viernes, 2 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 33

—Yo  era  muy  joven  y  me  sentía  muy  sola  —dijo—.  El  viejo  Pedro  me  daba  miedo;  se  lo daba  a  todo  el  mundo  y  lo  sabes.  Y  yo  ni  siquiera  te  conocía  mucho.  Aquella noche, la noche del baile...

—Sí,  aquella  noche  —él  estaba  sentado  muy  quieto  y  hablaba  con  una  rabia  fría—.  Aquella noche  ocupaste  el  lugar  de  tu  hermana  y  me  dejaste  llamarte  Valeria una  y  otra  vez.  Aquella noche  sonreíste,  suspiraste  y  te  viniste  conmigo  a  un  motel.  Aquella noche me dejaste desnudarte y acariciarte y llamarte Valeria mientras hacía el amor contigo. ¿Qué tienes que decir de aquella noche?

Paula no tenía nada que decir.

—Hice mal y lo sé. Tenía que...

 —¿Crees que me importa lo que deberías haber hecho? Sólo sé que yo te hacía el  amor  y  te llamaba  Valeria.  Que  la  segunda  vez,  cuando  ya  había  gastado  el  preservativo que llevaba, pensé que no importaba si hacíamos un hijo. No importaba porque de todos modos me iba a quedar en el pueblo y a casarme contigo. Y que al día  siguiente,  después  de  aquello,  yo  fui  a  tu  casa  y tú  dejaste  que  Valeria abriera  la  puerta y me dijera que me fuera.

—Yo  no...  pensaba  con  claridad.  Cuando  llegué  a  casa  y  ví  a  Vale,  me  sentí  muy mal, como si hubiera hecho algo terrible a sus espaldas.

—Y lo habías hecho.

Paula hundió los hombros.

—Sí. Lo sé.

—Y  a  la  noche  siguiente...  ese  chico  que  todo  el  mundo  dice  que  conociste.  ¿Qué me dices de él?

—No hubo ningún chico —repuso ella.

Pedro lanzó un gruñido de disgusto.

—Ningún chico.

Paula carraspeó para aclararse la garganta.

—No. Sólo tú. Me habías gustado siempre, desde que éramos niños. Te veía en el pueblo y rezaba para que te fijaras en mí. Pero no lo hacías. Tú sólo veías a Vale y fue con ella con quien saliste. Yo lo acepté... o creía que lo había hecho. Y cuando ella rompió contigo y me dijo que no quería ir al baile...

Pedro movió una mano en el aire.

—Volvamos al otro chico. Al que no existió.

Paula asintió con la cabeza.

—De acuerdo. ¿Qué pasa con él?

—Tú  no  vacilaste  en  decirle  a  la  gente  lo  que  te  resultó  más  fácil,  ¿Verdad?  Cuando  te quedaste  embarazada,  el  pueblo  entero  sacó  conclusiones  falsas  y  tú  los  dejaste. Dejaste que todos pensaran que el padre de Feli era un forastero.

—Pedro,  mi  padre  no  dejaba  de  gritarme  y  amenazarme.  Decía  que  iba  a  descubrir al que me había dejado embarazada y le iba a...

—No quiero oírlo. Tengo más preguntas.

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