lunes, 19 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 32

Paula rió al escuchar su comentario. Le encantaba tener una amiga, sobre todo porque echaba de menos a Marisa. Desde el principio, Eva se empeñó en que desayunara con ella. También quiso que salieran juntas a divertirse, pero todavía no estaba preparada para eso. Eva lo comprendió perfectamente. Conocía sus circunstancias y no hacía preguntas ni la presionaba.

—Como quieras, pero no deberías perder más tiempo. Denver esta lleno de hombres maravillosos —dijo un día.

Paula rió. Faltaba poco para el anochecer y el cielo amenazaba lluvia. Pero esperaba que no empezara a llover hasta que regresara a casa. De lo contrario, el autobús estaría lleno de gente.

—No estoy preparada para empezar a salir otra vez —confesó.

—¿Y que me dices de esa maravilla con la que saliste en el periódico?

—¿De que estás hablando?

Paula no había leído la prensa y no se había enterado de nada.

—¿Es que no lo sabes? Me refiero a tí y a Pedro Alfonso… Si llego a saber que no lo habías visto, habría traído el diario.

—¿Han publicado fotografías nuestras?

—Si. Aparecen en un restaurante e incluyen un artículo con las típicas especulaciones sobre vuestra relación. Pero yo solo me fije en las fotos. Que hombre…

—Oh, no… —Paula soltó un gemido—. Tendré que tener cuidado, porque no quiero que los periodistas me encuentren. Lo pase muy mal cuando me liberaron. Estaban por todas partes y son como tiburones.

—Pues no soltaran la presa, cariño. Eres noticia y les interesas.

—Yo no soy noticia. Solo quiero que me dejen en paz.

—No te preocupes, ninguno de nosotros dirá nada. Pero tendrás que contarme más cosas del tipo de las fotografías —dijo, sonriendo.

—No hay mucho que contar. El sábado pasado fuimos al zoológico con su hijo y luego me llevo a cenar a esa pizzería. Nada importante.

Paula recordó lo sucedido. Lo había pasado muy bien, a pesar del incidente con Noelia y con la prensa.

—Bueno, no es mi idea de una cita romántica, pero tampoco esta mal —observó Eva.

—No era una cita —protestó.

—¿Y como lo llamarías tú?

—De ninguna forma. Simplemente quedamos, nada más.

—¿Y por que quedaron?

Paula miró a su nueva amiga.

—Supongo que siente pena por mí. O se siente culpable, no sé. Esta intentando ayudarme.

—Claro que se siente culpable. Ese hombre te metió en la cárcel…

—El solo era ayudante del fiscal —le recordó.

Eva la miró durante unos segundos.

—Esta bien, pero no le tomes demasiado cariño. Cuando piense que ha pagado su deuda contigo, se marchara —le advirtió.

—No le he tornado cariño. Y si no volviera a aparecer, me daría igual — mintió—. Me ha ayudado a encontrar este trabajo y un sitio donde vivir. La deuda esta pagada.

—Ya. Ocho años de vida son muchos años. Esa deuda no se paga con tan poco.

—Tal vez, pero no quiero nada más de él. Y ahora, será mejor que volvamos al trabajo… tengo mucho que hacer.

Paula se levantó, contenta de tener una buena excusa para interrumpir la conversación con su amiga. Sabía que Pedro solo pretendía ayudarla. Y suponía que ahora que ya se había establecido desaparecería de su vida. Pero el asunto de las fotografías del periódico complicaba las cosas. Si los periodistas le seguían la pista, tendría problemas.

Cuando llegó a casa por la noche, se sentó para escribir una carta a Marisa y contarle todo lo que había sucedido. Incluyó su dirección nueva porque sabía que querría escribirle y le habló de Eva y del nuevo trabajo. Sin embargo, evitó entrar en explicaciones sobre Pedro. Ni siquiera supo porque. Tal vez, porque Marisa era una mujer con experiencia y o habría creído que su interés por él se limitaba a la ayuda que le había prestado.

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