lunes, 12 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 6

Pedro comprobó sus notas y pasó la primera página.

—En el expediente no consta que presentaran ninguna apelación.

—Porque no la presentamos.

Él la miró.

—¿Cómo es posible? Siempre se presenta una apelación. Es el procedimiento acostumbrado en los casos de homicidio.

Ella se encogió de hombros.

—Mi abogado murió poco después del juicio y no tuvo ocasión de presentarla. Lo intenté con dos abogados más, pero dijeron que no podían representarme. Así que al cabo de un tiempo me olvidé del asunto.

En aquella época, Paula todavía tenía esperanzas. Pero todos los abogados rechazaban su caso y ella no podía creer que nadie quisiera ayudarla, que una persona inocente pudiera acabar en la cárcel.

—Aquí dice que su abogado se llamaba Norberto Lind.

—Sí. Me lo recomendaron en la Unión por las Libertades Civiles cuando fui a pedirles consejo. Aceptaba casos sin cobrar y yo fui su buena obra del mes. Lamentablemente, y como ya le he dicho, falleció un mes después de que me encarcelaran.

—Eso explica que no pudiera localizarlo…

—¿Y para que quería hablar con él?

—Para intercambiar impresiones sobre su caso.

—Dígame una cosa… ¿Por qué esta aquí? ¿Ya no trabaja para la fiscalía de Denver? ¿Siempre visita a los condenados por su gabinete o solo a los que encierran de forma injusta? —preguntó.

Paula estaba cada vez más enfadada. Había pasado mucho tiempo desde el juicio, pero no podía olvidar lo sucedido.

—Intento determinar si hace ocho años valoramos bien todos los datos.

—Vaya, pensaba que no tenía ninguna duda sobre ese caso, señor Alfonso. Su amigo, el señor Adrián Denning, estaba totalmente seguro al respecto —se burló.

Pedro la miró con intensidad durante un par de segundos. A Paula le habría gustado adivinar sus pensamientos. No entendía que motivos podía tener para interesarse por un caso cerrado.

—Hace tres días, alguien me contó que unos amigos suyos habían visto a Mariano Winters en San Francisco —declaró.

Paula no pudo creer lo que acababa de oír. Sintió una punzada en el corazón y clavó la vista en el arrogante abogado.

Mariano estaba vivo.

Durante unos instantes sintió que la llama de la esperanza revivía en su interior. Libertad. Podría recuperar su libertad. Pero enseguida comprendió que no seria así. Aquel hombre solo estaba jugando con ella, tal y como lo había hecho el fiscal en el estrado. Adrián Denning la había presionado con todas sus malas artes hasta que logro confundirla por completo. Se burló de su declaración y se aseguró de que ninguno de los miembros del jurado la creyeran.

—¿Y ha venido aquí para comprobarlo? Claro, será porque esta deseando que me liberen —dijo con desprecio.

Ya no tenía ninguna fé en el sistema legal. Le habían demostrado que no la merecía.

—No, he venido porque quiero que se haga justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario