domingo, 11 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 2

Tras conseguir la condena de la joven, creyó que el mundo estaba a sus pies. El fiscal del distrito en aquella época era Adrián Denning; y el caso, el asesinato del hijo de una de las familias con más poder de Denver, era la ocasión que estaba buscando para obtener la atención del público y conseguir la reelección.

La condena también aseguro el matrimonio de Pedro con Noelia Winters. El procedía de una familia de trabajadores, pero la elite de Denver lo acogió con los brazos abiertos después de aquello.

Noelia se encogió de hombros.

—Pues ellos insisten en que lo vieron. ¿Ves lo que te pierdes por no asistir a más fiestas?

—Sería alguien que se parecía a él. Noelia, Mariano está muerto… su propio padre identificó el cadáver —le recordó.

—Un cadáver que tenía la cara destrozada. Siempre me he preguntado como es posible que mi tío lo reconociera. Pero estaba tan seguro…

—¿Hablaron con él? ¿Descubrieron que diablos esta haciendo en San Francisco cuando todo el mundo lo da por muerto y enterrado en Denver? ¿Averiguaron por qué no se ha puesto en contacto con su familia? No, no puede ser.

—Yo también lo creo imposible. Y no hablaron con él, solo lo vieron. Pero me contaron que él también los vio a ellos y que dio la vuelta a toda prisa y se metió en un edificio de oficinas… Es muy extraño. ¿Y si fuera realmente Mariano?

—¡Eso es imposible!

Pedro se levantó y caminó hasta la ventana. Su despacho estaba en el piso duodécimo y tenía vistas de las Rocosas, situadas al oeste. Los picos de las montañas más alejadas ya estaban pintados de blanco, pero las cercanas eran demasiado bajas como para tener nieve a principios de octubre. Normalmente era una visión que lo tranquilizaba. En ese momento, sin embargo, no tuvo ningún efecto en él. Si lo que Noelia le había contado era cierto, se acababa de cumplir la peor pesadilla para un abogado de la fiscalía: habían condenado a una persona inocente.

—Si cambias de idea sobre la fiesta, dímelo. De lo contrario tendré que ir por mi cuenta y odio volver sola a altas horas de la noche.

—No cambiaré de idea.

Pedro se giró, la miró y le sorprendió que fuera tan atractiva. Se había cambiado el corte de su cabello rubio, que ahora se curvaba alrededor de su cara y suavizaba sus rasgos. El refinamiento le quedaba bien. Llevaba ropa elegante y cara, y su maquillaje era discreto por no decir inexistente. Aunque ella no necesitaba maquillarse. Era una mujer impresionante desde cualquier punto de vista. Pero en ese momento le pareció una desconocida. Sabía que nunca había estado realmente enamorada de él y seguía sin saber porque lo había querido como marido. ¿Por divertirse? De ser así, habría sido una gran decepción; él pasaba más tiempo en el despacho que en fiestas y actos sociales. Esas cosas no le interesaban. Y a decir verdad, ahora solo veía a Noelia porque era la madre de Franco.

—Pues si no cambias, no cambies —dijo ella mientras se levantaba de la butaca—. ¿Te apetece venir a cenar la semana que viene? A Fran le encantaría verte en días laborables…

Noelia lo dijo porque Pedro solo veía a su hijo los fines de semana. Él tenía intención de cambiar el acuerdo cuando el niño fuera algo mayor, pero de momento no tenía más remedio que aceptarlo.

—Esta bien, pero solo a cenar —dijo él—. ¿Los Burroughs no dijeron nada más?

Ella se encogió de hombros.

—Solo fue una conversación en una fiesta. Si te interesa, les preguntaré… pero como tu mismo has dicho, Mariano esta enterrado en Denver.

Noelia se marchó y él se quedó mirando la puerta, valorando las implicaciones de aquel descubrimiento. No podía ser cierto.

Cerró los ojos y vio imágenes del juicio con tanta claridad como si hubiera sido el día anterior. La pistola que encontraron en el edificio donde vivía Paula Chaves, escondida tras unos arbustos del garaje. La sangre en el cañón. La identificación del cadáver por el tío de Noelia, Gerardo Winters. La energía que Adrián dedicó al caso, aprovechando cualquier oportunidad para hablar con la prensa y aumentar sus opciones de salir reelegido.

Abrió los ojos de nuevo y volvió a la mesa. Llamó a Rosana, su secretaria, y esperó con impaciencia a que respondiera.

—Tráeme el expediente del caso de Mariano Winters. Es de hace ocho años.

—¿Es un caso resuelto?

—Conseguimos una condena, si —respondió.

La posibilidad de que Mariano siguiera con vida era inquietante. Si lo estaba, tendrían que averiguar quien era la persona que habían enterrado y si Paula Chaves la había asesinado. Pero eso no parecía posible. Chaves fue condenada con el argumento de que había asesinado a Mariano en venganza por la muerte de su prometido, a quien consideraba victima de aquel. No tenía motivos para matar a nadie más. ¿Había contribuido inadvertidamente a enviar a prisión a una mujer inocente? La idea era tan terrible que se estremeció. No podía creerlo. Él había hecho su trabajo. El caso era importante y Adrián se había comportado de forma inflexible, pero siguiendo todos los procedimientos. No habría pedido que la condenaran si las pruebas no hubieran demostrado que era culpable, independientemente de lo que dijeran las encuestas de voto.

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