lunes, 26 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 54

—Mira, no sé que te habrá dicho —añadió Eva—, pero sea lo que sea, averígualo por tu cuenta y no creas ni una sola de sus palabras.

—Es un buen consejo. ¿Cómo te has vuelto tan sabía? —preguntó.

Eva rió.

—Es gracias a todas esas fiestas a las que asisto. Ahora distingo a una bruja a varios kilómetros de distancia. Podría contarte historias que te dejarían con los pelos de punta.

Paula intentó prestar atención a su amiga, pero estaba demasiado preocupada. En cuanto salió de trabajar, corrió al autobús. Quería llegar a casa cuanto antes para llamar por teléfono a Pedro y hablar con él. Sin embargo, no fue necesario. Acababa de bajar del autobús cuando lo vió, sentado en el interior de su coche. Había estacionado enfrente del edificio y la estaba esperando. Camino hacía el vehículo y llamo a la ventanilla. Él le abrió la portezuela.

—Hola.

—Llegas pronto… —dijo él.

—Es que el autobús ha venido muy deprisa. ¿Que haces aquí?

—He venido a llevarte a cenar. Y esta vez no será una simple pizza. Tengo muy buenas noticias para tí—respondió.

—¿Has encontrado a mi niña…?

—En efecto.

—No te creo… ¡Cuéntamelo todo!

—¿Aquí?

—No, claro, supongo que no. Subamos al piso. No puedo creer que la hayas encontrado. Es increíble…

—Subamos y te lo contaré.

Salieron del coche y entraron en el edificio. Paula estaba tan emocionada que el trayecto en ascensor no le molestó. En cuanto entraron en el piso, se volvió hacía Pedro y lo miró.

—¡Cuéntamelo!

—Es una niña feliz de siete años que esta en segundo de enseñanza básica. Tiene una sonrisa preciosa —dijo él.

—¿La has visto? ¿Está realmente bien?

Paula empezó a llorar sin poder evitarlo.

—Eh, no llores… te contaré todo lo que sé, aunque no es mucho. Pero si, la he visto. Y la he oído reír y hablar con sus amigos.

—No puedo creerlo…

Se sentía tan débil que tuvo que sentarse en el sofá.

—¿Quieres que salgamos a celebrarlo? —pregunto él.

—Dímelo todo. ¿Como la has encontrado? ¿Te vió? ¿Hablaste con ella?

—Pedí unos cuantos favores y conseguí la dirección de sus padres adoptivos, así que fui a echar un vistazo al vecindario. Si hubiera sido un barrio malo, tal vez habría averiguado algo más; pero es un barrio bastante decente, con casas bonitas, jardines y muchas bicicletas y juguetes por las calles.

—¿Y que pasó?

Tom apareció en ese momento para ver quien había llegado. Se metió entre las piernas de Pedro y saltó al regazo de Paula. Pero en ese momento no se sentía con ganas de acariciar al animal.

—¿No quieres sentarte? —preguntó ella.

Pedro se acomodó a su lado y sonrió.

—Llegué poco después de las doce y estaba a punto de marcharme cuando ví que se acercaba un autobús escolar. Por lo visto, hoy salían antes de clase… entonces ví a tu hija, que iba con dos amigos. Caminó hasta la entrada de la casa y salió su…

—Su madre —lo interrumpió—. Sí, dilo, no te preocupes. Es cierto. Es la mujer que la ha cuidado todos estos años. Su verdadera madre en todos los sentidos. Pero me alegra que sea felíz.

—Parece que lo es. Tiene amigos y una madre de aspecto encantador.

Paula asintió y se recostó en el asiento, perdida en sus pensamientos. Todavía la recordaba de recién nacida. Pero ahora tenía siete años, salía con amigos y viajaba en un autobús escolar. Se preguntó si le gustaría el colegio, cuales serian sus asignaturas preferidas y si sus padres serian severos o indulgentes.

—Muchísimas gracias, Pedro.

De repente, recordó su encuentro con Noelia y lo miró.

—¿Es verdad que te han suspendido de empleo por llevarme a San Francisco?

—Vaya, ¿Como lo has sabido?

—Noelia vino a verme al trabajo y me lo contó. También me dijo que ha presentado una demanda para que no puedas ver a Franco.

—Maldita sea… ¿Por que diablos ha ido a verte?

—¿Es cierto o no?

Pedro se levantó y empezó a caminar de un lado a otro. Se detuvo junto a la ventana y la miró.

—Esteban me ha obligado a tomar una baja temporal y me ha exigido que me mantenga alejado del caso de Mariano Winters. Yo conocía los riesgos, así que no me ha extrañado demasiado. Hemos hecho lo correcto.

—Pero no esperabas que te descubriera…

Paula se levantó y él se encogió de hombros.

—Bueno, a fin de cuentas no hemos quebrantado ninguna ley.

—No habremos comprometido la investigación, ¿Verdad? Quiero que se lleve su merecido.

—No, no hemos comprometido nada. Pero Esteban se ha enfadado. Quiere que todo vaya como la seda. Es un caso importante para él.

—¿Y que hay de Franco?

—Hoy he hablado con mi abogado. Han anulado la orden de alejamiento.  Noelia la presentó para vengarse de mí… pero no permitiré que se salga con la suya. He presentado una contra demanda para que Franco este conmigo la mitad del tiempo por lo menos —la informo.

—Entonces, ¿Solo ha venido a verme para molestarme?

—Para eso y porque en el fondo cree que puede volver conmigo.

—¿Y no es verdad?

Pedro la miró con sorpresa.

—No me digas que la has creído.

Paula asintió con expresión de vergüenza.

—Pues no, no es verdad —continuo él—. ¿Como puedes pensar eso después del fin de semana pasado?

—No quería creerlo, pero lo dijo de un modo tan seguro…

—Noelia y yo siempre tendremos a Franco en común. Sin embargo, eso es todo.

—Dime una cosa… ¿Tengo tiempo para ducharme antes de cenar? —preguntó, por cambiar de conversación.

—Por supuesto. ¿Que te apetece?

—No sé, cualquier cosa. Tal vez podríamos ir a un restaurante chino.

—Muy bien. Conozco uno bastante bueno en la zona.

Mientras se duchaba, Paula se maldijo por no haber seguido el consejo de Eva y haber creído a Noelia. Tenía que empezar a confiar otra vez en las personas adecuadas. Además, Pedro era el hombre más importante de su vida después de Sergio.

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