En que puedo servirle?

—Soy Pedro Alfonso. Me dejó un mensaje durante el fin de semana… ¿Ha averiguado algo?

La mujer miró a su alrededor con desconfianza.

—Si, pero no sé si…

—No ponga expresión sospechosa. Nadie se dará cuenta de que he estado aquí si se comporta con naturalidad y me trata como a cualquier otra persona.

—Pero podría perder mi trabajo.

—No. Nadie sabrá nada. Descuide.

Elena Baylor sacó un papel del bolsillo y lo dejó sobre el mostrador.

—Lo he llevado encima todo el tiempo y me pesaba como si fuera de plomo. Es todo lo que puedo hacer por usted.

—Muchas gracias.

—Espero que sea de ayuda…

Él asintió y se marcho sin mirar el papel. Por suerte para él, Elena era una mujer de cierta edad que se había enternecido al conocer la terrible historia de Paula. Legalmente, Pedro  no tenía derecho a pedir información sobre la niña. Pero el instinto maternal de Elena y su sentido de la justicia habían pesado más.

Cuando entró en el coche, desdoblo el papel. Solo incluía dos nombres y una dirección, sin número de teléfono: José y Rebecca Bradley. Calle Nicoletti, 7712. Denver. Sacó un mapa de la ciudad y buscó la calle. Minutos después, ya estaba en marcha. Podría averiguar bastantes cosas de la familia con un simple vistazo al vecindario donde vivían. Y a media tarde, con un poco de suerte, vería a la niña cuando volviera del colegio. Así podría tranquilizar a Paula.




Noelia tomó aliento cuando el ascensor llegó al piso que quería. Había ensayado lo que iba a decir. Si Pedro tenía la esperanza de seguir viendo a Franco, tendría que hacerle caso. No iba a rendirse sin presentar batalla. Además,  Martín le había proporcionado el arma perfecta. O Pedro cambiaba de actitud, o se llevaría al niño a Londres.


—Hola, Rosana. ¿Pedro está en el despacho?

Roana la miró.

—No, me temo que no…

—¿Está en los tribunales?

La secretaria sacudió la cabeza y frunció el ceño con gesto de inseguridad.

—Bueno, supongo que puedo decírselo… se ha marchado a casa.

—¿A estas horas? ¿Es que está enfermo?

—No. Ojala lo estuviera. Le han dado una baja temporal.

—No lo entiendo. No me había comentado nada…

—Porque ha sido inesperado. Y no precisamente voluntario.

Noelia la miró con sorpresa.

—¿De que estás hablando?

—Creo que ya he dicho demasiado.

—Mira, Rosana, Pedro y yo nos seguimos llevando bien a pesar del divorcio —dijo, intentando mantener la calma—. De hecho, he venido a hablar con él sobre… Paula Chaves. Sé que esta trabajando en su caso.

Noelia solo lo dijo para confundir a Rosana y tirarle de la lengua. Y lo consiguió.

—Si, ese es el motivo de sus problemas con el señor Johnson. Paula y él estuvieron en San Francisco este fin de semana, para interrogar a Mariano Winters.

—¿Han encontrado a Mariano?

Noelia empezó a perder la calma. Habían encontrado a su primo y no solo no le había dicho nada sino que se había marchado a San Francisco con esa mujer.

—Sí, llegara a Denver esta tarde. Los papeles del traslado llegaron hace unas horas. Lo detuvieron el viernes por la noche.

—¿Y Pedro tomó un avión para interrogarlo?

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