miércoles, 28 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 58

El miércoles, Paula se saltó la hora de la comida para poder salir antes del trabajo. A Patricio no le molestó en absoluto. Además, sabía que iba a ver al hijo de Pedro.

—Yo tengo tres nietos —le comentó—. Dos tocan en la banda del colegio y a veces voy a verlos. El tercero juega en el equipo de fútbol del instituto. Si un día te apetece ver un partido, dímelo…

—Me encantaría…

Eva tenía razón. Había llegado el momento de abrirse a los demás y mantener relaciones sociales normales. Si Patricio le ofrecía su amistad, la aceptaría.

Pedro pasó a recogerla a la hora esperada. Franco iba en el coche.

—Hola, Pau. Voy a ser un indio… —dijo el chico.

—Eso me han dicho. ¿Has estado practicando?

Franco asintió con entusiasmo.

—Si, y hasta tengo que pronunciar unas palabras. Pero no llevare arco y flecha. La profesora ha dicho que los indios no llevaban armas en las fiestas.

—Y es verdad. En las fiestas no se llevan cosas así.

Pedro detuvo el coche en el estacionamiento del colegio, que para entonces ya estaba lleno de vehículos. Entraron en el edificio y llevó a su hijo con la profesora mientras Paula esperaba en el vestíbulo y se dedicaba a contemplar los trabajos de los alumnos, que decoraban las paredes, y las fotografías. Sabía que su vida habría sido muy diferente si no la hubieran condenado por aquel delito. Ahora estaría con su hija, tal vez asistiendo a un acto parecido. Pedro apareció justo entonces.

—Siento haber tardado. Una de las madres se ha acercado y me ha dado una conferencia sobre preparación de tartas y la necesidad de participar en los actos del colegio.

Un momento después, cuando entraron en el salón de actos, Paula se estremeció. Estaba lleno, abarrotado. No se le había ocurrido pensar que hubiera tanta gente, y no estaba segura de poder soportar el encierro.

—Ven, hay espacio libre junto a las ventanas. Nos quedaremos de pie —sugirió él.

Ella tomó aliento e intento controlarse. Los niños empezaron con sus actuaciones poco después, y Pedro se giró para ver como se encontraba.

—¿Todo bien? —preguntó.

Paula asintió y se concentró en la obra. Era bastante divertida y Franco lo hizo muy bien. Muchos niños olvidaron lo que tenían que decir, pero a nadie le importó. Al final, la profesora invitó a todos los presentes a tomar unos refrescos. Pedro pasó un brazo por encima de los hombros de Paula y la llevó hacia la puerta.

—Puedes esperar fuera mientras voy a buscar a Franco. No nos vamos a quedar.

—Así que esta ahí, señor Alfonso…

Era una mujer joven, que sonrió a Paula.

—¿Usted es la señora Alfonso?

—No, es Paula Chaves—respondió él—. Siento haber olvidado su nombre…

—Soy Beatríz Cummings.

La mujer estrechó la mano de Paula.

—Hace un rato hable con el señor Walker sobre las fiestas del colegio — continuó—. Vamos a dar una en Navidad y necesitamos que todos contribuyan con algo.

—¿Le parece bien un par de docenas de magdalenas? —preguntó Paula, sonriendo.

—¿Dos docenas? Me parece magnífico.

La mujer lo apuntó en una libreta y se marchó. Pedro miró a Paula con horror.

—No sé hacer magdalenas. Y mucho menos dos docenas…

—Vamos, no puede ser tan difícil.

—En serio. No he hecho magdalenas en toda mi vida.

Ella frunció el ceño. No cocinaba desde hacía años, pero no se le daba mal. A Sergio siempre le habían gustado sus platos.

—Esta bien, te ayudaré.

—Te tomo la palabra. ¿Sabes donde he dejado el coche? Espérame allí… iré a buscar a Fran y nos marcharemos. He pensado que podíamos cenar en la cabaña. ¿Te parece bien?

—Me parece perfecto, pero si volvemos esta noche. Mañana tengo que trabajar.

—Bueno, si es un problema podemos quedarnos en Denver. Pero de todas formas te traería mañana por la mañana.

—No sé. Es que no tengo ropa adecuada para ir a trabajar…

—Podemos pasar antes por tu casa. Venga, espera en el coche. Vuelvo enseguida.

Pedro se marchó y en ese momento una pareja se acercó a Paula.

—Los niños han estado encantadores, ¿Verdad?

Ella asintió.

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