viernes, 9 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 56

Al  día  siguiente,  Paula habló  con  su  madre  y  Alejandra la  presionó  para  que  se quedara en el pueblo e intentara arreglar las cosas con Pedro. Pero la joven se mantuvo firme. Se marcharía y sólo quería saber si Alejandra estaba dispuesta a cuidar de su nieto el tiempo que pasaba Pedro en el bufete.

—Claro que sí. Sabes que lo haré encantada.

Después  de  hablar  con  su  madre,  Paula fue  a  ver  a  su  hermana.  Valeria  no  se  mostró contenta.

—Eso es una locura; tú quieres a ese hombre. Tú misma me lo dijiste hace unos días.

Paula intentó explicárselo.

—No  confía  en  mí  ni  en  su  corazón  y  sigue  enfadado  conmigo.  No  me  perdonará nunca.

—Tonterías. Claro que te perdonará. Lo que hiciste estuvo mal. Tú lo sabes y él lo sabe, ¿Pero van a estropear algo bueno por culpa de eso? ¿Qué sentido tiene? Me dan ganas de ir a hablar con Pedro.

—Vale, por favor, no lo hagas.

—Pero tú lo amas.

—Sí. Y no me voy a casar con él. No sería bueno para mí ni para Pedro ni para Feli. No puedo casarme con alguien que no me ha perdonado.

—Pues es el mayor idiota de Texas y no entiendo por qué no me dejas...

—No.

Valeria discutió un poco más, pero acabó por prometerle que no le diría a Pedro lo que pensaba.

La  semana  siguiente  pasó  con  rapidez.  Paula tuvo  varias  conversaciones  largas  con  Feli,  quien parecía  ir  aceptando  que  su  madre  no  se  iba  a  casar  con  su  recién  descubierto padre. Paula y Pedro  se  mostraban  educados,  amistosos  incluso,  aunque  con  cierta  cautela. Y se mantenían alejados de mutuo acuerdo siempre que Feli no estaba allí. Y  aunque  seguía  en  su  casa  y  lo  veía todos  los  días,  Paula echaba  de  menos  a  Pedro. Añoraba su risa y sus besos, la proximidad de su cuerpo en las horas oscuras de la noche...

El  sábado  por  la  mañana,  cuando  recogía  sus  cosas  para  marcharse,  descubrió  que casi se sentía aliviada. Iría a su casa, donde no habría nada que le recordara a él. Pensó  un  momento  en Manuel.  Había  sido  duro  superar  su  pérdida  y  ahora  tendría  que encontrar el modo de superar la de Pedro. Él y Feli salieron a despedirla a la puerta. Paula abrazó a su hijo y le dijo que lo vería unas semanas más tarde. Sonrió a Pedro, que estaba un poco más atrás.

—Que se diviertan en Disneylandia.

—Te  quiero,  mamá  —Feli  la  estrechó  un  momento  con  fuerza  y  se  apartó  para colocarse al lado de su padre.

Paula puso el coche en marcha y se alejó. Miró una vez por el espejo retrovisor y vió que seguían allí de pie juntos... el amor que su secreto le había hecho perder y su único  hijo.  Sintió  una  opresión  en la  garganta  y  mantuvo  la  vista  fija  al  frente  hasta  que llegó a la curva que conducía a la autopista y que tapaba la vista de la casa.

Cuando  Pedro y  Feli volvieron  de  Disneylandia  una  semana  y  un  día  después de que Paula se marchara a San Antonio, se encontraron con que el pueblo era un hervidero de comentarios.Al fin se había corrido la voz de que Pedro Alfonso era el padre del hijo de Paula Chaves Torres y  en  Prime Cut,  la  peluquería  de  Melina,  no  se  hablaba  de  otra  cosa.

Emilia Lusk estaba sorprendida.

—Por eso se llevó al niño al rancho... Betty Stoops chasqueó la lengua.

—Tantos años y no lo sabíamos —comentó con desaprobación. Emilia  movió la cabeza.

—Y ahora creo que ella ha vuelto a San Antonio y ha dejado al niño con Pedro —suspiró—. Ese Pedro es guapísimo, lo admito. ¿Pero que sabe él de cuidar niños?

—Bueno —le recordó Betty—. El chico es su hijo... Hubo murmullos de asentimiento.

Daniela  Brewer,  sentada  en  la  silla  de  Melina,  miró  a  ésta  por  el  espejo;  pero  la  esposa de Federico se limitó a sonreír y no dijo nada.

—Volverá —decretó Daniela—. Paula volverá. Y si no, al tiempo.



Pedro quería que Paula volviera. La quería con él, a su lado, en el día a día. Quería que llevara su anillo y quería darle su apellido.La quería en su cama todas las noches, quería el sabor de su boca y los grititos de  placer  que  emitía  cuando  le  hacía  el  amor.  Quería  mirar  a  través  de  la  mesa  y encontrarse con sus ojos azules y su boca sonriente.Y quería también su firmeza con Feli. En cuanto se quedó a solas con él, se le hizo  evidente  que  alguien  tenía  que  negarle  algo  de  vez  en  cuando  y  ahora  eso  le  tocaba a él. Y procuraba negarle al menos tantas cosas como le daba.

Feli parecía  tomárselo  bien.  En  cierto  sentido,  parecía  más  feliz  y  relajado  ahora que comprendía que su padre era el jefe.Aun  así,  había  sido  más  divertido  inundarlo  de  regalos,  prometerle  la  luna  y  ver  cómo  se  iluminaban  sus  ojos  cuando  lo  veía  llegar  a  casa  del  trabajo  con  un  juguete caro.Oh, sí. Pedro echaba mucho de menos a Paula.Pero para hacer que volviera con él tenía que perdonarla. Y no lo conseguía.

Un  par  de  veces  había  pensado  en  llamarla  y  fingirlo;  decirle  que  la  quería  y  que la había perdonado.Pero  habría  sido  mentira  y  ella  habría  acabado  por  descubrirlo.  No  había  perdonado  los  años  que  le  había  privado  de  su  hijo  y  no  creía  que  los  perdonara  nunca. Siempre que miraba a Feli, sentía un vacío por los años perdidos, los años que él no había estado a su lado... por culpa de ella.La  quería,  sí.  Eso  no  podía  evitarlo.  Pero  había  mucha  rabia  en  su modo  de  amarla y mucha amargura en su anhelo por ella.

La  semana  transcurría  lentamente.  Alejandra cuidaba  de  Feli de  lunes  a  viernes.  Era  amable con  Pedro,  lo  invitaba  a  entrar  y  le  ofrecía  café  o  un  refresco,  pero  él  siempre rehusaba con educación.Lo  peor  eran  las  noches.  Cuando  Feli  se  acostaba,  Pedro  se  quedaba  solo  y entonces la echaba de menos y deseaba llamarla y exigirle que volviera con él. El viernes por la noche tomó un whisky con su hermano en el estudio de éste, lo cual resultó ser un gran error.

—Pensaba  que  querías  casarte  con  esa  mujer  —dijo  Federico  en  cuanto  terminó  de  servir la bebida—. ¿Qué salió mal?

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