miércoles, 21 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 33

El miércoles, cuando entró en el vivero, Eva se le acercó.

—¿Has visto los resultados de las elecciones? El fiscal ha ganado y seguirá cuatro años más en el cargo. Dicen que tu liberación lo ha ayudado mucho. Ahora tiene fama de ser una especie de cruzado justiciero.

—Pues él no tuvo nada que ver con el asunto. Fue cosa de Pedro. Encontró pruebas nuevas, abrió una investigación y presiono hasta conseguir que anularan mi juicio. El fiscal se ha limitado a llevarse los aplausos.

—Sea como sea, también he notado que la fiscalía no ha hecho nada para ayudarte desde que saliste de la cárcel. Quizá deberías hablar con la prensa para que los ciudadanos de Denver conozcan toda la verdad.

—No, no quiero tener más líos. Ahora soy libre y eso es todo lo que necesito.

—Esta bien… Cambiando de tema, he encontrado un bar que esta muy bien. Bueno, no lo he encontrado yo. Me llevó Lucas el otro día.

—¿Lucas?

Eva salía con más hombres de los que Paula podía recordar.

—Si, un tipo al que conocí el viernes cuando salí con Fernando. Deberíamos ir a ese bar el fin de semana.

—No creo que me apetezca.

—Entonces, ¿Cuándo?

Paula se encogió de hombros.

—Estoy acostumbrándome a vivir otra vez. Pero todavía no estoy asentada.

-Vivo en un piso del que tendré que marcharme dentro de unas semanas y podría perder el trabajo en cualquier momento.

—Dudo mucho que pierdas el empleo. Trabajas muy bien y sabes mucho de plantas —dijo Eva—. Mira, comprendo que no te sientas cómoda todavía, pero deberías salir un poco y divertirte.

—Tal vez lo haga cuando las cosas se tranquilicen.

—Ah, ¿Has sabido algo de Mariano Winters?

—Pedro dijo que la policía lo está buscando pero que todavía no lo han encontrado.

En realidad, Paula no sabía nada nuevo. No había hablado con Pedro en los últimos días.

—Deberían sentirse avergonzados. Cometieron un error gravísimo contigo.

Paula aferró la taza de café con las dos manos, para calentarse.

—Solo espero que me dejen hablar con Mariano cuando por fin lo encuentren.

—Si es que lo encuentran. Hace ocho años no lo hicieron precisamente bien.

—Pero entonces no lo estaban buscando. Pensaban que había muerto y no se les ocurrió pensar que podía estar escondido en alguna parte —explicó.

—Es un asunto terrible… hablemos de otra cosa —dijo su amiga—. Si no quieres salir el fin de semana a tomar algo, tal vez podrías acompañarme de compras. Nos pagan dentro de unos días. Podríamos aprovechar para gastar un poco en ropa bonita…

Paula sonrió al pensarlo. Hacía años que no salía de compras con una amiga. Y aunque no le sobraba el dinero, sabía que se divertiría.

—Me parece perfecto. ¿Cuándo quedamos?

—Si te parece bien, el sábado a las diez de la mañana en el centro comercial de la calle Dieciséis —respondió—. Daremos una vuelta, comeremos y seguiremos después. Y ahora que lo pienso, deberías pasar por la peluquería.

—¿Es que no te gusta mi estilo?

Paula lo dijo medio en broma. En la cárcel llevaban el pelo muy corto, y aunque le había crecido, no le había prestado demasiada atención.

—No te queda mal, pero deberían arreglártelo.

—¿Para que? No tengo intención de impresionar a nadie…

En ese momento, Paula recordó a Noelia y sintió envidia. Era una mujer tan bella y elegante que se había sentido en desventaja al compartir habitación con ella. Tal vez se sentiría mejor si se gastaba unos cuantos dólares en su pelo. Y cuando volviera a ver a Pedro, ya no sería una especie de caso de caridad sino una mujer normal y corriente.

—Pero esta bien, iré a la peluquería —continúo—. Y compraré maquillaje.

Eva asintió.

—¡Así me gusta! Un nuevo aspecto para una nueva Paula.

Cuando volvió de comer, Patricio la llamó a su despacho. Pero Paula no imaginaba para que.

—Ha venido un inspector de policía que quiere hablar contigo.

Paula sintió pánico. No sabía lo que podían querer de ella. Tuvo tanto miedo que estuvo a punto de salir corriendo.

—Si quieres, el detective Davis y tu pueden hablar en mi despacho —dijo Patricio con total tranquilidad.

Ella asintió e intento tranquilizarse. Patricio salió y el policía apareció unos segundos después.

—¿Que quiere de mi? —preguntó ella.

—No he venido para causarle problemas, señorita Chaves. Solo queremos que nos ayude —dijo—. Pero siéntese, por favor…

El detective cerró la puerta y los dos se sentaron.

—Le agradecería que me contara todo lo que recuerde sobre Mariano Winters. ¿Mencionó alguna vez su intención de marcharse a California?

—Ya le he contado al señor Alfonso todo lo que recuerdo…

—Lo sé, y nos lo dijo. Pero solo menciono a una amiga, una tal Sabrina.

—Si, y también mencionó lo de Disneylandia. Creo que vivía en la zona de Los Ángeles. Aunque también podía ser en San Francisco.

—¿No recuerda nada más?

Ella negó con la cabeza.

—Mariano era amigo suyo, ¿No es cierto?

—Bueno, en realidad lo era de mi prometido. Se conocieron en el instituto cuando Sergio se mudó a Denver y se hicieron amigos. Aquel verano nos vimos muy a menudo.

—¿Conocía a más amigos de Winters?

No hay comentarios:

Publicar un comentario