viernes, 23 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 42

—No lo sé. Quiero respuestas. Por ejemplo, como pudo asesinar a alguien y permitir que me culparan a mí. Todavía no lo entiendo. Debía de odiarme mucho…

—O eso, o solo quería salvar el pellejo.

Paula estaba sobre ascuas cuando Pedro pasó a recogerla alrededor de las siete. Rosana había comprado billetes en el vuelo de las diez a San Francisco.

Abrió la puerta y se dirigió al dormitorio para recoger lo que necesitaba para pasar el fin de semana en California. No sabía si soportaría estar encerrada en un avión, y no había comido nada por miedo a sentirse enferma.

—¿Has sabido algo más? —preguntó ella.

—No, nada. Hablaré con el departamento de policía cuando lleguemos. ¿Eso es todo lo que te vas a llevar?

—Sí, no necesito nada más. Pero me siento mal por el pobre Tom. No me gusta dejarlo solo en el piso.

Salieron de la casa y subieron al coche.

—Bueno, así disfrutara más de tu compañía durante la semana.

—¿Que tal esta Franco? ¿No se ha enfadado al saber que estarás fuera este fin de semana? —preguntó mientras se dirigían al aeropuerto.

—Está decepcionado, pero no es la primera vez que hay un cambio de planes. Lo comprenderá.

—Siempre y cuando no lo decepciones muy a menudo…

—¿Que insinúas?

—Nada. Es que mi padre siempre utilizaba el trabajo para justificar sus ausencias. O no me quería mucho o no sabía que hacer con una niña.

Pedro la miró.

—Si no lo sabía, habría sido mejor que no tuviera hijos.

—No lo sé. Cuando mis padres se casaron, pensaron que tenían toda una vida por delante. No fue culpa suya que mi madre muriera cuando yo solo tenía cinco años. De haber vivido, las cosas podrían haber sido muy diferentes…

—La vida puede ser muy dura en ocasiones.

—Sí. Supongo que todos nos limitamos a hacer lo que podemos.

—Bueno, sé que este fin de semana voy a echar de menos a Franco. Pero esto también es importante —dijo Pedro.

—Te agradezco que me lleves contigo. Seguramente no podré verlo cuando lo trasladen a Colorado…

—Antes del juicio, lo dudo. Pero después dependerá de él.

—Gracias, Pedro.

El viaje transcurrió sin incidentes. Paula se sentó junto a la ventanilla y contempló las estrellas para no pensar en su claustrofobia. Además, a treinta mil pies de altura no tenía posibilidad alguna de salir a dar un paseo. Pidió un refresco para tranquilizarse y pensó en el encuentro con Mariano Winters. No sabía si sería capaz de hablar con él, pero en cualquier caso le estaba muy agradecida a Pedro. Estaba haciendo todo lo posible por ayudarla. Se giró y lo miró. En ese momento, Pedro estaba trabajando con unosdocumentos que llevaba en el maletín. Su expresión era tan tranquila y segura que sintió envidia. Le habría gustado tener su confianza en si mismo.

Cuando llegaron a San Francisco, estaba física y emocionalmente agotada. Era la primera vez que visitaba California, y se llevó una pequeña desilusión cuando tomaron la autopista. A fin de cuentas, las autopistas eran iguales en todo el mundo. No había nada que ver.

Pedro había reservado dos habitaciones en un hotel del centro, y en poco tiempo Paula se encontró en la cama, sola. Pero no podía dormir. Pensaba una y otra vez en el verano del juicio, en los ocho años de cárcel, en la perdida de su hija. Y al final, cansada de dar vueltas sin conciliar el sueño, se dejo llevar por un impulso y descolgó el teléfono para llamar a Pedro.

—¿Dígame?

—Soy Paula. ¿Te he despertado? No puedo dormir…

—No, que va, estaba revisando unos documentos. He hablado con la policía y ya tienen a Mariano bajo custodia. Desgraciadamente, ahora se pondrá en contacto con un abogado y no podremos verlo a solas. Nos guste o no, la justicia debe prevalecer.

—Bueno, se trata precisamente de eso. De hacer justicia.

Pedro permaneció unos segundos en silencio.

—Sé que la vida es injusta y que a muchas personas buenas les ocurren cosas malas —dijo él—. Pero si puedo equilibrar un poco la balanza, quiero intentarlo.

—Supongo que Noelia se enfadara mucho al saberlo —dijo ella—. No en vano, Mariano es primo suyo.

—Lo nuestro le molesta bastante más.

Paula se estremeció.

—¿Lo nuestro?

—Sí. Ella cree que…

—¿Que?

—Que hay algo entre nosotros.

Esta vez fue Paula quien se quedó callada. Le habría gustado pensar que podían mantener una relación duradera, pero había demasiadas cosas entre ellos, demasiadas sombras del pasado.

2 comentarios:

  1. Buenisimos!! Me quedé con muchas ganas de leer mas!!!

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  2. Geniales estos capítulos! Lo encontraron! Quiero que Pau recupere a su hija! Se lo deben!

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