viernes, 2 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 34

A Paula la boca le sabía a serrín y tenía la sensación de que le clavaban agujas en la herida de la sien, pero sabía que tenía que seguir sentada allí y soportar lo que él quisiera decirle; sabía que eso era lo mínimo que podía hacer. Y  tenía  que  creer  que  aquello  era  un  primer  paso.  Porque  si  él  estaba  tan  enfadado era porque le importaba. Si no le hubiera importado, no se habría sentado a hablar con ella; le habría informado de lo que pensaba hacer sobre Feli y punto.

—Tu marido —dijo él—. ¿Qué mentiras le contaste sobre mi hijo?

—No  le  conté  mentiras.  Manuel sabía  la  verdad.  Se  la  dije  antes  de  que  nos  casáramos.

—¿Y te dijo que no te preocuparas y que le parecía bien que el padre de Feli no conociera su existencia?

—No. Feli sabe que tiene un padre biológico y que Manuel era su padrastro.

Pedro la miró con ojos entrecerrados.

—¿Y qué cree Feli que le pasó a su padre biológico?

—Le  dije  que  las  cosas  no  salieron  bien  entre  su  padre  y  yo,  que  su  padre  se  marchó  antes de  saber  que  esperábamos  un  hijo  y  que  algún  día,  cuando  llegara  el  momento oportuno, buscaríamos a su padre —explicó ella.

—¿Cuándo le dijiste todo eso?

—Hace años. Él tenía tres. Fue justo antes de que me casara con Manuel.

—¿Y desde entonces?

—No ha hecho preguntas. ¡Oh, Pedro! Tienes que entenderlo. Él ha tenido una vida  felíz.  Quería  a  Manuel y  lo  aceptaba  como  padre,  pero  siempre  he  sabido  que  algún día haría preguntas, que algún día querría conocerte.

—Algún día...

—Tienes que entender...

—Pues  no,  Paula,  no  lo  entiendo.  No  entiendo  nada.  Me  estás  diciendo  que  tu esposo me robó a mi hijo intencionadamente.

—No es verdad. Es sólo que... Manuel era estéril y siempre había querido hijos. Tú llevabas tres años fuera y pensó que era mejor dejar de momento las cosas como estaban.  Me  avergüenza  decirlo, pero entonces  era  justo  lo  que  quería  oír.  Nos  casamos y Manuel trató a Feli como a un hijo. Fuimos... felices los tres.

—Felices —Pedro lo dijo como si fuera un insulto.

—Sí.

—¿Y renunciaste a buscarme?

—Sí.  Estuvo  mal,  lo  sé.  Y  Manuel  también  lo  sabía.  Su  último  deseo  antes  de  morir fue que te buscara y te dijera la verdad.

—¿Quieres  decir  que,  cuando  al  fin  me  lo  dijeras,  suponiendo  que  lo  hubieras  hecho, habría sido por él?

—No, yo no he dicho eso.

—¿Y  cuánto  tiempo  hace  que  murió  tu  esposo?  ¿Más  de  un  año?  Y  ese  tiempo  yo estaba aquí.

Paula se esforzó por no apartar la vista y mirarlo a los ojos.

—No  espero  que  lo  comprendas.  Yo  quería  a  mi  marido.  Había  llegado  a  mi  vida en un momento en el que me sentía muy mal conmigo misma y por el desastre en  que  había  convertido  mi  vida.  Estaba  desconectada  de  mi  familia,  trabajaba  muchas  horas  para  mantenernos  a  Feli y  a  mí  e  intentaba  ser  una  buena  madre.  Manuel...  me  enseñó  a  vivir.  Con  él  crecí  y  tomé las  riendas  de  mi  vida.  Cuando  él  murió, pasé un tiempo muy afectada. No podía... lidiar con nada que no fuera el día a    día.  Antes  de  que  él  muriera,  sabía  que  te  lo  diría,  pero  después de  perderlo,  necesitaba tiempo para afrontar esto.

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