miércoles, 14 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 11

Era una sala preciosa. Su padre la había decorado al estilo de una típica biblioteca inglesa como regalo de bodas. Tenía una mesa enorme y brillante que ahora estaba vacía y que antes, cuando Pedro la usaba, sostenía toneladas de documentos, informes y libros legales.

Él se sentó en su vieja butaca. Luego, abrió el maletín y saco una carpeta y la libreta que lo acompañaba a todas partes.

—¿Es realmente posible que Alberto y Ricardo vieran a Mariano?

—Podría ser alguien que se le parece. Pero si Mariano sigue con vida, necesito encontrarlo y averiguar la verdad sobre lo sucedido aquella noche.

—Si está vivo, los jueces anularían la sentencia de aquella mujer. Y eso sería catastrófico para ustedes… solo faltan cuatro semanas para las elecciones.

Pedro se recostó en la butaca y la miró.

—¿De verdad crees que me importa más la reelección de Esteban Johnson que la posibilidad de haber contribuido a condenar a una mujer inocente?

Ella se encogió de hombros.

—Adrián Denning fue implacable en el juicio. Quería una sentencia condenatoria a cualquier precio —le recordó.

—No a cualquier precio. Yo ayudé a Adrián. Quería demostrarles a tí y a tu familia que era un gran abogado, y es posible que eso me cegara hasta el punto de cometer errores graves. A fin de cuentas era mi primer caso importante. Pero creía sinceramente que estábamos en lo cierto, que Paula Chaves había asesinado a tu primo. Y ahora resulta que pudimos equivocarnos.

Noelia se encogió otra vez de hombros.

—¿Y qué?

Pedro suspiró.

—Mira, Noe, trabajo en la fiscalía porque me gusta ayudar a la gente. Creo en la justicia. Y si se ha cometido un error, hay que corregirlo. Las elecciones y la publicidad negativa son asuntos secundarios para mí. A estas alturas deberías saberlo.

—Ah, claro, el caballero que siempre esta dispuesto a salvar a una damisela en peligro… —se burló—. Eres un idealista sin remedio.

—Siéntate, contesta a mis preguntas y me marcharé tan deprisa como sea posible.

—¿No podrías esperar a mañana?

—Tu tío identificó el cadáver de Mariano —afirmó de repente.

Ella asintió.

—Sí. O más bien, lo que quedaba de él. Yo no lo ví, pero Adrián describió su estado de forma repugnantemente explícita durante el juicio.

—Lógico. Un tiro en la cara y a bocajarro suele destrozar las facciones.

—No necesito que me lo recuerdes. El tío Gerardo identificó el cuerpo, es cierto. Así que los Burroughs se habrán confundido de hombre.

—¿Como podía estar tan seguro?

—¿Que quieres decir?

—Que como es posible que Gerardo lo reconociera con tanta facilidad. Casi no tenía cara y le faltaba gran parte de la mandíbula.

—Pepe, por favor… no lo sé. No es algo que mi tío discutiera con el resto de la familia. Supongo que distinguió algo, algún detalle, que eliminaba cualquier duda.

Pedro echó un vistazo a sus notas.

—El muerto tenía metro ochenta de altura y cabello oscuro. Su cuerpo no presentaba marca alguna, además de, naturalmente, el hecho de que le hubieran volado la cara…

—Por favor, Pepe…

—Lo siento. Intento averiguar como pudo Gerardo reconocer a su hijo. Ojala se lo hubiera preguntado en su momento.

Noelia cruzó las piernas y se echó hacía atrás.

—Ni siquiera estas seguro de que no fuera Mariano. Tú mismo has dicho que el hombre a quien los Burroughs vieron en San Francisco podría ser alguien que se le parece —le recordó—. Además, es perfectamente lógico que Gerardo lo reconociera. Llevaba su ropa, lo encontraron en su casa, tenía el pelo del mismo color, era de la misma altura y hasta llevaba el anillo familiar. Bastante convincente, en mi opinión…
Pedro asintió y tomo unas notas.

—Supongo que sí… la policía devolvió el anillo y el pendiente a tu tío. ¿Sabes lo que hizo con ellos? —preguntó.

—¿El pendiente?

—Sí, el que llevaba en la oreja derecha.

—Mariano no llevaba pendiente. ¿Estás loco? Mi tío se habría enfadado mucho con él si se hubiera puesto un pendiente. No se habría atrevido.

Pedro la miró.

—¿Estás segura de eso?

—Completamente. Cenamos juntos la semana anterior a que lo mataran y me habría dado cuenta. Además, el tío Gerardo también lo habría visto y su reacción habría sido tan desproporcionada que se habría enterado toda la familia.

—Es posible que Mariano se lo quitara antes de cenar contigo…

Noelia se levantó y se inclinó sobre la mesa. Después, se quito uno de los pendientes e inclinó la cabeza para que Pedro pudiera ver mejor.

—Como ves, el agujero de la oreja se nota aunque te quites el pendiente. Créeme… si Mariano hubiera tenido un agujero me habría dado cuenta.

Ella se sentó de nuevo y se puso el pendiente.

—Hoy he sabido que Mariano era homosexual —dijo él.

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