viernes, 2 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 35

—Más  excusas,  más  mentiras  —Pedro sonrió  con  frialdad—.  Es  hora  de  admitir la verdad; tú no pensabas decírmelo nunca.

—Te lo iba a decir el lunes —repuso ella con seriedad—. Para eso pedí una cita contigo.

—No te creo.

Paula apretó  los  labios.  ¿De  qué  serviría  que  prometiera  que  había  pensado  hacerlo? Él no la creía y ella no tenía derecho a esperar que lo hiciera.

—¿Por  qué  el  lunes?  —preguntó  Pedro—.  ¿Por  qué  no  una  de  las  veces  que  nos  hemos visto  en  las  dos  últimas  semanas?  ¿Por  qué  no  la  noche  que  viniste  aquí  con Feli y hablamos durante horas de todo excepto de lo que más importaba? ¿Por qué no entonces?

—Porque  no  habría  estado  bien  con  Feli aquí.  Y  porque  había  decidido  esperar hasta después de la boda. Quería que Vale tuviera su gran día. Sabía que, si se sabía la historia, todo el mundo empezaría a hablar de esto.

Pedro movió la cabeza.

—Excusas. Es todo lo que tienes que ofrecer, ¿Verdad?

—No, no es verdad. No son excusas y yo lo sé. Pero tú has preguntado y yo te he  contestado.  Volví aquí  por  dos  razones,  la  boda  de  mi  hermana  y  tú.  Pensaba  quedarme  una  semana  después de  la  boda  para  tener  tiempo  de  verte  y  decirte  lo  que tenías derecho a saber. Lo tenía todo planeado. Después de la boda, me pondría en contacto contigo y te diría que tienes un hijo. Asumía que no tendríamos contacto hasta  ese  momento.  ¿Cómo  iba  a  sospechar  que  no  dejaría  de encontrarme  contigo  desde que llegara al pueblo? ¿Cómo iba a saber que...? —se interrumpió.

—¿Qué? —preguntó él.

Ella se ruborizó.

—Mira, da igual.

Pedro no quiso dejarlo pasar.

—¿Qué? ¿Cómo ibas a saber qué?

—No impor...

—¿Qué?

Paula  cerró  los  ojos,  pero  no  ayudó  mucho.  Cuando  volvió  a  abrirlos,  él  seguía  allí esperando, con la mandíbula apretada y los ojos marrones duros como ágatas.

—¿Cómo iba a saber que volverías a gustarme tanto otra vez? —musitó—. Que volvería  a  sentirme  como  en  el  instituto,  a  anhelar  una  mirada  tuya,  buscar  tu  mirada... ansiar una palabra amable... un beso dulce y tierno.

Apartó la vista hacia las ventanas altas que flanqueaban la puerta de cristal que daba  al  porche  de atrás.  Aquello  era  muy  hermoso,  verde  y  exuberante.  Le  hubiera  gustado poder abrir la puerta, salir corriendo por la hierba y no parar nunca. Miró a Pedro con el corazón oprimiéndole el pecho. Le dolía mirarlo, verlo así, tan grande y  atractivo,  con  su  boca  sensual  y  sus  maravillosos  ojos oscuros  que  parecían  horadarla, con la boca apretada con disgusto.

—No me gustó —continuó con sinceridad—. No me gustó sentirme tan atraída por  tí  después  de tantos  años.  Ésa  es  la  verdad,  la  creas  o  no.  No  lo  esperaba  y  me  confundió  mucho descubrir  que  todavía  te  deseaba.  Pensaba  que  ya  lo  había  superado,  pero  desde  que  he vuelto  al  pueblo,  vuelvo  a  ser  una  adolescente  desorientada. Vuelvo a cometer los mismos errores que entonces.

—¿Eso es lo que soy para tí... un error?

—Yo no he dicho eso. Tú tergiversas lo que digo.

—Me asombras. Eres increíble. Te sientes atraída por mí y por eso me alejas de mi hijo. ¿Y ahora te crees que diciéndome eso lo vas a arreglar todo?

—Yo no lo he dicho para arreglar nada.

—Me alegro —repuso él —, porque esto no arregla nada,Paula.

Ella cruzó las manos en su regazo y las miró con intensidad.

—¿Qué quieres hacer? Podemos decirle a Feli que eres su padre y...

—No.

Paula levantó la vista.

—¿No? ¿No quieres decírselo?

—Todavía no.

—Pero...

—Tú misma lo has dicho. Él consideraba a tu marido como su padre. Conmigo lo  ha  mencionado más  de  una  vez.  Y  a  pesar  de  lo  que  piense  de  un  hombre  que  intentó robarme a mi hijo intencionadamente, no voy a...

—Pedro,  basta  —le  imploró  ella—.  Comprendo  que  estás  enfadado  y  sé  que  tienes  derecho  a  estarlo.  Pero  Manuel fue  un  buen  padre  para  Feli.  Un  padre  muy  bueno.  Tú  mismo  has  dicho  que  es  un  chico  estupendo.  Un  chico  estupendo  no  aparece de la nada.

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